APACIGUAR LOS ÁNIMOS

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19 de diciembre de 2021
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12:45 am
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APACIGUAR LOS ÁNIMOS

RESULTA fácil amenazar con actitudes revanchistas a personas indefensas. Esto lo hemos observado en el curso de toda de la historia humana. Incluso antes de la historia, en momentos puramente evolutivos. Por regla general ese tipo de amenazas proceden de personas conocidas, de “amigos” y parientes. O de las tribus instintivas. Así que, desde esta perspectiva singular, según las sagradas escrituras, “Nada nuevo hay bajo el sol”.

En los tiempos modernos, supuestamente más civilizados que los anteriores, también se han registrado evidencias de expresiones inhumanas extremas. En la misma “revolución francesa”, en los pocos años del “terror”, los partidarios fanatizados de la revolución disfrutaban llevar a la guillotina a sus mismos correligionarios, por pequeñas diferencias administrativas o de opinión. Era la época en que se alzaba como bandera el principio tripartito de fraternidad, acompañado al de libertad e igualdad. Pero los mismos líderes y dirigentes se comportaban “infraternalmente”, no sólo contra los adversarios, sino contra sus propios amigos. El eterno policía José Fouché, fue el máximo exponente de este doloroso fenómeno.

Pero la época del “terror” en Francia, en que todo mundo tenía miedo de expresar sus más mínimas opiniones, por fortuna fue transitoria, pues al final de la tarde el genial militar y estadista Napoleón Bonaparte, se encargó de ponerlos a todos los bandos en el lugar correcto que les correspondía, sobre todo a los más sanguinolentos. Por otro lado Bonaparte, aun con sus errores, universalizó el lado positivo de la “revolución francesa”.

El siglo veinte, en cambio, fue más doloroso y prolongado en sus momentos de atrocidad ideológica y étnica revanchistas, con desenlaces fatales para todos los grupos que iniciaron las acciones masivas de violencia extrema contra personas indefensas, en tanto que sus acciones se convirtieron en bumerán contra ellos mismos. Los resultados de la “Segunda Guerra Mundial” vinieron a poner un poco de orden. Sin embargo, un ejemplo más cercano en el tiempo es de la “Revolución Cultural China” en la década del sesenta del siglo pasado, y el otro es de las atrocidades etno-ideológicas cuando se desencadenó la autodesintegración confusa de Yugoeslavia, a finales del siglo veinte.

Los abanderados de la “revolución cultural” eran mayormente jóvenes fanáticos e iletrados, que atizados por el mariscal Lin Piao y cuatro individuos más, arremetieron contra los profesores universitarios, contra empleados del Estado, contra la libertad de expresión y contra algunos de sus propios dirigentes moderados. Pero al final, cuando ya estaban masivamente descarrilados, los dirigentes y los líderes más cuerdos los llamaron al orden, los apaciguaron y los devolvieron a sus lugares de origen. Muchos de esos jóvenes de la vieja “guardia roja” que atacaban a todo lo que se les ponía enfrente, hoy, ya viejos y maduros, se arrepienten de sus propias atrocidades. Varios de ellos, ahora mismo, se han convertido en grandes profesionales o en capitalistas que invierten sus caudales para generar empleos masivos incluso dentro de una sociedad “socialista”. Esas son las vueltas de la historia en cualquier parte del mundo.

Es comprensible la alegría y el triunfalismo transitorios. Pero con las cosas horrendas que se leen o perciben en las “redes sociales”, es oportuno que los dirigentes y los líderes apacigüen y llamen al orden a sus seguidores más fanatizados, en tanto que están amenazando a todo mundo, a pesar que se ha hablado, en estas últimas semanas, de conciliación nacional. Por experiencia histórica sabemos que, por regla general, los acusadores esconden algún defecto inconfesable o han sido parte de los engranajes de aquello mismo que acusan. Y es aquí, precisamente, en donde intervienen, o debieran intervenir, los dirigentes más cuerdos y aquellos que supuestamente saben algo de verdadera política o de historia, haciendo llamados a la cordura, en dirección a la búsqueda de los mejores senderos que la patria, de todos los hondureños, necesita para avanzar realmente hacia un futuro promisorio.

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