COLOR DE HORMIGA

MA
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7 de diciembre de 2021
/
12:25 am
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COLOR DE HORMIGA

DECÍAMOS ayer que lidiar con la crisis de un país tan lastimado es una titánica responsabilidad que requiere de mentes despejadas. Y desde luego percatarse que superar esta ruinosa situación va a requerir de mucho ingenio y creatividad no de solo recurrir a las recetas convencionales. No todo es negativo. Hay coyunturas favorables que deben aprovecharse. Una de ellas es que el país –dadas las reservas de Washington con los vecinos– tiene una excelente oportunidad de buenas relaciones –en un plano de respeto y de cooperación– con los Estados Unidos. Guste o no –dijimos en un artículo anterior–somos parte del hemisferio occidental y –perfecto que haya buenas relaciones con todos los países del mundo– pero no hay que equivocar cuáles son las cuencas tradicionales de la vertiente.

Otro aspecto que de entrada favorecería a la nueva gestión administrativa sería contar con el flujo de recursos represados. Los organismos internacionales de crédito han retenido fondos para ponerlos a disposición de los que vienen. El Banco Centroamericano de Integración Económica, BCIE, anunció tener en cartera unos $2,400 disponibles. Sumas importantes se pueden esperar del Banco Interamericano de Desarrollo. BID. Tampoco ha sido difícil mantener un programa con el Fondo Monetario Internacional, FMI. Ojalá el Banco Mundial salga con políticas de asistencia más agresivas. Hasta ahora, mucho de lo que anunciaron –como si se tratara de una gran ayuda a los países más pobres– ha sido más cáscara que nueces. Apenas moratoria del servicio de la deuda bilateral con los países ricos. Pero nada sobre la deuda multilateral que es lo más grande. La columna vertebral de estos países está tan fracturada que sin mecanismos excepcionales de financiamiento y de relajamiento de pagos no se levantan de la postración. Está pendiente el plan norteamericano al Triángulo Norte, para atacar las causas raíz de los flujos migratorios. Esos serían montos sustanciales. Sin embargo, debe haber una reformulación de ese plan. El gobierno mexicano –que en las últimas décadas ha visto con bastante frialdad a sus hermanos del sur, nada parecido a la estrecha relación que tuvieron en el remoto pasado–aprovechando la coyuntura migratoria se encaramó a tuto de un plan ajeno. México, que ocupa recursos para desarrollar sus pobres estados del sur, allí vio la luz de capar los montos destinados a las naciones centroamericanas. Para meterse como el agua, contaron con la obsequiosa gestión de la mexicana directora de la CEPAL.

No hubo asignación de potenciales recursos donde no incluyeran los proyectos mexicanos. Aunque no debieron de permitir que el gobierno mexicano se inmiscuyese, del lobo un pelo, seguramente pensaron los funcionarios hondureños. Ahora el gobierno entrante –con todo el respeto que quieran dispensar– debe ser firme en objetar que el propósito de ese plan siempre fue atender las causas que motivan la migración desde las naciones del Triángulo Norte. La vulnerabilidad, el atraso económico, la falta de empleo y de oportunidades, la inseguridad, los daños ocasionados por las contingencias naturales, la inestabilidad política, entre otras. Los factores enunciados darían una buena base de inicio pero, por supuesto, para revertir esta ruinosa tendencia, no es ni remotamente suficiente. Ya dijimos que no se sale del círculo vicioso de la pobreza haciendo acopio de soluciones convencionales. En otra ocasión, cuando el momento sea oportuno, vamos a ir más a fondo. De momento, solo hemos deseado dejar sentado que, a pesar de la profunda crisis que se sufre, no todo es color de hormiga. (Acá arriba en la montaña –manda a decir el Sisimite– hay unas hormigas de fuego bien agresivas, como esos fanáticos de las redes sociales).

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