Cruzar el Rubicón

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10 de enero de 2022
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12:03 am
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Cruzar el Rubicón

Por: Edmundo Orellana

Un día como hoy, 10 de enero, pero del año 49 antes de Cristo, un carro tirado por mulas conducía a Julio César, quien viajaba de incógnito, hacia un riachuelo, cuya ubicación se perdió con el tiempo, de nombre Rubicón, y, después de perderse varias veces, un guía lo condujo a pie por estrechos senderos hasta su destino, en donde se encontraría con sus legionarios, según cuenta Suetonio.

Cruzar el riachuelo lo enfrentaba a un dilema: obedecer al Senado (renunciando al mando de sus legiones) y morir o desobedecer y enfrentarse a Roma. Luego de cavilaciones se decidió por lo último, diciendo: “alea jacta est”. Las consecuencias de esta decisión llenan páginas de la historia universal, convirtiendo a César en una figura contemporánea. Desde entonces, “cruzar el Rubicón” significa tomar una decisión trascendental.

El 28 de noviembre el pueblo hondureño cruzó el Rubicón. Decidió expulsar del poder a los que cubrieron de ignominia el país por largos doce años mediante una votación histórica que frustró los esfuerzos del gobierno para manipular los resultados. Corresponde al nuevo gobierno demostrar que con ellos también fueron expulsadas, de la gestión gubernamental, las prácticas corruptas y abusivas.

Misión que podría estar en riesgo con esos tambores de guerra que anuncian división en las filas de la oposición por la elección del presidente de la junta directiva del Congreso Nacional. Si se dividen en esta elección permanecerán divididos durante todo el período presidencial, favoreciendo a los enemigos de Honduras.

En el régimen democrático nadie debe ser constreñido a pensar o actuar de una determinada manera. El disenso es, pues, de la naturaleza de la democracia. Sin embargo, para avanzar es necesario pactar para lograr consensos entre las fuerzas políticas afines, sin sacrificar aquello que los identifica. Pactos sobre cuestiones que conciernen al país, no a grupos ni personas. En otras palabras, privilegiar el interés nacional, no el interés personal o de grupo.

Las autoridades supremas de los partidos de la coalición afirman que cumplirán el pacto por el que Nasralla designa el candidato a la presidencia de la junta directiva del Congreso. La controversia surge de una postulación temprana de un diputado de Libre formulada por quien, sabiendo de la designación de Redondo antes de que trascendiese al público, pretende que, de darse una tercería, le beneficie. Animados por esta postulación, algunos diputados de Libre y del PSH se niegan a cumplir el acuerdo.

En este tema, dos son las cuestiones en debate: cumplir con los pactos y la estabilidad política del nuevo gobierno. Negarse a cumplir con el pacto es un mal precedente porque nadie confía en quien es conocido por incumplir sus compromisos, y en este caso el incumplimiento importaría el rompimiento de la alianza entre Libre y PSH, afectando directamente la estabilidad del nuevo gobierno.

Son muchos, y muy complejos, los problemas que enfrentará el nuevo gobierno. Por lo que necesita de acuerdos mínimos en temas muy delicados, banderas de la oposición en el proceso electoral. Si estos acuerdos no se logran difícilmente podrá el nuevo gobierno hacer frente a lo que viene, favoreciendo a la red de corrupción que operó durante estos doce años.

Si por ambiciones personales se pone en peligro la estabilidad del nuevo gobierno, nada impedirá el regreso triunfante de los enemigos de Honduras, levantando la bandera de la corrupción sobre los despojos de la coalición.

El caso de la entrega al PN, por parte del PL, de la presidencia de la junta directiva del Congreso, ignorando el apoyo ofrecido por Libre, es muy diferente a este caso. En aquel interesaba consolidar la red de corrupción que atrapó al Estado, en este caso, en cambio, el acuerdo de que el designado por Nasralla sea el candidato que la coalición apoye, obedece a intereses nacionales.

La división de la coalición en el Congreso favorece, sin duda, al PN. Quienes la promueven lo saben, pero sus intereses personales pesan más que los nacionales. Si se sigue por esa ruta nada bueno vendrá para Honduras, porque la división que genere hará fracasar el nuevo gobierno, provocando gravísimas consecuencias para el país. Esperamos que sea cierto lo que declaran líderes importantes de la coalición en el sentido de que cuentan con los votos para elegir a Luis Redondo. Por el bien del país, que así sea. Y mientras se resuelve esta cuestión, condenemos a quienes pretenden aprovecharse del cruce del Rubicón, diciendo: ¡BASTA YA!

Y Ud., distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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