Partido Nacional, sus responsabilidades

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7 de enero de 2022
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12:03 am
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Partido Nacional, sus responsabilidades

CONTRACORRIENTE

Por: Juan Ramón Martínez

Los líderes del Partido Nacional, han tardado demasiado para reaccionar ante la derrota del 28 de noviembre pasado. Siguen en shock. Inconscientes. Tirados en el suelo. Algunos, incoherentes, no saben donde están parados siquiera. Pero el problema no solo es suyo, es fundamentalmente, del sistema político nacional. Su ausencia de la realidad partidaria, supone el descuadre de toda la estructura social y política. Al fin y al cabo, se trata del principal partido de oposición. De cuyas acciones posturas y reacciones, dependerá en mucho el equilibrio que, supone el control democrático. Las medidas que tome la Alianza, deberán ser cuestionadas por los partidos de oposición, especialmente por los dos mayoritarios, es decir el PN y el PL que, además de sus seguidores y votantes, representarán a la mayoría de los hondureños que no votaron por la futura gobernante Xiomara Castro. La gobernante, a su vez, necesitara de la fuerza de la oposición. Las posturas de esta, le permitirán entender el clima general ante sus propuestas, el sentimiento de la generalidad y con ello, el ajuste de las mismas con el bien común. Villeda Morales -al que muy pocos estudian, porque aquí nadie quiere aprender de lo que han hecho los demás -decía que, si no había oposición, había que crearla; indicando con ello que no puede haber democracia, sin oposición democrática que, da dinamismo y fuerza a quien gobierna, yendo un paso adelante de sus pretensiones y con juicios de valores, frenándolo. Manteniéndolo, ¡democrático!

Pero además, el Partido Nacional tiene responsabilidades por lo que ha ocurrido en los últimos doce años. Tanto lo bueno que debe defenderlo porque se efectuó con recursos colectivos, como también defender, con explicaciones coherentes y lógicas, las razones porque se tomaron decisiones que son cuestionadas por los futuros gobernantes. Creemos que los nacionalistas, hasta los más tontos, saben que han hecho cosas buenas que deben defender. No tienen que rendirse en bloque, poniéndose de rodillas porque ello obligara a la Alianza, a creer que empieza de cero, que aquí no hay nada bueno, que los nacionalistas no han hecho nada valioso y que, en consecuencia, hay que refundar la patria, cosa que es incoherente, porque solo se refunda, lo que ha sido fundado mal. También declarar que siendo aceptado que las instituciones no delinquen, como lo sostienen todas las doctrinas políticas, -sino que sus integrantes-, el Partido Nacional no es responsable de las inmoralidades, de las conductas delictivas; ni mucho menos, está obligado a asumir como suyas, las condenas que algunos de sus miembros, hayan recibido en el exterior.

Para ello, deben ponerse de pie; lavarse la cara, aplicándose curas de urgencia y asumir el compromiso de cumplir con sus obligaciones de primer partido de oposición. Debiendo aceptar que tienen los nervios y músculos estropeados, que los instrumentos para valorar la calidad ética de sus acciones están afectados. Para, aceptando tales cosas, deben obligarse a las rectificaciones urgentes y necesarias. La experiencia indica que los líderes que pierden, deben ser removidos y sustituidos. Y aquí es donde el Partido Nacional, tiene su mayor debilidad. El caudillismo de JOH, que se basaba más en el trueque de favores que en posturas de auténtico liderazgo, hace que desde fuera el Partido Nacional, le cueste deshacerse de calandracas, que le han llevado a la vergonzosa derrota infringida por “Mel” Zelaya y Nasralla. Sustituyéndolas por figuras esperanzadoras, con propuestas nuevas que, den esperanza que, cuando falle la Alianza -que no tienen nada de reyes magos para enfrentar todos los problemas nacionales- el pueblo, dentro del sistema democrático, podrá sustituir a quienes le fallen porque son la oposición, cuya misión es, esa precisamente.

Esa generación anticipada, que no le correspondía el tiempo del poder, es casi seguro que se está resistiendo a lo normal: revisar su conducta política, de cara a las exigencias populares, analizando la pertinencia de los instrumentos tecnológicos, con los cuales quisieron conquistar la opinión popular, los resultados que obtuvieron de acuerdo a los recursos empleados, la calidad del relato y los errores cometidos por una administración que no pudo capear un temporal. Pero quieran o no, deben revisar las cosas e introducir cambios. Claro, sin caer en lo extremos que recomienda Lobo Sosa con indignada pasión. Hay que hacerlo con calma. Pero hay que hacerlo. Es un imperativo categórico.

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