GOTAS DEL SABER (66)

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8 de enero de 2022
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12:02 am
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GOTAS DEL SABER (66)

Vicente Mejía Colindres a Carías Andino: “DESEO QUE EN ESTE CARGO SEAS MENOS INFORTUNADO QUE YO”

Juan Ramón Martínez

I
En 1854, William Wells, visitó Honduras en procura de investigar y documentar la riqueza minera de Honduras. Suficientemente informado en Tegucigalpa y muy bien recomendado, viajó a Olancho, un departamento cuya fama de contar con los ríos que arrastraban oro, en buenas cantidades, en donde se vincula con las familias de poder de aquel departamento: los Gardela, Garay y, especialmente la familia Zelaya, integrada por cinco hermanos que tienen el control del gobierno y los negocios principales. Describe Wells, su encuentro con el hermano mayor de los Zelaya, en la forma siguiente: “El amo de la casa, el venerable don Francisco Zelaya apareció entonces, salió despacio con el porte peculiar de las personas de categoría, avanzó para encontrarnos, y un momento después estrechaba cordialmente mis manos y las de (José Sotero) Lazo y ponía a nuestra disposición su casa y todo lo que había”. (William Wells, Aventuras y Exploraciones en Honduras, 1960, iv, 242). Para entonces, Francisco Zelaya, general de brigada, era el gobernador del departamento de Olancho, su hermano Santiago, — el ilustrado de la familia– Juez de Primera Instancia de Olancho, Lorenzo es Alcalde Mayor de Juticalpa. Wells, dice que “aquí conocí a los venerables don José Manuel Zelaya, don Santiago y don José María Zelaya, quienes con el general (Francisco) y don Lorenzo, el menor del quinteto, constituían la familia” (Wells, 1960: 258). Los Zelaya, era parte de las familias precursoras, herederos de la primera generación de los conquistadores, ganaderos y mineros, innovadores en el cultivo de la vainilla, comerciantes y, sobre todo, autoridades y líderes del enorme y rico departamento. Don Francisco Zelaya, incluso llegará a ser presidente de Honduras, vía los mecanismos sucesorios frecuentes que se practicaban en el siglo XIX; y al que se le atribuye la frase suya, dicha en una mañana, a algunos vecinos de Comayagua que lo encontraron, con mulas cargadas y montado a caballo, “me voy, hay le dejo la presidencia porque me quieren hacer una revolución y yo no voy a pelear con nadie”.

II
El domingo 30 de noviembre de 1883 y porque había recibido la mayor de los votos en las elecciones, tomo posesión de la Presidencia de la República, para el periodo 1883—1887. En esa misma fecha, fueron inauguradas “los monumentos erigidos a la memoria del General Francisco Morazán, del sabio José Cecilio del Valle, del General José Trinidad Cabañas, y del presbítero y educador José Trinidad Reyes, descubriéndose las respectivas estatuas que habían sido pedidas al exterior por el gobierno del doctor (Marco Aurelio) Soto. También el mismo día 30 de noviembre se inauguró el que se calificó de hermoso paseo del Guanacaste, obra acordada por el general Luis Bográn durante el ejercicio del Ministerio de Gobernación, Justicia e Instrucción Pública, y ejecutada por el arquitecto Montesi y el ingeniero List. En el paseo antes referido se efectuó un alegre y muy animada fiesta en honor del nuevo presidente, la cual fue amenizada por una banda muy bien integrada” (Cáceres Lara, 1960: 399).

