¿DÍA DE REYES?

ZV
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6 de enero de 2022
/
12:18 am
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¿DÍA DE REYES?

ANÓNIMO. (Atribuido a Juan de Ávila o al Fray Miguel de Guevara): “A Cristo Crucificado”. No me mueve, mi Dios, para quererte/ el cielo que me tienes prometido,/ ni me mueve el infierno tan temido/ para dejar por eso de ofenderte./ Tú me mueves, Señor, muévete verte/ clavado en una cruz y escarnecido,/ muéveme ver tu cuerpo tan herido,/ muéveme tus afrentas y tu muerte./ Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera/ que, aunque no hubiera cielo, yo te amara/ y aunque no hubiera infierno, te temiera./ No me tienes que dar porque te quiera;/ pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera./

De Juan Ramón Molina. “Tréboles de Navidad”: Niño Dios –que en el pesebre estás, radioso y desnudo–/ mientras que, sombrío y mudo,/ tengo fiebre./ Dulce niño,/ grácil cosa,/ como rosa, como armiño/ como armiño, como rosa./ Pobre rey,/ que ningún vasallo adula,/ que sonríes a la mula/ o que lloras junto al buey./ Del trotar/ va acercándose el rumor,/ del corcel de Baltasar,/ del camello de Melchor/ y el onagro de Gaspar./ En la noche –ardiente y bella–/ los divinos magos ven,/ que ya se paró la estrella/ sobre el místico Belén./ Sus tesoros/ te darán, que son inmensos:/ púrpuras, mirras, inciensos,/ perfumes, diamantes y otros,/ mientras danzan los pastores,/ tañendo sus caramillos,/ en los prados/ argentados/ aromados/ de tréboles y tornillos;/ y –en las bóvedas celestes–/cantan himnos y alabados/ de los ángeles las huestes./ Niño Dios, pequeño rey,/que un almita azul alientas,/ ¿Tienes frío? Te calientas/ Con el vaho de ese buey./ Si ningún vasallo adula/ el milagro de tus ojos/ de violeta, está la mula/ contemplándote de hinojos./ Tu/ orfandad presto se fue;/ ya tienes tu manto tisú,/ un magnífico ajuar que/ una maga preparó,/ y tu cuello lucir ve/ un collar como de O./ Bien quisiera/ presentarte –como don–/ la hechicera/ sortija de Salomón:/ o un par de azules palomas/ de exótico país,/ o las mágicas redomas/ en que guardó sus aromas/ Belkiss,/ cuando –ávida de placeres–/ en pos de un rey, todo luz,/ hizo su viaje de Citere/ sobre un nevado avestruz./ Ni una ofrenda, ni una cosa/ fabulosa/ te he de dar,/ ni una perla milagrosa/ de los joyeles del mar:/ ni una estrella luminosa,/ ni un sutil velo de tul,/ que –en arca de topacio–/ escondí, cerca de la Osa,/ en mi lírico palacio/ del azul./ Mas te regalo esta flor,/ –albo y rubio serafín–/ flor de amor, flor de candor…/ ¡La que respetó el dolor/ al arrasar mi jardín!

De Lope de Vega: “La llegada de los Reyes Magos”: “Reyes que venís por ellas,/ no busquéis estrellas ya,/ porque donde el sol está/ no tienen luz las estrellas./ Reyes que venís de Oriente/ al Oriente del sol solo,/ que más hermoso que Apolo,/ sale del alba excelente./ Mirando sus luces bellas,/ no sigáis la vuestra ya,/ porque donde el sol está/ no tienen luz las estrellas./ No busquéis la estrella ahora,/ que su luz ha oscurecido/ este sol recién nacido,/ en esta Virgen Aurora./ Ya no hallaréis luz en ellas,/ el niño os alumbra ya,/ porque donde el sol está/ no tienen luz las estrellas./ Aunque eclipsarse pretende,/ no reparéis en su llanto,/ porque nunca llueve tanto/ como cuando el sol se enciende./ Aquellas lágrimas bellas,/ la estrella oscurece ya,/ porque donde el sol está/ no tienen luz las estrellas./ De José Trinidad Reyes: “El Niño Soñado”. Es tu sonrisa pura/ Un divino fulgor./ Guárdala siempre lo mismo/ Para el amor, para el dolor./ Tus ojos han bebido/ Un poco de luna y sol./ Acarician con ensueños/ Y con incendios de amor./ Tus cabellos son rubios./ Parecen un alegre trigal/ Florecido, y son besos de estrellas/ Detenidos como en un panal./ Es tu boca miel de Hibla/ De ella fluyen poemas de luz./ Esta noche sueña con un canto/ Para el divino Jesús./ Con su carga magnífica/ Se ha detenido Santa Claus/ A mirarte, y ha dicho:/ He aquí la sonrisa de Dios./ (No eran tres sino cuatro los sabios. Allá en lo remoto –cuenta el Sisimite– la leyenda de Artabán, el cuarto mago, se ha transmitido de boca en boca, dizque tomado de un relato de finales del siglo XIX. El Evangelio según San Mateo, no señala un número preciso, ni dice que fuesen reyes. Una confusión atribuible a una ambigua traducción del idioma. Artabán tuvo atrasos a medio camino, no llegó a la hora fijada al lugar de la cita, así que los otros tres, guiados por la estrella de Belén, partieron sin él).

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