“Gotas del Saber”, un texto encantador

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15 de enero de 2022
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12:25 am
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“Gotas del Saber”, un texto encantador

Ramón Villeda Morales y Oswaldo López Arellano.

Por: Óscar Aníbal Puerto Posas

Juan Ramón Martínez Bardales, poco antes de partir a España, donde suele pasar fiestas navideñas, aunado al afecto de sus nietos, su hija y yerno catalán, publicó a finales de noviembre del año 2021, “Gotas del Saber”.

Es un texto excepcional en su género, contentivo de un acopio de datos que acusan una plausible minuciosidad de parte de su autor. El lector puede, mediante el estudio detenido de esta obra, darse perfecta cuenta de los avatares de la historia patria. Quiénes contribuyeron a engrandecerla y quiénes, desde sus conciencias pútridas a escarnecerla. No es, entonces una simple relatoría; es también, un escalpelo manejado por diestra mano.

“Gotas del Saber”, se publicó en el marco del bicentenario. Juan Ramón Martínez fue el coordinador general del comité ejecutivo que integraba una pléyade de ciudadanos y ciudadanas notables; cuyos nombres omito dadas las limitaciones de espacio; que a veces, contrarían a los escritores de artículos.

Lo del bicentenario lo traigo a colación para que el lector(a) entienda que las cápsulas históricas arrancan de 1821, a la fecha. El libro comentado es el Tomo I. De lo que se deduce que vendrían otros volúmenes, con reflexiones útiles para entender la Honduras del presente. Es apenas el entremés de lo que promete ser una obra magna.

Martínez como es comprensible, acude a las fuentes históricas incuestionables; citaremos algunos: Alexis de Oliva, Ernesto Alvarado García (1901-1972); abogados; pero inclaudicables historiadores; Gonzalo Luque (1905-1992). Chalo; como le decían sus amigos, que los tuvo, y muchos. Fue un escritor e historiador autodidacta. Sus escritos son veraces en tanto que él participó en las saturnales del siglo pasado; fiel miliciano de Gregorio Ferrera. A la muerte del caudillo, Luque cuidaba de la maleza no cubriera su tumba, ni el olvido sus proezas. Juan Ramón Martínez se interesa en la vida y correrías de Ferrera y se aproxima a él leyendo, además de Luque, a Evelio Inestroza Manzanares (1948); autor de: “General Gregorio Ferrera revolucionario indigenista o caudillo de las trasnacionales bananeras de Honduras”. Acude a otra fuente: Alexis Machuca (paceño, 1951); Luis Mejía Moreno, abogado y general, autor de “El Calvario de un pueblo” (1937); una especie de “mea culpa”, y, sobre todos ellos, acude a Víctor Cáceres Lara (1915-1993). El autor de “Efemérides Nacionales”; es un clásico. Día a día, valga el retruécano, publicaba en diario “El Día”, su columna “Efemérides Nacionales”. Mi padre compraba el periódico fascinado por la sección. Don Víctor fue un erudito. Hoy día “Efemérides Nacionales”, es un libro de texto en las universidades públicas y privadas de “esta Honduras de fusil y caza” (Pompeyo del Valle). Con tanto libro consultado, “Gotas del Saber”, se vuelve un texto extraordinario, sin duda alguna.

Al despertar nacional: 15 de septiembre de 1821, Juan Ramón lo evalúa lo cual fue: la anticipación de la oligarquía criolla a un estallido popular. De manera que quedan intactas las estructuras jurídicas de la Colonia Española. “Las siete partidas” quedaron vigentes. La Iglesia Católica, siguió ligada al Estado.

Familias nobles: Los Aycinena, los Piñol, los Batres; y otros más. Arrogantes, soberbios; configuraron el atraso de cinco naciones. Nacimos como República Federal de Centroamérica. El sueño terminó en 1839. Morazán ocupa en el libro comentado su puesto fulgurante. Es lo más grande que ha producido el istmo. José del Valle, es también loado en este libro. Martínez, explica por qué no firmó el Acta de Independencia. Valle entendía que no había llegado la hora de la manumisión.

Como dice Beling, el sabio alemán, en una bellísima metáfora: “No hay campana que suene sin badajo”. No podía sonar -decimos nosotros- la campana de la libertad en Centroamérica; porque carecía de una clase ilustrada. Es decir, del badajo que hace sonar la campana literaria.

A doscientos años, el problema subsiste: carecemos de una clase ilustrada. Hay sociólogos que reclaman una burguesía nacional. Empero, la burguesía no siempre es ilustrada. Nuestros hombres de empresa. Nuestros banqueros, menosprecian la cultura.

