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11 de diciembre de 2021
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12:03 am
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Abundancia

Lucem et Sensu

Por: Julio Raudales
Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH.

Tal vez usted aún no ha escuchado hablar de él, pero Peter Diamandis es uno de los seres humanos más influyentes de nuestros días. Según la revista Fortune, es junto con el Papa Francisco, la señora Angela Merkel, Bill Gates y otros, uno de los 50 líderes globales de la actualidad.

¡Y cómo no serlo! Imagínese usted que Diamandis se graduó de biología molecular e ingeniería aeroespacial en el MIT y después obtuvo su título de médico de la universidad de Harvard. Es decir, estudió tres carreras completamente disímiles en las dos mejores universidades del mundo. Parece que la multidisciplinariedad será una de las tendencias más marcadas en los 79 años que le restan a este dinámico siglo 21.

Diamandis escribió un libro que he leído con fascinación, llamado “Prosperidad”. La obra nos muestra una visión del mundo, bastante diferente a la que la gente común y corriente percibe. Me recuerda mucho la obra seminal de Adam Smith, “La riqueza de las naciones” en la que el ilustrado filósofo escocés, se mostraba también bastante optimista sobre el futuro. ¿Y saben qué? aunque no nos parezca, Smith tenía razón.

Los datos han corroborado sus argumentos, a despecho de lo que sus detractores han dicho con posteridad. En efecto, a mediados del siglo XVIII, un 95% de la población mundial era pobre y el 70% de las familias padecían pobreza extrema. La gente tenía en ese tiempo una esperanza de vida de apenas 45 años y solo la gente muy rica, como el propio Smith, podían aspirar a pasar de los 60 años.

Enfermedades, guerras, pestes y terribles catástrofes, habían hecho del mundo hasta entonces, un lugar difícil para la sobrevivencia, pero la revolución industrial llegó para cambiar esa realidad, de manera que hoy, 270 años después de Smith, el ingreso de la gente en todo el planeta se ha multiplicado por 10, la esperanza de vida aumentó en casi 30 años y, aunque no parezca, las guerras han disminuido ostensiblemente.

Quizás a estas alturas, algunos de mis lectores estén a punto de interrumpir el artículo y mandarlo a la basura digital. ¿Cómo se atreve este a decir que el mundo está mejor ahora que antes? Se dirán, -tanta gente pobre, las guerras y rumores de guerra, la hambruna que padecen los venezolanos, somalíes y coreanos del norte, la COVID-19 y sus secuelas y un largo, etc. Cierto, pero, aún así, la evidencia empírica revela que el mundo nunca había sido tan próspero como ahora.

Diamandis, al igual que Smith, se atreve a pronosticar que el ser humano ha llegado a desarrollar tanto y de forma tan eficaz la tecnología, que la curva de prosperidad global se mantendrá tercamente creciente y que, a pesar de las amenazas que todavía se ciernen, nuestra especie sabrá solventar los valladares como hasta ahora, con más y más conocimiento y conciencia.

La pregunta obligada ahora es: ¿cuenta eso para Honduras y su vecindario? Porque, a juzgar por los datos, pareciera que somos menos afortunados que otras sociedades: la pobreza persiste, las enfermedades siguen ensañándose con millones de familias, especialmente con niños y ancianos, el desempleo, la inseguridad y la desigualdad social parecen no tener remedio.

¿Será que, como dicen algunos, la abundancia de la que habla Diamandis se limita a un pequeño grupo de países -no llegan a ser 30 de casi 200 que hay en el mundo- y el resto debemos conformarnos con vivir en la pobreza?

La respuesta es un rotundo no. En rigor, Honduras y otros países hemos tenido progresos importantes a lo largo de la historia, quizás no en la medida en que deberíamos, pero si usted compara el ingreso per cápita, la esperanza de vida e incluso el logro educativo de los hondureños de hace 70 años, con el de hoy, verá que en efecto ha habido mejoras.

En 1950, el ingreso promedio de los hondureños rondaba los 800 dólares anuales (ajustado al valor del dólar en el 2010), hoy es de 2,500; la esperanza de vida al nacer era de 55 años, hoy es de 72; y la escolaridad promedio entonces era de 2do grado, hoy es de 7mo grado.

Estábamos y seguimos estando en la cola del mundo. No hemos sido capaces de descollar y adelantarnos en la carrera por el bienestar. Es necesario cambiar ciertas cosas para lograrlo y pienso que la coyuntura nos favorece.

Shakespeare dijo una frase memorable en su inmortal obra Julio César: “Existe una marea en los asuntos humanos, que, tomada en pleamar, conduce a la fortuna; pero, omitida, todo el viaje de la vida va rodeado de escollos y desgracias”. Yo la extrapolo a nuestra Honduras. Ojalá y sepamos aprovechar esta ola de viento fresco que la historia nos regala y hagamos cambiar nuestra ruta para que la prosperidad y la abundancia lleguen.

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