Del lado correcto de la historia

MA
/
18 de diciembre de 2021
/
12:47 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Del lado correcto de la historia

Julio Raudales

El equipo que lidera el proceso de transición que culminará el 27 de enero próximo, habrá tenido tiempo de “pulsar”, aunque sea de forma sucinta, la paupérrima situación en que la actual administración dejará las finanzas públicas del país.

Probablemente estarán más que asustados, aunque ya se preveía que las cosas no serán sencillas. Los problemas de un país crecen geométricamente cuando sus autoridades eligen convertirse en una autocracia ineficiente y corrupta, como la que ha gobernado los últimos ocho años.

Pero el asunto va más allá de lo que los diarios y noticieros informan, así que no es necesario, por ahora, caer en devaneos tautológicos sobre la crisis de la ENEE, la deuda pública, o el saqueo que seguramente se estará haciendo, mientras usted lee estas líneas, del tesoro público y de cuanto valor se considera útil para administrar el país en el futuro inmediato. ¡Así han sido siempre las transiciones! Y seguramente esta lo será más.

Es importante entonces, llamar la atención sobre otros elementos estructurales y por ende más importantes, aunque quizás menos urgentes que las bombas fiscales que estarán dejando los sicofantes que hoy se preparan para abandonar el poder.

Tal vez muchas y muchos querrán rehuir de algunos temas que serán cruciales para el futuro, pero hay que enfrentarlos si es que la nueva administración desea dejar huella en la historia de esta desventurada Honduras.

Se trata de lo que los técnicos llaman Clasificación Económica del Gasto Público.

Lo primero es la planilla salarial y el problema del servicio civil. ¿Cómo hacer para vislumbrar, aunque sea de manera parcial, un sector público comprometido, profesional y honesto? La verdad es que el país nunca lo ha tenido y de ahí se deduce lo difícil que será revertir la fama tan negativa que en general tiene la burocracia.

La situación es complicada, ya que la costumbre de dedicar una buena parte de los impuestos que paga la ciudadanía, a mantener una burocracia inoperante es ancestral. Por cada lempira que usted paga al fisco en concepto de impuestos, más de cuarenta centavos sirven para pagar salarios y el problema es que, muchas de las personas que usted paga, no hacen prácticamente nada para justificar su salario.

Esto se debe en parte a la inexistencia de procedimientos modernos para el adecuado reclutamiento del personal que labora en el Ejecutivo y, fundamentalmente, a que los puestos de trabajo son el botín más importante para quienes trabajan en la campaña política de los partidos.

Y es que lo único concreto de los políticos que cada cuatro años luchan por conquistar o retener el poder, es un puesto de trabajo para quien se comprometa a ayudar. Es terrible, pero no debe de extrañarnos si tomamos en cuenta que, en Honduras, 7 de cada 10 trabajadores carecen de un empleo digno.

Es menester, por tanto, que las nuevas autoridades realicen una auténtica reingeniería del servicio civil. Esto implica un esfuerzo serio, abandonar la abyecta costumbre de ver las secretarías de Estado, institutos, direcciones o empresas públicas, como una simple manera de pagar favores políticos.

No se trata tampoco de dejar allí a quienes han estado trabajando durante la última década. Hay que comenzar por definir cuales son las instituciones necesarias y dentro de ellas, perfilar los puestos con criterio profesional. No será fácil, pero si el nuevo gobierno quiere cambiar el rumbo desorientado que hasta ahora ha tenido la administración pública, deberá comenzar por allí.

El otro elemento estructural de gran valía es la inversión pública. En realidad, ninguna administración pasada ha tomado en cuenta esta variable crucial para mejorar las condiciones de vida de la gente. Aunque existe una dirección que se encarga de este tema en la Secretaría de Finanzas, no se le ha dado el apoyo político y técnico necesario para que cumpla su deber con eficacia.

Este gasto de capital es crucial para generar crecimiento, pero en el país no existe una cultura de inversión adecuada. Revertir esta realidad no será fácil, pero hay que comenzar.

Lo primero es centralizar el proceso y eliminar la dispersión. Es decir, se deben eliminar las oficinas paralelas que, sobre el tema, pululan en Casa Presidencial y otras instancias, concentrar los esfuerzos en la definición de prioridades y erradicar de una vez, la terrible costumbre de llamar inversión a la entrega de bonos y demás dádivas con las que los gobiernos irresponsables hacen propaganda política.

No será fácil abandonar los vicios del pasado. Quienes alguna vez lo intentamos, fuimos rasurados por los politicastros de turno. Todo depende de la voluntad de quien maneja el tinglado gubernamental y esta vez, la gente espera que la presidenta tome las riendas con la entraña valiente que caracteriza a las mujeres. Esperemos que sea así para que demuestre que está en el lado correcto de la historia.

Más de Columnistas
Lo Más Visto