El “temido estallido popular” en 1821. El autor lo compara con el primer golpe de Estado, consumado por las Fuerzas Armadas de Honduras, el 21 de octubre de 1956. Había condiciones para un lanzamiento popular, luego del escandaloso fraude electoral, perpetrado por un grupúsculo de oportunistas, fundadores del partido Conciliación Nacional; al cual el periodista Oscar Flores, llamó el “PUN”. (Y como tal entró a la historia). Para evitar ese alzamiento popular, “Los caballeros de Industrias” (entrecomillas por ser el título de un drama de Alonso A. Brito; otro de nuestros grandes olvidados). Se acercaron hacia los cuarteles. Surgió la Junta Militar de Gobierno, constituida por Roque J. Rodríguez, Héctor Caraccioli Moncada y Roberto Gálvez Barnes. Se negoció la vuelta al orden constitucional a cambio del otorgamiento de la autonomía de las Fuerzas Armadas, Ramón Villeda Morales, llegó al poder. A juicio del autor del libro, ha sido uno de nuestros mejores presidentes. Sobre todo por los derechos sociales que concede a las clases laboriosas: Código del Trabajo; Seguridad Social y Ley de Reforma Agraria. Es condenable la forma violenta. Segundo golpe de Estado de las FF. AA., en que se adueñaron del poder. Sobre todo, por los matices sangrientos del triste suceso acaecido el 3 de octubre de 1963. El ejército exterminó implacable a una Guardia Civil, inerme.

Oswaldo López Arellano, jefe de las fuerzas Armadas y general de brigada; no le inspira ninguna simpatía al autor de “Gotas del Saber”. A “contrario sensu” lo abominó; al grado de ubicarlo entre “los peores gobernantes de Honduras” (sic). El conflicto bélico con El Salvador (1969); según Juan Ramón Martínez, lo provocó Oswaldo López Arellano, mediante la expulsión masiva de salvadoreños; agricultores en pequeña escala, artesanos, pequeños empresarios, comerciantes de baratillo, gente humilde, toda ella.

Fidel Castro (discurso pronunciado al clausurar la “Conferencia Mundial de civilizaciones”, en el palacio de las Convenciones, el 10 de maro de 2005), dijo: “Debo confesarles que a mí la palabra “extranjero” no me gusta, es como si yo dijera: “Queridos extraños al dirigirme a ustedes. Martínez Bardales, criado en un campo bananero, conoció multitudes de salvadoreños y no vio en ellos “extranjeros”. Vio sí, hermanos. Es el único historiador, por ello, no chauvinista. Sabe -y no calla- que López provocó el conflicto.

No elogia su segundo régimen, producto de otro golpe de Estado. 4 de noviembre de 1972. López Arellano -según nuestro autor- usó del ejército para satisfacer sus ambiciones personales. Lo fustiga por su codicia sin límites que lo llevó al colmo de aceptar el soborno bananero. Para Martínez, Oswaldo López, es un ejemplo a imitar para los jóvenes oficiales de la República.

Me impresiona que no menciona –cual si no hubiesen existido- a los dirigentes del Partido Demócrata de Honduras (PDCH) –del cual Juan Ramón es fundador. Los conoció bien y sus motivos tuvo para ignorarlos. En cambio, hay un acápite hermoso dedicado a Ramón Amaya Amador, comunista. Su paisano. Novelista. El novelista nuestro. Nuestro novelista. De los hondureños vivos exalta a Jorge Bueso Arias. Toma párrafos del libro: “Gautama Fonseca, Antología de su obra periodística”, edición IHDER.

Con sobrado derecho y en forma especial (véase capítulo VII, numeral 10), nos habla de su familia. Comienza por su madre, Mercedes Hermencia Bardales Colindres, nacida en Olanchito, Yoro, el 1 de agosto de 1916, “hija del viudo Victoriano Bardales Núñez y la joven Antonia Colindres”. Luego se refiere a su padre “el peón bananero Juan Martínez Cruz”, originario de Pedernales, aldea del municipio de Concordia, departamento de Olancho. Da el nombre y sexo de todos sus hermanos; “Doña Mencha”, fue prolífica: parió siete hijos. No califica ni descalifica a ningún hermano. Simplemente comparte con ellos la misma sangre. Es una página conmovedora. Su familia –como la de todos nosotros- es parte de la historia de Honduras.

***

Expresamos gracias al autor de tan importante obra didáctica, por la atención que ha tenido de poner en nuestras manos un ejemplar con fina dedicatoria.

Tegucigalpa, diciembre, 2021

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