Opiniones fragmentarias sobre cultura hondureña

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16 de enero de 2022
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12:01 am
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Opiniones fragmentarias sobre cultura hondureña

Clave de SOL:

Por: Segisfredo Infante

Revisando añejos apuntes desperdigados en mis cuadernos manuscritos, me he encontrado con algunas opiniones de Rubén Darío, Alfonso Reyes, Rafael Heliodoro Valle, Enrique Hoyos y de otros autores sobre la cultura regional, que me parece es preciso rescatar del olvido. Veamos: Dice Heliodoro Valle que “Si ha habido en Centro América un auténtico clima de cultura, ello fue antes de la llegada de Colón a las playas de Honduras en 1502”. Y añade que “En la América antigua el maya tuvo en Copán su metrópoli poderosa, antes de que surgieran Palenke y Chichén Itzá, Uxmal y Tulum”. De tales palabras quisiera deducir que Heliodoro Valle se refiere a la “Acrópolis de Copán”, cuyos habitantes abandonaron aquella Ciudad-Estado unos seis o siete siglos antes de la llegada de los españoles al territorio que posteriormente se convertiría en la “Provincia de Honduras y Ygueras”. Pero conviene recordar, además, que el archivólogo Julio Rodríguez Ayestas (QEPD) me comentaba que Heliodoro Valle trabajó durante diez años preparando su “Bibliografía Maya” (1937), la cual sigue siendo desconocida en Honduras. Por otro lado existe una anécdota risueña de Eliseo Pérez Cadalso (QEPD) sobre la búsqueda de los misterios mayas de su maestro y amigo Heliodoro Valle, quien agregó que en 1554 Fray Gerónimo de Corella obtuvo licencia para traer de España a Honduras dos pintores y dos cantores, cuyos nombres son desconocidos.

En otro momento Heliodoro Valle, a quien le gustaba animar a los jóvenes escritores de por aquí y de por allá, esbozó que “Honduras es uno de los países en que abundan los que escriben versos y escasean los que escriben poesía. El patriarca de la lírica es José Trinidad Reyes, nutrido en las esencias”. E “iluminado por llamas celestes.”

Enrique Hoyos (salvadoreño) sugiere que el padre José Trinidad Reyes “Versificaba con admirable facilidad y con pureza. El carácter dominante de sus composiciones era el jocoso, y se dedicaba al género pastoril.” (…) Además “solía mojar su pluma en el satírico tintero de Juvenal.” El padre Reyes trajo a Tegucigalpa el primer piano. Pero este dato habría que confirmarlo. Es curioso que el literato y pensador mexicano Alfonso Reyes haya imaginado que, el autor de las doce pastorelas de Honduras, era “un Andrés Bello en miniatura.” Por mi lado conjeturo que Rubén Darío poseía una opinión agridulce, más o menos condescendiente, respecto de la obra literaria y la dudosa estatura mental de Trinidad Reyes. O sea que en una doble vía tenemos “Padre Trino” (fundador de la Universidad Nacional de Honduras) para buen rato.

Por otra parte Rubén Darío descubrió, en su estadía periodística en Guatemala, la grandeza cerebral del hondureño José Cecilio Díaz del Valle, al buen extremo que en un momento dado llegó a sugerir que Del Valle había sido, intelectualmente, lo más importante que le había ocurrido a Centro América durante el siglo diecinueve. Lástima grande que olvidé introducir esta información rubendariana en mi opúsculo “El Cicerón de América Central y México” (2021), por las prisas del momento.

Además de referirse tan elogiosamente a José del Valle, el gran poeta, narrador y cronista nicaragüense publicó en “La Nación” de Buenos Aires, el viernes 08 de marzo de 1912, lo siguiente: “En los últimos años descolló con gran brío Juan Ramón Molina, joven genial, que murió prematuramente, y que era una bella esperanza para las letras hispanoamericanas. A su lado ha figurado Froylán Turcios, poeta y escritor especialísimo”. (…) “No dejaré de consagrar”, agrega Rubén Darío, “un recuerdo final a Juan Ramón Molina. Buen poeta, fuerte poeta, pereció víctima de aquel medio matador de todo anhelo intelectual que apaga el alma de Centro América.” Por solamente estas certeras y aquilatadas palabras sobre José Cecilio del Valle, Juan Ramón Molina y Froylán Turcios, los hondureños poseemos, en nuestros registros históricos, una deuda moral e intelectual cariñosa con el gran Rubén Darío. O “San Rubén Darío”, como lo había canonizado, por derecho propio, el maestro Heliodoro Valle.

Las opiniones fragmentarias anteriores son eso, “opiniones” fragmentarias, predominantemente poéticas, si es que acaso las observamos desde una perspectiva filosófica rigurosa. Empero, si las vemos desde una perspectiva literaria, son “doxas” valiosas para la historia de la cultura de Honduras y de otros países de América Central, como si se tratara de una subdisciplina particular intermedia. Podemos coincidir que se trata de fragmentos dispersos en los archivos municipales de nuestro país, a los cuales es difícil imprimirles coherencia. O ensamblarlos con logicidad. Pero ocurre que basados en decenas de miles de fragmentos con inscripciones claras o borrosas, es que se ha logrado reconstruir un alto porcentaje de la “Historia” escrita de las civilizaciones antiguas del Cercano Oriente, y de la misma Mesoamérica prehispánica.

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