III
El general Tiburcio Carías Andino, elegido presidente de la República en las elecciones de octubre de 1932, como dijimos antes, enfrentó la oposición armada de los mayores de plaza, todos liberales que no aceptaban el resultado de las urnas electorales. Tiempo después, el caudillo nacionalista escribió que “cuando fui elegido presidente de la República por el voto de la mayoría de mis conciudadanos, alentaba el más vivo deseo de lograr el progreso del país y el sostenido bienestar colectivo, mediante una labor administrativa intensa y una política de conciliación. Desde que fui elegido presidente de la República, deseaba que los hombres honrados y capaces, sin distinciones partidaristas, contribuyeran en la labor de engrandecimiento nacional. Nada hubiese sido más grato para mí que poner mi modesto contingente, en el ejercicio del alto cargo que la ciudadanía me confió, al lado de los hombres más preparados de todos los matices políticos, en un esfuerzo único de engrandecimiento nacional. No cultivo odio ni rencores hacia mis adversarios políticos, ni hacia mis detractores. Desde muchos años profeso una invariable y firme convicción pacifista. Pude acudir a las armas cuando fui derrotado en los comicios del año 1928 y rehusé determinadamente esa solución. Desgraciadamente mis intenciones y propósitos no fueron bien interpretados. El sectarismo político se encargó de hacerlos frustráneos, y en un ambiente de recelo e intranquilidad, mantenida por la obcecación partidarista, no fue posible conciliar voluntades ni inteligencias en ese sentido. Las fuerzas de la oposición al gobierno constituido se alzaron en armas contra el mismo gobierno en noviembre del año 1932, para burlar la voluntad popular, que dio el triunfo en los comicios de aquel año a la candidatura nacionalista; y el 1 de febrero de 1933, mientras se efectuaba la transmisión del poder, grupos de rebeldes atacaban plazas militares de la República”. (Lucas Paredes, Drama Político de Honduras, 1958: 606 y 607).

IV
“Al depositar el presidente Gálvez el mando supremo de la nación en el Consejo de Ministros, la tarde del 15 de noviembre de 1954, al día siguiente 16 el señor Lozano Díaz se convirtió en Presidente de la República, por ministerio de ley, gobernando de acuerdo con la Constitución en vigencia hasta el día 5 de diciembre a las 12 de noche, cuando quedó roto el orden constitucional por no haberse instalado en esa fecha, el Congreso Nacional. Don Julio de Presidente de la República se convirtió de Jefe Supremo del Estado asumiendo todos los poderes”. (Lucas Paredes, 1958: 625).

V
Como se recordará el 1 de agosto de 1956, estudiantes universitarios, de secundaria, profesionales recién graduados y militares se tomaron el Cuartel San Francisco, con la complicidad del oficial ejecutivo mayor Santos Sorto Paz. Aunque el gobierno de Julio Lozano Díaz logró retomar el cuartel el cual fue incluso bombardeado desde el parque La Leona, había empezado la declinación del régimen. Este hecho y otros conflictos de naturaleza política, especialmente los resultados electorales de las elecciones del 7 de septiembre de 1956, en que Lozano en forma arbitraria contando con el respaldo de los comandantes militares distribuidos en todo el país provocaron un deterioro de la salud del gobernante. Circularon rumores que Lozano Díaz había sufrido un derrame cerebral. “Inmediatamente se tomaron las precauciones del caso y se llamó con urgencia a México al famoso cardiólogo Ignacio Chávez, quien atendió al ilustre paciente, recomendando que abandonara sus delicadas funciones de Jefe de Estado y se le procurara el mayor reposo. Contra el sabio consejo médico, el paciente como siempre obedeció a su natural disposición de hacer su voluntad. Creyó que, sin él, el país no marcharía”. (Lucas Paredes, 1958: 643). Para entonces eran múltiples las conspiraciones en contra de don Julio. Tanto de sus correligionarios que creían que era oportuno aprovechar los resultados de la Constituyente surgida de las elecciones del 7 de septiembre de 1956, para facilitar el regreso de Juan Manuel Gálvez; y de los militares que conspiraban en dos vías: la que animaba Armando Velásquez Cerrato, el más profesional de todos ellos, pero sin haber comandado tropas y por ello sin influencia en las nuevas unidades militares y la conspiración institucional que al final se impondría en la madrugada del 21 de octubre de 1956 que depondría a Lozano y confiaría el poder de la nación a una Junta Militar integrada por Roque J. Rodríguez, Roberto Gálvez Barnes y Héctor Caraccioli. “El pueblo en general, y más el sector de la oposición recibió con gran júbilo el acontecimiento que liberaba al pueblo de un estado de nerviosismo, inquietud y zozobra que existía a consecuencia de los acontecimientos y hechos últimamente registrados en el perímetro de la República debidos a la determinación asumida por el gobernante y sus allegados y colaboradores de obtener sin oposición, una constituyente que expeditara el fácil camino al poder”. (Lucas Paredes, 1958: 644).

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