Tristeza

MA
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28 de diciembre de 2021
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12:17 am
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Tristeza

Arístides Mejía Carranza

Este escrito no está dirigido a los ligeros de espíritu pero sí a los que se quieran iniciar en la más grande de las aventuras que pueden vivirse sin moverse.
El gran editorialista de este medio se lamenta en su editorial “La felicidad” que las mayorías estén obsesionadas con el uso de sus telefonitos y con la subcultura de las redes.
Subcultura porque allí todo es inmediatez, mucho lucimiento y no poco egocentrismo. Es consumo de imágenes y textos breves -cada vez más breves-, para enterarse del mundo que circunda en un abrir y cerrar de ojos, como un flash, sin reflexión, ni profundidad.

Puesta aparte su indudable utilidad como instrumento de comunicación sirve igualmente para difundir teorías conspirativas, calumnias, promoción de productos y de parapeto de cobardes que no dicen las cosas de frente.
Pero este es un proceso que inició hace más de un siglo, en la que la vulgaridad se impuso como si fuera un derecho.

Todo en nombre de la no discriminación, la nueva dictadura del pensamiento que descalifica lo sublime al equipararlo a lo vulgar va terminando con los últimos vestigios de la buena educación, el buen gusto y la cultura.
En este sombrío panorama lo que nos queda es salvar la lectura, actividad que nos permite alcanzar el verdadero saber y situarnos por encima de esta parafernalia nefasta.

Mencionaba el editorialista a Montaigne, nada más oportuno sobre todo si es a través de la pluma de Borges, el que para mí tendrá posteridad como forjador del pensamiento latinoamericano.
Montaigne fue un filósofo fundamental del pensamiento francés, para él la forma era parte de la esencia, porque la forma revela la intencionalidad de lo que se dice dando a ello su verdadero significado. Rechazaba las pasiones tristes, por eso su ensayo tristeza se inicia con una abjuración a este sentimiento. Creía que la discusión carecía de sentido si solo había consenso y en el más fiel espíritu helénico consideraba el debate de caballeros imprescindible para construir ideas.

Posteriormente Cioran diría de ellos: “Los franceses prefieren una mentira bien dicha que una verdad mal formulada” y añadía: “…el estilo es la arquitectura del espíritu. Un pensador es grande en la medida en que organiza bien sus ideas, un poeta, sus palabras…” “…todos escriben bien, todos ven la forma antes de la idea”.
Porque desde los griegos, pocas ideas son originales, casi todas y los arquetipos de nuestro pensamiento derivan de su genio, lo importante entonces, es como se formulan las ideas.
Es igualmente cierto que no deberíamos leer más que por placer, como parte del ocio tan preciado de griegos y romanos. Lo demás es trabajo.

Por ejemplo Alemania ha producido los más grandes filósofos de los últimos siglos al grado de afirmarse que la filosofía habla en griego y alemán, pero los alemanes carecen de la habilidad latina para la retórica y la escritura. Allí si son recomendables los críticos o comentadores como lo son para las obras de la antigüedad o del medioevo, la lectura de la lengua de otro tiempo dificulta la fluidez y se vuelve labor de eruditos como Borges.
El conocido filósofo Luc Ferry dice que en Francia, país donde se habla y publica sobre filosofía todos los días, habría unos 10 filósofos que comprendan plenamente a Kant. Considera que la obra cumbre de Schopenhauer, “El mundo como voluntad y representación”, es reiterativa e indigerible y yo agrego a Popper en esta lista.
Para el nuevo lector debe haber quien lo inicie, no vaya a ser que se tropiece con obras que le resulten incomprensibles y aburridas, sobre todo cuando se puede llegar a ellas con el tiempo, con la sabiduría del que ha recorrido el camino de la vida sabiendo como dice Kavafis que el viaje es mejor que el destino.

Pero la lectura es lo único que con solidez nos puede abrir el espíritu y darnos explicaciones sobre las cosas. No se trata de consumir cantidades de libros especializados, se puede ser un tonto especializado, que sabe todo de una sola cosa y nada de lo demás. Tampoco dedicar la vida solo a la lectura, como todo exceso ello impide aprovechar lo aprendido, Schopenhauer desaconsejaba caer en la comodidad de disfrutar de las ideas ajenas y vivir de la fantasía de otros sin producir algo de su propia reflexión.

La lectura llevada a cabo con algún espíritu crítico y de ilustración debería hacernos más fácil la comprensión del mundo en que estamos y de nosotros mismos. La lectura nos permite ser más conscientes de nuestra insignificancia y de nuestra existencia efímera.
Como dijo Sartre la existencia precede la esencia, no somos lo que llegamos a ser sino hasta el final. No es tarde. Estamos condenados a escoger nuestro destino porque aún en las peores circunstancias siempre podemos decidir. Siempre hay tiempo para leer, un libro que nos hace felices nos lleva a otro y varios libros cambian irremediablemente el destino de cualquiera.

Quiero resaltar que pocos políticos y hombres de Estado se han interesado por promover la lectura pues es una de las cosas que pueden salvar a este pueblo abusado, engañado y vilipendiado de la forma más grotesca.
Por ello felicito al editorialista y hombre de Estado que se preocupa por ello.

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