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24 de diciembre de 2021
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12:50 am
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El descuento

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Óscar Armando Valladares

A Isis y su princesita de cinco años, Luciana, quien tirita de frío en Madrid, donde vacaciona y hace manitas con Allegra, la linda niña de pecho, obra maestra del pintor Gabriel Galeano e inspirada por Josie, su encantadora media naranja. También a Gladis, por dar su blanco grano de arena.

Una venta de libros. Altoparlantes vociferan dando noticias de las últimas novedades editoriales y de los más insólitos best-sellers. ¡Entren, señores! ¡Pasen! ¡No pierdan la ocasión de enriquecer sus bibliotecas! ¡Toda compra de libros tendrá un descuento del veinte por ciento y del cincuenta para los escolares!
Una niña.

Se ha detenido frente a uno de los escaparates especializados en literatura infantil.
Acaba de encontrarse una moneda y quiere invertirla sabiamente, pero aún no logra decidirse entre su anhelo de gastarse el dinero en algo útil o regodearse con golosinas y refrescos. Pasa un buhonero gritando a voz en cuello: ¡chocolates! ¡Galletas! Otro salmodia: ¡helados!, y un megáfono anuncia: ¡mil cuentos infantiles a precios módicos!

La niña duda aún. En su manita sigue, bien apretada, la moneda.
¡Tantos libros fantásticos! ¡Volúmenes preciosos lujosamente encuadernados y con ilustraciones bellísimas! Deben costar un dineral. Piensa: tendré que contentarme con algo moderado, de pocas páginas y de muy bajo precio. Claro que ella no va a ser tan tonta como para dejarse engaratusar. En el momento oportuno hará valer sus fueros de compradora.

Resuelta al fin, procura seleccionar lo mejorcito dentro de sus escasos recursos adquisitivos.
Mira pacientemente las distintas portadas y al abrirlas penetra en fabulosos castillos, se hunde en el mundo de sus sueños. Entre los tintes detonantes de los dibujos pululan duendes, silfos, monstruos y diferentes héroes del reino de las hadas.

Algunas de las láminas le parecen a la niña descoloridas. Piensa: ¿serán libros usados? ¿Los darán más baratos? Escoge uno en cuya tapa a colores un terrible dragón tiene cautiva a una princesa indefensa.
Lo hojea con parsimonia. Lo manosea. Lo huele.
El librero no la pierde de vista. A lo mejor es una pilluela de las que nunca faltan. Se aproxima a ella por si acaso intenta escapar.

Notándolo acercarse, la muchachita le muestra el cuadernillo escogido y le pregunta con inusual desplante:

-¿Cuánto cuesta este?
-¡Cinco centavos! -dice el librero-, despreciativamente.
Recordando que debe defender sus intereses, la niñita arguye:
-¿Y con el descuento?

Tomado de sorpresa, el vendedor no sabe si indignarse o reírse. Opta por lo último y… le regala el libro.
Con ligeros retoques, el corto episodio cuentístico pertenece a la autoría del escritor panameño Rogelio Sinán, seudónimo de Bernardo Domínguez Alba, uno de los cultores del vanguardismo literario latinoamericano. El libro, A la orilla de las estatuas maduras y el cuento La boina roja, ejemplifican la riqueza expresiva de sus temas.
La trama cándida de Sinán desazona más este día dicembrino, cuando tantos niños y jóvenes han de querer una merma -un descuento- al infortunio que arrastran en esas calles arriesgadas y en esos largos caminos que van hacia otros mundos, porque en los suyos -en los bajos mundos suyos- no hay rebajas que valgan ni regalada mesa que conceda este orden mezquino y, para todos, desalmado.

Cierto: al cabo de 12 años de irrespirables desventuras, ábrase una luminaria; pero, es tal el abandono aglomerado y tantas las heridas por restañar y tan fuerte, además, el designio de quienes buscarán impedir un mínimo cambio social que el animo se amedrenta y la esperanza flaquea en momentos aflictivos. Que la luz de un año nuevo disperse estas angustias y dé su lumbre con que el gobierno emprenda cuanto sea menester y palie la suerte adversa de las clases amoladas de la sociedad.

Por ahora, la Navidad imprime su aire de solaz acostumbrado, aunque en muchos hogares alterne con la nostalgia por sus seres ausentes… en nuestro caso, resentimos la falta de por vida de amigos y parientes, en especial de Carlos Enrique, Trinidad y Abraham Valladares, prontos en prodigarnos la excelsitud del amor y sus atenciones proveedoras. A ello la gratitud sin fin de hermanos, hijos, nietos y biznietos.

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