¿MASAS ACRÍTICAS Y BORREGUILES?

MA
/
12 de enero de 2022
/
12:25 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
¿MASAS ACRÍTICAS Y BORREGUILES?

EL influyente novelista y columnista español Javier Marías en su libro “Cuando la Sociedad es el Tirano”, hace recopilación de los artículos semanales publicados en el suplemento semanal de El País. El autor se pregunta –¿qué es hoy la opinión pública representada por las redes sociales, a priori tan democráticas, puesto que cualquiera de nosotros puede acceder y participar; unas redes muy cuestionadas por los fake news? “Detrás de lo que hoy se considera la sacrosanta “opinión pública” –concluye– a menudo no hay casi nadie ‘real’ ni reflexivo, solo unos cuantos activistas, que saben multiplicarse, invadir el espacio…”. “En 1859 no había teléfono ni radio ni televisión, no digamos redes sociales y móviles que expanden con alcance mundial, y en el acto, cualquier noticia; pero también cualquier consigna, bulo, mentira, calumnia y prejuicio”. En esa fecha, sin embargo, John Stuart Mills, en su célebre ensayo “Sobre la libertad”, escribió lo siguiente:

“Como las demás tiranías, esta de la mayoría fue al principio temida, y lo es todavía, cuando obra, sobre todo, por medio de actos de las autoridades. Pero las personas reflexivas se dieron cuenta de que cuando es la sociedad misma el tirano, sus medios de tiranizar no están limitados a los actos que puede realizar mediante sus funcionarios políticos”. “La sociedad puede ejecutar, y ejecuta, sus propios decretos; y si dicta malos decretos en vez de buenos, o si los dicta a propósito de cosas en las que no debería mezclarse, ejerce una tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que, si bien no suele tener a su servicio penas tan graves, deja menos medios para escapar de ella, pues penetra mucho más en los detalles de la vida y llega a encadenar el alma”. “Por eso no basta la protección contra la tiranía del magistrado”. “Se necesita también la protección contra la tiranía de la opinión y sentimiento prevalecientes; contra la tendencia de la sociedad a imponer, por medios distintos de las penas civiles, sus propias ideas y prácticas como reglas de conducta a aquellos que disientan de ellas; a ahogar el desenvolvimiento, a impedir la formación de individualidades originales y a obligar a todos los caracteres a moldearse sobre el suyo propio”. “Esta imposición de dogmas y “climas”, evidentemente, era ya perceptible en 1859. Imagínense ahora, cuando existen unos medios fabulosos de adoctrinamiento, conminación e intimidación, sobre todo a través de las redes sociales”. “Pero ha llegado el momento de preguntarse si esas redes, que hoy se toman por lo que antes era el oráculo, o la ley de Dios, no son tan fantasmales y usurpables como la voz de este ser abstracto en cuyo nombre se han cometido injusticias y atrocidades”.

“No hay nunca constancia de que quienes envían sus tuits no sean cuatrocientos gatos muy activos que los repiten hasta la saciedad, los reenvían, los esparcen, aparentando ser multitudes”. “Se sabe de la existencia de bots, es decir, de programas robóticos que simulan ser personas y que inundan las redes con una intoxicación o una consigna”. “Rusia es pródiga en su uso, así como partidos políticos, sobre todo los populistas”. “En suma, detrás de lo que hoy se considera la sacrosanta “opinión pública”, a menudo no hay casi nadie real ni reflexivo, solo unos cuantos activistas que saben multiplicarse, invadir el espacio y arrastrar a masas acríticas y borreguiles”. “Cualquier sociedad es por definición manipulable, y en muy poco tiempo se le crean e inoculan ideas inamovibles”. Y agrega otra perla: “Quienes tuitean sin cesar, es sabido, son personas megalomaníacas y narcisistas, es decir, gravemente acomplejadas”. “No soportan el vacío, ni siquiera la quietud o la pausa”. “Un minuto sin la ilusión de que el universo le presta atención, es uno de depresión o de ira”. “Hay millones de desgraciados que, por mucho que se esfuercen y tuiteen, siguen siendo tan invisibles e inaudibles como si carecieran de cuenta en esa red (si es que esa es la palabra: lo ignoro porque no he puesto un tuit en mi vida.) (El Sisimite tampoco, lo más que ha enviado son telegramas triples).

Más de Editorial
Lo Más Visto