Arbolitos de Bonsái

MA
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12 de enero de 2022
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12:16 am
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Arbolitos de Bonsái

Bonsái es una palabra de origen japonés que significa literalmente bon = “bandeja” y sai = “cultivar”. Se trata de un arte particular que consiste en moldear árboles y plantas, normalmente arbustos, controlando su tamaño para que tengan medidas muy inferiores a las que normalmente tendrían. Se siembran en unos pequeños recipientes o maceteras para limitar el crecimiento de sus raíces y también por motivos decorativos.

Hace poco visité un parque precioso en el que habían jardines de todas partes del mundo, cuando pude contemplar el estilo oriental, me llamaron poderosamente la atención los árboles de bonsái; por primera vez, pude ver de cerca algunos de verdad (porque cuando trabajaba en el centro de la capital, siempre me querían vender unos de mentira) y algo que me intrigó muchísimo fue contemplar a uno de ellos literalmente enredado un una maraña de alambres… luego entendí que esos mismos alambres eran los usados para impedir que el “árbol interior” aflorara a todo lo que su naturaleza da. Me puse pensar: “Si el árbol supiera lo que le están haciendo, ¿estaría de acuerdo?”, no crean que esta interrogante tiene una respuesta sencilla; un árbol pequeño requiere mucho menos nutrientes que uno grande, por otra parte, se ven bien “bonitos” y generan sentimientos de empatía y muchos comentarios positivos. Puedo imaginarme un diálogo con uno de ellos, y supongo que me podría decir algo así: “Como estoy, soy feliz; no requiero mucho, quepo en cualquier lugar, y, por lo que me hicieron, merezco que alguien tome cuidado de mí toda la vida.

Estoy conforme. No me maltrato mucho, las aves y las ardillas no me molestan, apenas tengo que lidiar con pequeños insectos”. Pero también la reacción podría ser totalmente contraria; por ejemplo, esta es otra posible reacción: “Estoy arruinado, mira lo que me hicieron, yo no elegí esta vida, me han amarrado y limitado desde que era un incipiente árbol, se aprovecharon de mi fragilidad y me han controlado toda la vida; soy objeto de las miradas de los curiosos, me exhiben como fenómeno de circo, es imposible ser feliz en esta condición”. Ambas respuestas tienen fundamento ¿no les parece?…

Luego me pregunté a mí misma: Si a uno de estos árboles se les diera la opción de convertirse en uno del tamaño para el cual realmente estaban destinados… ¿aceptarían?… De nuevo hay muchas posibles respuestas; podrían no querer salir de su zona de confort, tal vez no quisieran alejarse del responsable de su estado y mantenimiento ya sea por comodidad o cariño, a lo mejor el miedo a las fieras y animales del campo lo paralizarían, posiblemente se arriesgarían… en fin, puedo imaginar tantos escenarios… Pero, por otro lado, pienso en un gran roble, que nació y creció en un buen lugar, al que nada lo limitó, que no solo persigue su beneficio, si no que él mismo es fuente de alimento, sombra y sustento a otros seres a su alrededor… qué me contestaría si le preguntase si desea ser un bonsái… Creo que en este caso no tengo dudas acerca de su respuesta; me lo imagino inclinándose a mí y abalanzando todo su follaje a mi rostro con una fuerte corriente de aire para emitir un estruendoso ¡NOOOO! ¡Volarían en bandada todas las aves alojadas en sus fuertes y frondosas ramas!
Qué paradójico es pensar que tantos seres humanos viven como bonsái porque una sociedad, pariente o cultura los atrapó desde infantes en una maraña de argumentos, sentencias, prohibiciones, paradigmas, tradiciones, castigos y desamor.

El niño artista, el soñador, el diferente… es encadenado muchas veces y sentenciado a moldearse a la “macetera” que le impongan para verse “bonito”. Yo no sé ustedes, pero yo quiero ser el roble del bosque y no un arbolito de bonsái.

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