SENSATEZ Y ECUANIMIDAD

ZV
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5 de diciembre de 2021
/
12:15 am
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SENSATEZ Y ECUANIMIDAD

SON términos que se emparejan en la personalidad o en la conducta de los individuos juiciosos y prudentes, frente a cualquier circunstancia, sea buena, mala, positiva, negativa o adversa. El problema es encontrar en estos tiempos a personas con esas virtudes, tanto por la vertiginosidad como por la confusión que se derivan de los acontecimientos mismos. No sólo en Honduras sino en cualquier de los dos hemisferios de nuestro planeta, tanto en los países desarrollados como en los atrasados. Algo extraño está ocurriendo en el mundo que no logramos, por regla general, saber cómo establecer el rumbo de nuestras sociedades. Lo único que podemos identificar, aunque sea en forma brumosa, es que hay flujos y reflujos en los comportamientos económicos, sociales y tecnológicos.

El hombre sensato y el ecuánime coinciden en aquello de la prudencia, lo cual se ha traducido, desde la sabiduría aprendida en los tiempos antiguos, como la “línea del justo medio”, incluso cuando algunos próceres fundadores de las primeras repúblicas del continente americano, recomendaban reiteradamente tal prudencia.

Los hondureños, aun cuando somos históricamente demasiado jóvenes, y en consecuencia a veces caóticos e inmaduros, estamos llamados a aprender de los hombres sabios del pasado y del presente, a fin de encontrar las mejores trayectorias que coadyuven a sacarnos del atascadero histórico, tanto en lo que concierne a lo material como a lo espiritual. Debemos comenzar por exhibir el coraje, individual y colectivo, de asumir responsabilidades pertinentes y autocriticarnos, con sinceridad, frente a cada circunstancia, sin caer en extremismos obscenos. También se deben reconocer, abiertamente, los esfuerzos y los aportes positivos en distintos momentos de la historia, sin distingos de tendencias o de banderillas ideológicas.

La sensatez es algo hermoso que puede interiorizarse en el alma de las personas incluso en tiempos ambiguos o de completa adversidad. Por eso es de esperar que los hondureños aprendamos, en algún momento cercano, mediato o lejano, a comportarnos con sensatez en casi todos los terrenos de la vida. Creemos que la sensatez es un estado de equilibrio entre el corazón y la mente, que sólo se alcanza con intensas lecturas, con autocríticas y con observaciones profundas de la realidad compleja. Inclusive en temas amorosos de orden personal. La sensatez se traduce, por otro lado, en la forma de tratar a las demás personas, sobre todo aquellas que piensan diferente de nosotros.

En Honduras necesitamos sensatez en materia del manejo racional de la economía, y en dirección a profundizar los procesos democráticos, no sólo en las prácticas electorales, sino además en los comportamientos cotidianos de la gente, sobre todo de parte de los dirigentes y de los líderes que poseen capacidad de transmitir sensatez o ansiedad sobre el resto de la población. Pues, por vía contraria, los insensatos exhiben la tendencia a exagerar las cosas y a inyectar ideas confusas en los seres humanos.

Para salir de nuestro atraso histórico debemos evitar, en lo posible, toda clase de insensatez, tanto en los discursos como en la práctica. Lo correcto es buscar puntos de encuentro y de coincidencia entre las fuerzas de poder, sin olvidar jamás los intereses de las personas más humildes y más débiles. La sensatez debe encaminarse hacia el respeto de las instituciones más importantes del Estado, que son más o menos autónomas respecto de cada gobernante de turno. Nos referimos a instituciones permanentes como las universidades estatales, la banca central, las fuerzas armadas, los municipios y, por así decirlo, otros “conglomerados”.

La sensatez aconseja, por experiencia histórica, respetar la libertad de expresión, la libertad empresarial, la propiedad privada de la gente, la libertad de locomoción, la libertad religiosa y otras libertades sustantivas. La sensatez aconseja, además, evitar el derroche de los presupuestos nacionales del Estado, en tanto que se trata de los intereses de toda la sociedad.

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