A cuidar la democracia

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28 de diciembre de 2021
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12:14 am
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A cuidar la democracia

Juan Ramón Martínez

Entre los intelectuales occidentales más progresistas, hay la idea generalizada que la democracia está en crisis. Le piden que dé mejores resultados que los que vemos: nunca antes, en ninguna época, desde la gran guerra europea, han existido más gobiernos elegidos por sus pueblos, sometidos al imperio constitucional y con los derechos ciudadanos, más respetados. De la misma manera, nunca antes, hemos tenido menos golpes de Estado, a manos de los militares que, son los únicos capaces de darlos. Las excepciones, son algunos gobernantes europeos (Bielorrusia, Rusia) y en América, Cuba y Venezuela. Porque incluso El Salvador, el más sintomático, todavía no puede calificarse como una democracia fracasada. Nicaragua y Cuba, son enfermos incurables. Y el estornudo autoritario de Trump, Estados Unidos, pudo superarlo exitosamente. China nunca ha sido una democracia, cosa que no extraña, porque no es, occidental. El fracaso de Afganistán, fue eso: un fracaso, un intento en una sociedad tribal para la que, la democracia no es semilla posible. Lo que llaman polarización, crispación e incluso comportamiento impropio, son precisamente, los terrenos en donde la democracia muestra su eficacia y oportunidad. Honduras y Chile, son ejemplos claros que no es cierto que la democracia está en retirada, que los populismos se imponen; o que gobiernos autoritarios, se están consolidando. Y que no se irán, sino hasta que sus líderes, los derriben violentamente o la muerte, los saque del foro.

En Honduras y en Chile, por diversas razones, se imponían los cambios. En el primer caso, el bipartidismo modificó a los protagonistas y en Chile, una nueva generación tomó el relevo. En Chile, que sorprendió en 1973, matando a su presidente en un golpe militar, ahora, después de una transición en que se dieron el lujo de derrotar en las urnas a Pinochet, empujándolo a dejar el poder, ha experimentado otro cambio ejemplar, propio de la democracia: una nueva generación, toma el mando, garantizando, en la voz de Boric, que como gobernante no expondrá la democracia, sino que “la cuidará”.

Las manifestaciones estudiantiles, que sorprendieron a la clase política que creía que todo estaba bien, fueron una sacudida que, un demócrata como Piñera, encausó en una sociedad en donde los recursos transaccionales y la moderación, han sido tradicionalmente frecuentes. Ahora, el domingo 19, han demostrado en ejemplares elecciones que, pueden manejar y sostener sus diferencias -porque la democracia es un pacto de equilibrios entre sectores en desacuerdo- y elegir a sus gobernantes. Muchos se sorprenden porque cambien de nombre los partidos y caen en el error de confundir la existencia de partidos, con la salud de la democracia. En Chile, la coalición democrática fue rebasada por las diferencias y nuevos grupos, nacidos en el interior del desacuerdo que impone la libertad, encabezados por nuevas generaciones, participando en elecciones, que ganan y se someten a los mecanismos del sistema. El ganador de las elecciones en Chile, se ha comprometido, en la entrada de su discurso triunfal, a defender la democracia, no ha exponerla, y convocar a un gobierno de conciliación nacional. Castro, ha hecho igual. Demostrando que, el sistema democrático funciona porque sus líderes, respetan sus reglas y aunque se polaricen sus sociedades, estas son suficientes para evitar las confrontaciones materiales que lleven al continuismo -caso de Honduras- o que renueven las élites antiguas por nuevas, como en Chile donde Boric seré el gobernante más joven de ese país.

Creemos que a los demócratas nos afecta cierta dosis de inseguridad, falta de compromiso con el relato democrático, limitado conocimiento histórico y reducida capacidad para medir resultados. La democracia que, desde el principio su valor ha sido relativizado, al decir que es el peor sistema político que nos ha funcionado bien, ha sido descalificada; pero no se ha podido producir nada mejor. Incluso los totalitarismos modernos más exitosos -el soviético que gobernó a la Unión Soviética y el chino que la usa a su manera- nunca descalificaron a la democracia, en forma total, sino que hicieron critica en la base operativa, la participación, haciéndonos olvidar que la democracia griega y la que tenemos, en realidades distintas, no tienen que ser exactamente iguales. Hace falta entonces que los demócratas recuperen el orgullo y a la democracia, se le incorpore, su carácter dialéctico y cambiante. Y que mantengan los nervios en su lugar y la cabeza firme.

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