La fructífera vida de Miguel R. Ortega

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2 de enero de 2022
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12:23 am
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La fructífera vida de Miguel R. Ortega

Miguel R. Ortega recibiendo el Premio “Ramón Amaya Amador”.

Por: Nery Alexis Gaitán

La miel trae su ancestro de las flores
sus frutos darán el mal tarde o temprano.
Pensar que nadie escapa a los rigores
de las compensaciones del arcano.
(de Estatua de Sal)

La vida de Miguel R. Ortega ha sido larga y fructífera; 99 años de dignidad y honradez. Acaba de hacer mutis en el escenario de la vida, dejando un gran vacío entre su familia, sus amigos; y, sobre todo, para la Patria. En el campo profesional se graduó de abogado, fue funcionario público y como diplomático representó dignamente a nuestro país, en Guatemala y el Vaticano, dejando muy en alto el nombre de la patria. Fue de una extraordinaria condición humana, ameno conversador y poseedor de un profundo conocimiento de la riqueza histórica nacional; resalta su condición de pensador humanista, exquisito artista y morazanista fiel.

Acercarse a la obra de don Miguel Rodrigo Ortega es una amena tarea en la cual se encuentra a un intelectual completo, a un clásico de las letras hondureñas en su mejor expresión. Hay que decir que la altura moral y el gran amor por la patria son los pilares desde los cuales el aeda construyó su valiosa obra.

Morazanista de pura cepa, se dio a la tarea de reivindicar el nombre de nuestro máximo paladín que los enemigos de lo nuestro tachaban como un bandolero. El extenso trabajo investigativo de don Miguel, bajo el título de “Morazán, Laurel sin Ocaso”, en tres tomos, más tres libros adicionales: “El Eco del Silencio; refutación a los dicterios vertidos contra Morazán”, “Morazán Perfil Continental” y “Morazán Ante la Juventud”, ha dejado muy en claro la valía de nuestro insigne héroe nacional. Es así que con su extensa obra nos presentó a un Francisco Morazán en todo su esplendor, haciendo que brille por siempre el héroe, y por lo tanto el nombre de la Patria.

Asimismo, publicó libros de análisis jurídico y de arbitraje, a nivel nacional e internacional. En el campo propiamente de la literatura cosechó con un éxito rotundo la poesía y el cuento. Junto a don Santos Juárez Fiallos y don Felipe Elvir Rojas han sido los tres poetas que más han cultivado la forma clásica del soneto con una exquisita calidad.

Sus sonetos, plenos de belleza, acercan al lector a las profundas verdades de la vida, tamizadas por el numen poético, el ojo sabio que desnuda lo humano; engalanando la palabra certera que dispara el misterio de lo bello, estremeciendo con agrado el corazón del acucioso lector.

Del quehacer poético de don Miguel R. Ortega se ha dicho con propiedad que es un alto cultivador del verso. Citaremos solo dos fuentes. El insigne poeta Claudio Barrera expresó que “fue don Miguel quien le dio el golpe a la piñata lírica, al llenar de una belleza nueva y singular las catorce líneas del soneto”.

Y el también compañero en el cultivo de lo bello, don Felipe Elvir Rojas, con certeza ha planteado que el trabajo poético de don Miguel “es un hontanar de aguas serenas y cadenciosas; un mirarse a sí mismo y mirar a los hombres y sus hechos, con prudencia y sabiduría. La poesía de Ortega es vino nuevo para ser degustado por los amantes de las letras. Hay en ella inefable caricia de amor, dolor y angustia; y también una fresca alegría que, de acuerdo con los estados de ánimo, discurre por caminos despejados o por laberintos filosóficos, en pos del misterio y de la verdad. Ortega no es un poeta superficial, sino de abismos profundos, vale decir, de enigmas”.

“En la poesía, su predilección es el soneto, novedoso, sorprendente, con metáforas audaces y felices en su forma y contenido. Es el tallador de gemas, iluminado del buen decir y apasionado por las cosas bellas de la vida. No se conforma con ver de lejos la montaña, sino que alcanza la cima en donde escucha las arpas de los pájaros, el ritmo de limpios manantiales y el ruido de los árboles tocados por el viento”.

“Su poesía es humana y delicada como cristal de Bohemia. Traza rutas novedosas a la estética, cuyo fin último es producir belleza, a través de la palabra que el maestro maneja con exquisitez, aire de sinceridad y temblor de oculta llama que hacen llevadera la existencia. Todo eso y otras aristas recónditas, propias de un espíritu superior, encierra el mensaje lírico del ilustre compatriota”. Lo dicho, estamos frente a un poeta que cincela la belleza en cada verso que edifica.

