Cuento corto: “El Desierto de los Desaciertos”

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2 de enero de 2022
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12:19 am
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Cuento corto: “El Desierto de los Desaciertos”

Autor: Alex Villela F.

Me encuentro viviendo en un lugar muy extraño, es un desierto caliente y desolado , mi casa es una cueva natural ubicada en un pequeño oasis de cincuenta metros cuadrados en donde está la única sombra de unos cuantos árboles de almendras e higueras de cuyos frutos me alimento, llegué hasta aquí huyendo de las guerras entre los Demonios de Tanzania y los Demonios Bipolares que devastaron el pueblo donde nací, cabalgué en una cebra hasta que esta murió de agotamiento, luego encima de una avestruz que murió de sed, ya en el desierto a lomo de camello hasta que este fue picado por uno de los alacranes gigantes que habitan estas estepas infernales y estériles, lo enterré bajo la arena y proseguí mi peregrinación a pie, al subir la gran montaña de Los Sueños Perdidos y lograr bajar al otro lado me encontré frente al Gran Dragón de las Tres Cabezas llamado Latigón, de la boca de una cabeza lanzaba grandes llamaradas, por otra unos sonidos estridentes que se dice han enloquecido a muchos y por una de ellas escupe un veneno pegajoso y mortal con una sola gota, esperé a que tomara su siesta y ya dormido me acerqué lentamente y en la cabeza de boca de fuego vertí un balde de arena en sus orificios nasales, en la de los sonidos enloquecedores en uno de sus oídos inserte un Violín y en la otra un Saxofón, en la última cabeza la de la boca venenosa que estaba entreabierta introduje un libro de Max Weber, al despertar el Dragón murió instantáneamente. Continué mi camino con los pocos alimentos que me quedaban: Un poco de agua, un par de Alacranes Secos, un puñado de Sompopos fritos, nueces, un huevo de Dinosaurio y dos serpientes asadas. Caminé durante semanas, en ocasiones caminaba de noche y dormía un poco durante el día y viceversa. El tiempo desapareció y no sabía si había caminado durante años o unos meses, empecé a ver espejismos como cuando vi el mar de aguas color turquesa y me desvestí y me lancé en sus olas, desperté chorreando sangre de mi sien derecha, había golpeado en una piedra en vez de zambullirme en el imaginado mar, un día el espejismo se apareció de noche en forma de un Bar hecho de madera en donde departían unos grandes etíopes con gigantes vikingos, las mujeres eran normandas, e inglesas, al sentarme a pedir agua al cantinero toda la escena desaprecio y solo quedó la obscuridad y el gélido frío de la noche del desierto. Al amanecer fui despertado por un intenso dolor en mi cuello, había sido picado por una avispa de fuego, la vi volar alejándose de mí, a las pocas horas su ponzoña hizo efecto y caí en la arena caliente hirviendo en fiebre, no sé si pasaron días o semanas, durante el día el inclemente sol clavaba su mirada en mi ojo derecho y disparaba un Rayo Rayón Látigo y creí enloquecer del dolor, durante las noches a mi alrededor revoloteaban sobre mi cabeza los murciélagos azules, perdí el conocimiento por varios días y cocinado por el sol era yo una calavera blanca viviente, al despertar la fiebre había desaparecido y vi a las aves de rapiña volando en círculos en el cielo, logré incorporarme y vi a lo lejos un oasis, pensé: no es real, es otro espejismo, sin embargo corrí cayendo de cara muchas veces en la arena ardiente hasta llegar, era un oasis real, me arrastre hasta su pequeño lago y bebí toda el agua que pude, entre en su única cueva, la cual se convirtió en mi hogar. Pasaron cinco años y un día una tribu de germanos comerciantes de arena pasó por el oasis y les pregunté: ¿saben si termino la gran guerra de los demonios de Tanzania con los démonos bipolares? A lo que respondieron: Si, ya termino, pero solo quedan escombros, todo fue quemado e incendiaron también los sueños, las esperanzas, la fe y la inocencia, amigo no vuelvas nunca a tu pueblo.

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