GOTAS DEL SABER (65)

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18 de diciembre de 2021
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12:39 am
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GOTAS DEL SABER (65)

Vicente Mejía Colindres a Carías Andino: “DESEO QUE EN ESTE CARGO SEAS MENOS INFORTUNADO QUE YO”

Juan Ramón Martínez

I
“El 1° de marzo (de 1827) tomó posesión del gobierno (del Estado de Guatemala), don Mariano de Aycinena, jefe popular electo, según lo había declarado la Asamblea en Decreto de 7 de febrero anterior. Este sujeto pertenece a la única familia titulada que se conoció en Guatemala durante la dominación española; cuya circunstancia, así como también de haber recaído algunos de los nombramientos para los primeros destinos del Estado, en individuos de las familias nobles, dio mucho crédito a los rumores que los liberales hicieron correr en las provincias, atribuyéndole a los serviles el proyecto de constituir la República bajo un régimen verdaderamente aristocrático. Aycinena tenía la recomendación de contar entre sus ascendientes algunos personajes que se habían distinguido por su amor al país y por actos de beneficencia muy marcados; él mismo como regidor del Ayuntamiento de Guatemala, se había señalado en 1821 trabajando activamente en favor de la independencia; pero hizo olvidar sus servicios a tan justa causa por el tesón con que promovió después el sometimiento de su patria al imperio mexicano, de cuyo jefe solicitó una pensión vitalicia”.

II
El 22 de noviembre de 1824, se emitió por la Asamblea Constituyente, la Constitución Política de la República Federal de Centroamérica. Esta era constituida por las exprovincias, ahora convertidas en estados federados: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Todas, hacía muy poco, provincias de Reino de Guatemala. En la Constitución Política, se establece que el Poder Legislativo estará integrado por dos cámaras: Un Congreso Federal, compuesto por representantes elegidos por los pueblos y un Senado, integrado por dos senadores, elegidos por cada Estado y que tendría como función básica, sancionar la ley. Por su parte el Poder Ejecutivo sería representado por un presidente y un vicepresidente elegidos por los pueblos. Una Corte Suprema de Justicia, con miembros elegidos por el pueblo, constituiría el Poder Judicial. Por su parte, en los estados federados, habría un Jefe de Estado un vicejefe, una Asamblea Legislativa, un Consejo Representativo que cumpliría la función de un Senado y una Corte Superior de Justicia. No cabe duda que, aquí, en esta Constitución se encuentra el origen de los males de la República Federal de Centroamérica. Porque amparada en ella, los presidentes federales, entraron en dificultades y peleas con los jefes de los estados y se inició la larga guerra civil que dio al traste con la experiencia federativa, 15 años después.

La Asamblea Legislativa que elaboró y aprobó la primera y única Constitución Política Federal de Centroamérica, era presidida por los diputados siguientes: presidente, Fernando Antonio Dávila (Guatemala); Vicepresidente, José Nicolás Irías (Honduras) y Secretarios, José Antonio Larrave (Guatemala), Mariano de Córdova (Guatemala), José Beteta (Guatemala) y Juan Francisco de Sosa (El Salvador). Los diputados hondureños que suscribieron la Constitución además del diputado Irías fueron los siguientes: Juan Miguel Fiallos, Miguel Antonio Pineda, Juan Esteban Milla, José Jerónimo Zelaya, José Francisco Zelaya, Joaquín Lindo, Pío José Castellón, Francisco Márquez, Próspero Herrera y Francisco Aguirre. La Constitución a la que hacemos referencia, ese mismo día, 22 de noviembre de 1824, fue sancionada por el Poder Ejecutivo, en las personas del triunvirato que integraban, José Manuel de la Cerda, Tomás O’Horán y José del Valle.

