Sin crecimiento y ahorro, cero bienestar social

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18 de diciembre de 2021
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12:49 am
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Sin crecimiento y ahorro, cero bienestar social

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Tras doce años de gobiernos nacionalistas y con un país deprimido en lo social y en lo económico, han comenzado a surgir inquietudes sobre el rumbo que tomará la presidenta Xiomara Castro para impulsar el crecimiento económico y la inversión social de la que tanto presumen los regímenes de izquierda.
Desde luego que las decisiones no son facultad únicamente de la presidenta, sino también de sus equipos técnicos que ya comenzaron a trabajar en los diferentes temas económicos, de la mano de ciertos líderes empresariales. Las nuevas políticas, que estamos ansiosos por ver, marcarán el ritmo al que iremos caminando en cuatro años de gobierno, ya sea pendiente abajo, o aumentando progresivamente la renta nacional. Y a partir de este punto decisivo, veremos de qué madera está hecha la nueva administración, cuya visión central es la aplicación de una política social de corte socialista. Y ahí radica el error.

Normalmente, los economistas suelen hablar de seis o siete “metas sociales de la economía” que todo gobierno deberá implementar para poder cumplir con los compromisos en función de un presupuesto sano y vigoroso. Pero ese presupuesto no se hace de la nada. La primera de estas metas es el crecimiento económico, sin el cual, es imposible alcanzar objetivos sociales en salud y educación, lo que implica disponer de recursos frescos que provengan de una alta productividad empresarial o de un incremento en la inversión privada extranjera o local. Los resultados de un crecimiento económico, como sabemos, se reflejan en una mejor distribución de la riqueza generada y en una mejor calidad de vida en la población.

Sin un mercado fortalecido, será imposible ejecutar los planes y programas, a menos que la inyección provenga de los eternos préstamos multilaterales o de los países amigos. Suponemos que esta será la fuente financiera del nuevo gobierno, porque no creemos que las inversiones prometidas por la administración de Biden y Kamala Harris sean la salida para revertir la pobreza No, al menos en cuatro años. En vista de ello, suponemos que los “paquetazos” económicos o las medidas fiscales, serán la única alternativa para generar ingresos en los primeros años, mientras el PIB se recupera de a poco. El expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, figura emblemática de la izquierda no tuvo más opción que seguir este camino, punzante pero necesario en la llamada “fase de estabilización económica”.

La otra meta social, tan importante como aquella, es la llamada eficiencia económica, de donde advertimos que el ahorro en el gasto será un factor decisivo. Ahí, tendrán que apretarse la faja todos los militantes chamberos y los sectores organizados que extorsionan a los gobiernos con los famosos bonos, exenciones y subsidios. En esa fase deben revisarse los viáticos desmesurados, las exoneraciones, los aumentos salariales y la supresión de instituciones que no agregan valor a la sociedad, y que son, más bien, nidos donde pululan miles de “paracaidistas”.

Mientras los líderes empresariales contribuyan con sus propuestas de ahorro e inversión, el nuevo gobierno deberá posibilitar todas las condiciones para seguir el rumbo hacia el crecimiento económico, que no siempre resulta exitoso, por diferentes razones. La peor de ellas es hacer a un lado las medidas de frugalidad del gasto y volcarse hacia un populismo despilfarrador, solo para lucir identificados con las clases empobrecidas, repartiendo la plata a sectores organizados, y permitiendo que cualquier pataleo de los grupos progresistas desemboque en la creación de partidas especiales que saldrán, obviamente, del trabajo tesonero de empresarios y trabajadores de clase media.

Aunque guardamos ciertas dudas sobre la efectividad institucional de la nueva administración, no está de más aguardar por los resultados del primer año que serán suficientes para indicarnos el derrotero inicial en materia económica. No olvidemos que nuestros políticos prefieren echar mano de la retórica insulsa y vacua que gana mentes y corazones, que legislar para revolucionar la economía. Piensan y actúan como los gobiernos de hace treinta años decretando privilegios que obstruyen el verdadero camino hacia el crecimiento y el bienestar social.

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