In excelsis deo

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27 de diciembre de 2021
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12:01 am
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In excelsis deo

Lucem et Sensu

Por: Julio Raudales
Economista y sociólogo, vicerrector de la UNAH.

El futuro se construye siempre sobre expectativas y experiencias, es decir sobre sueños y memoria. En Honduras estamos apenas comenzando a entenderlo en este improbable 2021, el año del Bicentenario espurio y repleto de terribles augurios, al final las cosas nos salieron bien. Vale la pena aprovechar las fiestas para retomar la esperanza por una sociedad mejor.

A propósito de expectativas, la metáfora de la natividad se aviene bien al espíritu esperanzador que rodea estos días. El mito de un viaje en que tres migrantes buscan en Belén lugar para construir su mundo y traer paz al de la humanidad, debe hacernos recordar la importancia de hacer del entorno que habitamos, un espacio digno para las generaciones por venir. Allí están, María y con ella todas las mujeres, José cómo símil de todos los hombres de buena voluntad y el Niño que trae consigo la prosperidad del planeta.

La metáfora de la Navidad sigue describiendo con precisión y con fuerza la experiencia humana en la Tierra: hoy en día, cuando el mundo lucha aún con conflictos sembrados atrás, trata de reivindicar la promesa fundamental de las democracias y hace lo que puede para contener los embates de una pandemia que cumple dos largos años ya. Eso es, la metáfora de la Navidad no solo nos sugiere el contraataque de las viejas estructuras del poder, sino que nos invita a recobrar la fe en los comienzos.

Y no es necesario ser religioso para apreciar la magia en el efluvio de estos días, como un relato sobre las segundas oportunidades, sobre la vida humana como un lugar en el que nada está perdido mientras no llegue la muerte: basta pensar en los villancicos de antes y en los de ahora, y en las películas en las que alguien es redimido por obra y gracia de la Navidad, para saber que prepararse para la Nochebuena es hacerlo para una tregua y una vida nueva; basta acudir a los grandes clásicos de la narrativa navideña, a Andersen, a Dickens, a Hoffman, para asumir estos días como tiempos para renovar el exigente compromiso con la esperanza.

Bonita forma, además, de recordarnos la sempiterna lucha de las mujeres por su emancipación. La figura de María es la de la fortaleza que estamos requiriendo para reparar el planeta, para cuidar la vida en todas sus formas, para ser posibilitadores de un cambio hacia el cuidado de la casa, hacia el diálogo, hacia la inclusión, hacia el entendimiento: durante siglos, María, la madre de ese Niño que nace, nos ha estado llamando al equilibrio entre la experiencia masculina y la femenina, a darle al mundo el cuidado de una madre, pero ahora más que nunca, cuando las estructuras patriarcales se revelan insuficientes, su lucidez, su generosidad y su coraje son criterios fundamentales de vida.

Y José, ese padre adoptivo que nos recuerda que los hijos no se tienen como posesiones sino que se acompañan como vidas ajenas, como milagros, ha sido durante siglos, símbolo de desprendimiento, de fidelidad, pero en estos tiempos de replantear las masculinidades puede leerse también como un llamado al equilibrio entre los géneros su valerosa decisión de ser gregario -el personaje secundario que poco a poco va comprendiendo su función en la trama- listo a escoltar a aquellos dos que le han tocado en suerte.

Se trata, en fin, de la odisea de una familia de migrantes perseguidos por sus regímenes y por sus circunstancias, puesta al día en nuestro 2021, para que entendamos el valor con el que debemos enfrentar el futuro incierto, ahora con el brío de la experiencia y el candor de los sueños. Se trata finalmente de entender la necesidad de cambiar las cosas para bien y por el bien de nuestro país.

Vamos entonces por ese futuro que nos llama por nuestro nombre y hagamos, con actos responsables de hoy, la construcción inteligente del mañana que todos anhelamos para Honduras. ¡Feliz Navidad!

 

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