Renovación del Partido Liberal

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6 de diciembre de 2021
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12:03 am
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Renovación del Partido Liberal

Por: Edmundo Orellana

Algunas de las causas del fracaso electoral del Partido Liberal son harto conocidas, entre las que destaca la complicidad, en el Congreso Nacional, de algunos diputados liberales con el Partido Nacional para, entre otras barbaridades, expulsar la MACCIH, emitir las leyes de la impunidad, aprobar las ZEDE y socavar las instituciones republicanas, democráticas y del Estado de derecho.

El declive del Partido Liberal, sin embargo, viene desde muy atrás. Desde el golpe de Estado y se ahondó con la entrega de la presidencia del Congreso Nacional al Partido Nacional, despreciando la oportunidad de presidirlo que le ofreció Libre. Otros factores también fueron determinantes, pero un partido no puede avanzar condenando su pasado exclusivamente; debe, sin duda, asumir y, por supuesto, condenar los desaciertos que, como en esta ocasión, provocaron mucho dolor a la familia hondureña, pero también debe crear las condiciones de un diálogo interno amplio e inclusivo que permita identificar lo que se debe hacer para, con el concurso de todos, renovarse.

Debe revisar su visión política y proyectarse hacia esa enorme población de jóvenes que, ávidos de futuro, se empantanan en el presente por los errores de los gobiernos, entre los que se incluyen también los del Partido Liberal, pese a sus innegables e importantes aportes en materia de derechos sociales, democracia y seguridad jurídica.

Convocar a la familia liberal a dialogar para definir el futuro es un imperativo impostergable. De ello depende su existencia. Si las autoridades permanecen impasibles ante el curso de los acontecimientos y actúan como si estas elecciones hubiesen sido como las de siempre, condenarán al Partido Liberal a la postración y, eventualmente, a su desaparición.

La confrontación de ideas es la esencia de la política liberal. Porque hay visiones políticas distintas hay partidos y dentro de estos movimientos internos. El liberalismo es incompatible con el régimen del partido único, en cuyo seno los disensos se resuelven con la represión y hasta el aniquilamiento físico del adversario, que, por ello, deja de ser tal para convertirse en enemigo, es decir, el que debe ser exterminado. La lucha a muerte entre Stalin y Trotsky ilustra este supuesto.

El sistema de partidos, esencia del liberalismo, ofrece las opciones para que cada quien se ubique en el partido que le sea más afín políticamente, o, dentro de este, en el movimiento con el que se identifique. No importa la intensidad de la contienda política el contrario siempre será el adversario, nunca el enemigo. Pasada la misma, los órganos del partido se conforman por las facciones según su fuerza electoral; igualmente el Estado, cuyos órganos políticos se integran en proporción a los votos recibidos por los partidos. El sistema asegura la convivencia entre vencedor y vencido mediante la integración de este en los procesos de formación de las decisiones políticas, sea apoyándolas u oponiéndose, y, en algunas ocasiones, la anuencia del vencido es condición para adoptarlas.

Dentro del Partido Liberal, igual que en los demás partidos que celebran primarias, los militantes de los diferentes movimientos dejan de serlo cuando se define el vencedor. En esta ocasión, sin embargo, las circunstancias extremas que vivimos alteraron estas reglas. Ningún partido tenía opción si no se aliaba con los demás de la oposición. El Partido Liberal, por tanto, debió sumarse a la Alianza, único medio para expulsar del gobierno a quienes tanto dolor provocan aún en el pueblo hondureño. Sin embargo, decidió seguir el camino solo y correspondía a cada liberal asumir personalmente su responsabilidad frente al país. Era tanto lo que estaba en juego (la República, la democracia, la seguridad jurídica, en fin, el país) que muchos liberales, aproximadamente 400 mil (entre los que me incluyo), decidieron sumarse a la Alianza, única opción real para lograr la expulsión de quienes gobiernan como si fuesen enemigos de Honduras, cuya aplastante derrota evitó el fraude y permitió el ambiente de tranquilidad y paz postelectoral que antes de las elecciones nadie aseguraba. Llegó, pues, el momento de que los liberales nos concentremos en nuestro partido y procedamos al necesario y urgente autoanálisis.

Corresponde a las autoridades liberales responsables de este proceso electoral convocar al diálogo, conducirlo y orientarlo para que todas las tendencias encuentren acogida en el seno del partido, para luego proyectarse, con el mensaje adecuado, especialmente a los jóvenes que en el orden de los 350 mil anualmente se convierten en ciudadanos.

Eludir el diálogo y el autoanálisis es negar la crisis interna del Partido Liberal y cerrar toda posibilidad de que las diferentes tendencias se reúnan y participen en el diseño de la renovación del Partido Liberal, particularmente su estrategia, en la que debe excluirse, en cualquier circunstancia, alianzas con el Partido Nacional cuya toxicidad es letal para sus esfuerzos de renovación, y apoyar al nuevo gobierno en su cometido de desmontar la dictadura y el sistema de impunidad, rescatar la República y la democracia, y reconstruir el Estado de derecho. Para que el Partido Liberal nunca más sea cómplice de los enemigos de Honduras y se decida por renovar el partido y reconstruir el país, invito a los liberales a decir con fuerza: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido liberal, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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