III
El 25 de noviembre de 1846, el expresidente de El Salvador, general Francisco Malespín, fue asesinado en la población salvadoreña llamada San Fernando, en la frontera con Honduras, en una reyerta ocasionada por su comportamiento alcohólico irregular. Malespín siendo presidente de El Salvador, luchaba en Nicaragua en procura de capturar a los generales José Trinidad Cabañas, Gerardo Barrios y otros miembros de las fuerzas morazánicas que habían sido derrotadas en Costa Rica y conocidas como los “coquimbos”. Estos, abandonaron Nicaragua y regresaron a El Salvador en donde entre otras cosas, animaron al vicepresidente, Joaquín Eufracio Guzmán, para que se apropiara del cargo, desconociendo la autoridad y la investidura de Francisco Malespín, para lo que contaron con la simpatía y el apoyo del obispo Jorge Viteri que, tiempo antes, había sido expulsado de su país y al cual se consideraba como su permanente enemigo. Ante tal cuadro, Malespín, atravesando el río Sumpul, en el departamento de Gracias, el 1 de noviembre de 1846, invadió acompañado de treinta hombres, El Salvador. El grupo invasor, probablemente considerando que las posibilidades de tener éxito en la acción militar eran muy limitadas, rápidamente se desintegró de forma que cuando Malespín llegó a San Fernando, solo iba acompañado de tres oficiales y un asistente. Estando allí, Malespín y sus acompañantes fueron a beber aguardiente a un estanco en San Fernando. Subido de copas el general Malespín, que tenía “mal trago” y en una discusión, disparó su arma en contra del ciudadano Fernando Galdámez, originario y residente en San Fernando. La población, ante tal hecho que consideró un acto abusivo, se indignó y se lanzó en contra de Malespín y sus acompañantes. En la refriega, resultó muerto el expresidente Malespín y herido gravemente uno de sus acompañantes llamado Francisco Sáenz. Una vez que los vecinos se dieron cuenta que a quien habían dado muerte era un expresidente, cuya cabeza le había puesto precio el gobierno salvadoreño, “dispusieron llevar la cabeza del difunto hasta San Salvador para que la viera el presidente de la República, doctor Eugenio Aguilar, y al fin de evitar que se les descompusiera, la frieron en una paila con aceite. El gobierno liberal del doctor Aguilar, ordenó que la cabeza metida en una jaula fuera exhibida en las calles de San Salvador y en un manifiesto dijo el presidente: Francisco Malespín, el mayor asesino y el malvado más grande que produjo Centroamérica, descendió del poder a que había ascendido por una serie de crímenes en medio de la execración popular. El gobierno recompensó con largueza a Fernando Galdámez, elevó al pueblo a la categoría de villa y durante dos años fueron exonerados sus vecinos de todo cargo concerniente con el ramo de guerra” (Cáceres Lara, 1980, 394). Eran tiempos violentos, la forma de hacer política, y la falta de consideración por la vida humana, que siguieron al asesinato de Francisco Morazán en San José de Costa Rica, cuatro años antes. Tiempos que, se repetirán en la historia, de casi todos los estados y, especialmente en Honduras, Nicaragua y en El Salvador.

IV
William V. Wells, visitó Honduras, enfocado en Olancho y fundamentalmente en el río Guayape en 1852. Estimulado por la fiebre del oro ocurrida en California, vino a buscar oro. Cinco años después, en 1857, publicó, “Explorationes and aventures in Honduras” en Nueva York. En 1960, el Banco Central de Honduras, hizo la primera edición en español, la que se reeditó en el 2021 en ocasión de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia. Es un libro interesante que muestra especialmente lo que entonces era Olancho, destacando las figuras más sobresalientes de la política y la economía del extenso departamento. Además de los Zelaya, que eran las figuras dominantes para entonces, Wells, retrata al señor Francisco Garay, rico hombre de Juticalpa, aficionado entre otras cosas, a los toros. “Era el creso del departamento de Olancho, el propietario de diez mil cabezas de ganado y de seis haciendas, entre las cuales figuraba y extensa de La Herradura… Nuestro anfitrión, después de volver a su hamaca encendió un igarro y yo, brevemente le informé acerca del objeto de mi visita y de los sucesos mundiales en general. Aquí estaba ante un hombre de corazón sencillo, hospitalario, de cabellos blancos y de un aspecto gentil, que nunca había salido más allá de las fronteras de Olancho en su larga vida de ochenta años. Solo su ganado, si se estimara su valor en la medida que lo pudiera hacer un propietario de haciendas después de los descubrimientos de oro en California, se contaría como una fortuna principesca y esto sin incluir los incontables hatos de mulas y caballos y las leguas de las más ricas tierras en una de las regiones más sanas y pintorescas del mundo”. (William V. Wells,1960: 273).

V
Como lo hemos probado en la revisión histórica que hemos venido haciendo en los últimos meses, los fraudes electorales no son un invento moderno. La República Federal, inició su andadura, con un fraude en que la víctima fue José Cecilio del Valle. La trampa estuvo en la contada. “En octubre de 1932 se practicaron las elecciones para autoridades supremas. Debo de hacer constar que hubo libertad en dichas elecciones, por lo menos en San Pedro Sula y las ciudades grandes; se practicó el sufragio con entera libertad, no dudo que en algunos pueblitos del interior del país algún comandantillo haya querido imponer al candidato de sus simpatías, pero en lo general fueron libres las elecciones que dio el gobierno del doctor Mejía Colindres ese año”. (Chalo Luque, Las Revoluciones en Honduras, 1982: 69). Concurrieron a esas elecciones dos candidatos: José Ángel Zúñiga Huete por el Partido Liberal, en el gobierno y por la oposición Tiburcio Carías Andino del Partido Nacional Cariísta. Ganó este último. Los militares liberales se alzaron en contra de su propio gobierno para impedir que le entregaran el Ejecutivo a Carías. Mejía Colindres, con apoyo del ganador y armas proporcionadas por El Salvador, derrotaron a los mayores de plaza insubordinados. Y Carías Andino recibió la titularidad del Ejecutivo el uno de febrero de 1933. Y solo después de 16 años, al frente del Ejecutivo, Carías Andino que había perdido el favor de los Estados Unidos, eligió a Gálvez para que lo sucediera, en la intención de regresar al mando en 1954. Pero no lo logró, porque Gálvez tenía su propio proyecto continuista.

 

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