Como narrador publicó cuatro colecciones de cuentos, teniendo un libro inédito, en donde demuestra su gran dominio de las técnicas narrativas, explorando temas de misterio, amor, amistad o desamor que lo ubican como uno de los grandes cultores del género en nuestro país. En una entrevista que le hicimos planteaba que: “Este aprendiz de narrador se inició cuando, platicando con algún amigo, me decía: ‘Ese es el tema de un cuento’. Tal vez el principio tenga algo de verdad, pero el resto es ficción. Decía Balzac que el secreto de una narración ‘está en hacer creer que lo que se lee ha ocurrido realmente’. Es posible que esa aseveración del novelista francés nos haya guiado en nuestros intentos de narrador… Acerca del cuento solo podría decirle que, en mi caso, siempre procuré contar algo arrancado de algún hecho real, después la imaginación fue tejiendo la urdimbre y me ha acaecido al relatar el suceso real, haber dudado sobre los pormenores del incidente, si tuvieron lugar en cierta forma, o cómo los tergiversé en mi fabulación”.

Es así que don Miguel R. Ortega fue un narrador con pleno sentido del oficio. Trama, acción, personajes, descripciones, están al servicio de la historia que, diestramente articulada, atrapa al lector. Lo maravilloso, lo inesperado, el influjo de un después de esta vida, evidente desde este lado de la realidad, se confabulan para entregarnos exquisitas piezas narrativas. Don Miguel, al abordar temas más allá del campo y su recurrencia, ingresa al cosmopolitismo, abordando temas de corte citadino, convirtiéndose en un renovador de la cuentística hondureña a partir de la década del setenta del siglo pasado. De esa forma, su obra narrativa adquirió gran relevancia en el desarrollo de nuestra cuentística.

En reconocimiento a sus múltiples méritos artísticos y de vida, la Academia Hondureña de la Lengua le concedió en el año 2018 el Premio Ramón Amaya Amador y le publicó una selección de su obra literaria que incluyó poesía y cuento. En esta entrega damos a nuestros lectores una muestra de su trabajo poético.

Datos biobibliográficos. Miguel Rodrigo Ortega fue poeta, narrador, ensayista y diplomático. Nació en San Marcos, Santa Bárbara, en 1922 y murió en San Pedro Sula en noviembre de 2021. Obra publicada: CUENTO: Los Instantes Sin Tiempo, México (1976), La Senda de los Sueños Sin Eco (1981), El Espejo Habitado (1985), Cuentos Para el Ayer de un Futuro (1997), Cuentos a la Orilla del Olvido (inédito). POESIA: Itinerario de las Briznas (1972), Letras en la Piel de la Espuma (1982), Oda al Libertador (1983), Voces Desde el Sur del Alba …en los labios del viento (2000). ENSAYO: El Arbitraje Internacional, Instrumento de Paz, Madrid (1958), El Valor de los Tratados Internacionales en el Derecho Interno (1964), Títulos de Adquisición de Soberanía en la Jurisprudencia y la Doctrina Internacional (1976), Golpe de Estado, Poder Constituyente y Constitución (2009). Morazán, Laurel Sin Ocaso, del cual han sido publicados tres tomos (1988, 1991, 1992). Morazán Ante la Juventud (Guía para la Cátedra Morazánica), (1991). Morazán, Perfil Continental (1992). Obra Literaria Completa (2020) publicación de la Academia Hondureña de la Lengua, al haberle otorgado el Premio Ramón Amaya Amador en el 2018.

Poema de la rosa
Escultura del viento; ígnea redoma;
manos juntas tendidas a los cielos.
Bailarina en puntillas de su aroma
con su falda de pétalos y vuelos.

Paracaídas del color. Paloma.
Bengala al estallar. Llama de velos.
Si parece mujer cuando se asoma
con rocío que es lágrima de celos.

Voluta de pasión: labios sugiere.
Su arabesco en tersura se resume.
Arcángel que al desgaire gira lerdo.

Su belleza es fugaz, pero no muere
Todo lo que recuerda su perfume
¡todo lo que perfuma su recuerdo!

Guitarra
Pozo de soledad y lejanía.
Balsa para el naufragio cotidiano.
De lunáticas penas, alcancía.
Caderas de sensual rito pagano.

