Sobre obligadas esperanzas

MA
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4 de enero de 2022
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12:06 am
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Sobre obligadas esperanzas

Juan Ramón Martínez

He estado casi un mes fuera de Honduras. No alejado de sus problemas. De hecho, como soy muy mal turista, me he mantenido atento a lo que ocurre, por mis fieles amigos que me han enviado mucha información, como por los periódicos digitales. No busco entrevistar a los famosos; ni hacer amistades forzadas. Siento que los visitados probables, están ocupados y que no desean hablar con extraños que siempre hacen las mismas preguntas. La excepción es el obispo de Vic, con el cual me he reunido, para hablar sobre Subirana. Por momentos sigo pensando que no me he ido y que sigo, en casa, encerrado como me ocurre aquí en Barcelona -salgo poco, compro el periódico cada mañana, voy de librerías, paseo por alrededores y compro medicinas en las farmacias- y sigo el debate político, muy tenso estos días; e incluso bastante alejado de lo que discretamente se puede llamar buenas maneras.

Me sorprende la brusquedad de Casado del PP, el control emocional de Sánchez frente a sus embestidas y el uso de las estadísticas, que nadie puede comprobar según creo; y el uso de la pandemia con fines políticos. Todo igual que, en Honduras en donde incluso, en forma más sutil, los médicos han usado el dolor ajeno, para abrirse paso al Congreso Nacional. Siete de ellos están en el Congreso, posiblemente el número más alto de la historia para solo un grupo de profesionales universitarios. Más que los maestros que como sector, les superan en el número de agremiados. Pero hay algo entre los españoles que valoro: la capacidad de pactar acuerdos. Sánchez, preside un gobierno de coalición, uno de los pocos de su historia. Pero sin caudillos. El último fue Franco. Ahora, el presidente cumple su periodo, se reelige, hasta que pierde; y, sale. El que pierde, no tiene derecho a caudillaje, excepto que desde afuera, insista como fue el caso de Sánchez.

En fin, en términos políticos aprendo mucho. Afortunadamente, no he perdido la capacidad del asombro. Y los análisis que se hacen de la política, enfatizando en la UE y sus problemas con Polonia y Hungría, me hacen entender las dificultades para un gobierno de 27 países, los problemas con Rusia, los líos del tránsito y comercialización del gas y de la OTAN; que Putin entiende que es una amenaza que Ucrania y Bielorrusia formen parte de esta alianza. Lo que me lleva a la lectura de los análisis y a preguntar amigos de otros viajes, a los esposos de nuestras hijas.

En conclusión, lo que veo y oigo, me sirve para iluminar y entender los problemas de Honduras, el atraso y elementalidad de los juicios de sus líderes políticos, la falta de fuste -que a nadie le importa, hasta donde siento- y la esperanza, irracional algunas veces que, sus problemas se resolverán, con tan solo que los que estaban, se vayan del poder. Como aquí le pide Casado, en forma irrespetuosa a Sánchez: “Qué coño espera, para irse señor”. En Honduras, es una ingenua esperanza de hace muchos años. Que el que viene, no puede ser peor que los que nos joroban la vida actualmente, dicen. Aunque siento que algunos exaltados empiezan la fase de desilusionarse. La pelea por la presidencia del Congreso, parece ser la primera gran prueba de la Alianza.

Pero, aun dentro de la pandemia -que ha aprovechado mi hija mayor para aplicarme la vacuna de refuerzo, la tercera-, celebrar en las dos familias de nuestras hijas, las fiestas de Navidad y viajar. He estado en Valencia, Tarragona, Alicante, Elche, Benidorm, Cartagena, Castellón y el Delta del Ebro, para ubicar la batalla que los republicanos estuvieron a punto de ganarle a los nacionales franquistas, para lo que me auxilio de la novela del colega académico Arturo Pérez-Reverte, Línea de fuego.

Por supuesto la Guerra Civil española, en 1936, no aviva mis temores sobre los desacuerdos en Honduras. Hay cierta previsibilidad en la conducta de Zelaya y señales que las instituciones reaccionarán de la misma forma como lo hicieran en 2009. Tengo confianza que la inestabilidad no vuelva incomodar al sistema político. La liberación de las Fuerzas Armadas, politizada por JOH, es esperanzadora. E incluso la información, falsa por supuesto, sobre el involucramiento de estas en el proceso electoral, da esperanza para creer en el futuro.

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