LA REALIDAD

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12 de diciembre de 2021
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12:08 am
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LA REALIDAD

DESDE tiempos inmemoriales los seres humanos buscan explicar o atrapar la realidad, ya sea cercana o lejana. Primero por medio de las teogonías y de los mitos orales, mayormente relacionados con el entorno natural de cada comunidad. Siglos más tarde, al inventarse la escritura en el contexto de las primeras civilizaciones, prevaleció una especie de depuración teológica por la vía de las interpretaciones y “verdades reveladas”, al grado de ocuparse del movimiento de los astros, de las estaciones y de la subsistencia de los seres humanos después de fallecidos, con una máxima representación simbólico-concreta en las pirámides egipcias y en las de los indígenas prehispánicos.

Al emerger la filosofía y las ciencias particulares, los pensadores se dieron a la tarea de percibir, escribir y ordenar la realidad circundante racionalmente, es decir, el cosmos, con altos grados de abstracción mental. Los historiadores y los antropólogos primigenios, por su parte, recorrieron largas distancias a fin de conocer diversas culturas e intentar describir los comportamientos humanos, tan diferenciados unos de otros, y muchas veces contradictorios. Tales experiencias se convirtieron en buenos ingredientes para los refinamientos filosóficos respecto de las conductas humanas frente a sus entornos inmediatos y frente al mundo en general.

De lo anterior se puede derivar que la realidad, en una primera etapa, comenzó en el interior de las sociedades humanas primarias y terminó en las mismas sociedades más o menos maduras, con sus expresiones artísticas, su poesía de alto nivel, sus cosmovisiones particulares y la filosofía trascendente. Esto significa, entre muchas otras cosas, que la realidad presenta varios ángulos y que existen cuando menos cuatro caminos, incluso en la actualidad, para llegar a ella. Como decía un escritor olanchano, la realidad es “multilátera”. Por eso se requiere del auxilio del “Logos” o de la lógica.

Aquellos que pretenden observar el mundo desde un solo ángulo, caen en fijaciones mentales casi insuperables, y caen también en la tentación de hacerles daño a las personas que se niegan a compartir ese ángulo excluyente de observación. A eso se le llama “pensamiento único”, ya se verifique sobre nuestro terruño inmediato, el vecindario geográfico o sobre regiones localizadas al otro lado del planeta. Tal “pensamiento único” ha aparecido y reaparecido, con diversos colores, a lo largo y ancho de la historia humana. Y aunque a veces los lenguajes parecieran distintos, en el fondo las personas con fijaciones mentales insalvables son, por regla general, intolerantes, y cuando adquieren una cuota sustantiva de poder, se ensañan al extremo con personas que perciben la misma realidad desde otros ángulos y desde otras trayectorias o perspectivas.

La cruda realidad inmediata puede disgustarnos. Pero si somos personas racionales trataremos de buscar sus raíces, sus procesos y de interpretarla y unificarla conceptualmente, es decir, lógicamente, según las curvas y zigzagueos de la historia universal y de cada país. No según nuestro placer personal inmediato. Porque el deseo de conocer el mundo en sus distintos caminos y percibirlo por todos sus lados posibles como si se tratara de un poliedro, es con el objetivo de encontrar la realidad o la auténtica verdad en medio de los embates confusos de la adversidad. Esto es, en lenguaje popular, una especie de “piedra filosofal”, de la cual hablaban los alquimistas ingenuos de la “Edad Media”. E incluso de los renacimientos europeos.

Conocer la realidad del mundo significa conocer los cambios bruscos y las cosas permanentes, es decir casi inmutables, de esa misma realidad. Todo por alcanzar y conservar el sagrado concepto de “libertad” que los hombres han buscado desde los comienzos de la historia humana, a fin de trascender los pequeños detalles que nos atrapan como una telaraña semanal. Decimos lo anterior convencidos que ahora mismo resulta harto difícil interpretar la realidad con la explosión de las redes sociales.

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