Cabellera de la melancolía
que destrenza la magia de una mano.
Escafandra anegada de poesía
para bucear bondad en el humano.

Hamaca de ilusión donde se mecen
parvadas de recuerdos que florecen
con las notas: abejas de alas lerdas.

Y un nombre de mujer se oye más dulce,
si combina colores el que pulse
el sonoro arco iris de sus cuerdas.

Tu recuerdo en la tarde
Viene el ayer con sigiloso paso,
y en la saudade que el dolor aviva,
se me asoma tu imagen pensativa
reclinada en el hombro del ocaso.

¿Qué sino adverso desanuda el lazo?
Nadie responde en esta tarde esquiva;
el viento lleva su piedad furtiva
y su fólder de nubes bajo el brazo.

Habito en el pasado, y hacia dentro;
desandando el camino es que encuentro:
niebla y nostalgia de un soñar tardío.

Tatuada estás entre el adiós y el beso;
recordarte es volver: ser como un río
cuyas aguas corrieran de regreso.

Olvido
Toda mi pesadumbre la descombra
Tu voz que en mi memoria se enmaraña;
¿ninguna brizna de tu amor me nombra?
¿siquiera un eco del ayer me extraña?

Tienden los días su implacable alfombra
Ni huella habrá de mi caricia huraña.
Se deslíe tu imagen en la sombra
Como un espejo que la niebla empaña.

Si tuvo nuestro adiós sabor amargo,
Hoy ya estamos distantes, sin embargo
Dejó un hueco tenaz la despedida.

Me quedó tu sollozo arrepentido;
Y no duele el olvido de la herida,
Lo que duele es la herida de tu olvido.

Distante melodía
Vuelvo a escuchar la vieja melodía,
En su fluir se desangraba el piano;
Y haciendo olvido del adiós de un día
A ciegas trato de encontrar tu mano.

Goteaba una febril melancolía
En las cadencias de un matiz lejano,
Y una lágrima tú alma desleía,
Que tú intentabas contener en vano.

Cuánto puede expresar una romanza
Que tejiendo jirones de añoranza
Deja rescoldos de la antigua pena.

Eslabonan las notas su fragancia
Y al ir forjando musical cadena,
Nuestras vidas acerca en la distancia.

Poema del regalo sencillo
Se te acuestan las canas en un desmayo blanco:
Es que un poco de tu alma se agazapa en tus sienes.
Tienes en ti el zodiaco de las renunciaciones,
Y un raudal de palabras en tu silencio tienes.

La noche, antes, perdía concursos en tu pelo.
Yo aprendí mi tristeza en tu mirada quieta.
Y si hiciera un elogio de tu bondad diría
Que hasta me has perdonado que yo sea poeta.

Hoy es tu día, Madre, y no tengo que darte.
Hoy que recuerdo, siempre, nunca he tenido nada.
Como me siento niño te diré lo que quiero:

De noche toman clases de natación los astros,
Si me prestas tus manos me llegaré al estanque
Y para regalártelo atraparé un lucero.

Canción para su viaje
Era una golondrina su amor, y se fue apenas
Se escuchó el taconeo de las lluvias primeras.
Las golondrinas llevan el regreso en las venas
Pero en amor no vuelven nunca las primaveras.

Subido en un suspiro despetalando digo
Su nombre que es alquimia de miel y de campana.
Como ella está distante, yo ya no estoy conmigo,
Y jamás hasta ahora la sentí tan cercana.

El corazón se queda, al faltarle su apego,
Triste como la música del acordeón de un ciego,
Y gris como la risa huérfana de una esquila.

Y no sé por qué pienso que como está de viaje,
Para calmar las verdes ansias de clorofila
Se arroja a sus pupilas de bruces el paisaje.

Poema para mañana y después
Después diré: del brazo iban nuestros caminos.
En sus ojos se hacían bengalas los luceros.
Su mano que era un tenue abanico de trinos
Zurció las desveladas velas de mis veleros.

Porque llegó a mi estío como a la sed la lluvia
Mi faro editó islas de una humildad de malva.
Era la voz morena y la melena rubia
Como la campanada que llama a misa de alba.

Ella fue por la ruta vertical de su horario,
Yo seguí, dando tumbos, mi loco itinerario,
Y me voy desangrando de recordarla tanto.

Y aunque su amor se fugue como aroma en la brisa
Aquí, junto al presente, me devuelve su risa
Un ave que improvisa rúbricas con su canto.

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