¿AVORAZADOS?

MA
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18 de enero de 2022
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12:25 am
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¿AVORAZADOS?

“LA fortuna de los diez hombres más ricos del mundo se duplicó desde el comienzo de la pandemia, mientras que los ingresos del 99% de la humanidad se han reducido, según un informe de Oxfam”. “Las diez personas más ricas del mundo incluyen, según la revista Forbes, a Elon Musk, el jefe de Tesla, Jeff Bezos (Amazon), Bernard Arnaud (LVMH), Bill Gates (Microsoft), Mark Zuckerberg (Meta/Facebook), Waren Buffett (Berkshire Hathaway) y Larry Ellison (Oracle)”. “La riqueza acumulada del conjunto de los multimillonarios ha conocido desde el comienzo de la pandemia ‘su aumento más fuerte jamás registrado, hasta alcanzar su nivel más alto’, a 13.8 billones de dólares”. Pero esas distorsiones –entre los que se enriquecieron virtud de la peste sanitaria y a los que se los llevó candangas– igual ocurrieron aquí en el país. Mientras la mayor parte de las empresas domésticas –grandes, medianas y pequeñas– sufrieron una debacle, a muchas corporaciones huéspedes les fue muy bien.

Varios de esos consorcios de sello extranjero –cuyas matrices están en otros países y aquí solo tienen sucursales para explotar el consumo local– aprovecharon y siguen haciendo clavos de oro con la necesidad nacional. Parecido a los gigantes tecnológicos que multiplicaron su fortuna mientras aquí no pagan un cinco por la explotación de mercado hondureño. Es una descarada competencia desleal en perjuicio de los medios convencionales de comunicación. En otros lugares están emitiendo leyes para corregir semejante aberración. Ya que mientras las empresas locales operan con toda la carga impositiva encima los consorcios de Silicon Valley entran a usufructuar los mercados –transmitiendo la publicidad que contratan sus clientes– sin que les cueste absolutamente nada. Sin que quede ningún beneficio fiscal al país. Sin que haya ingreso alguno a las arcas nacionales. El azadón perfecto que solo saca y nada deja. Sin embargo –por mucha insistencia a las autoridades motivándolas a actuar en defensa del interés nacional– nada hizo el gobierno para corregir semejante atraco. Pero no solo lanas de afuera exprimen la adicción y la necesidad. Hay negocios locales que se sacaron el premio gordo con la pandemia. Algunos laboratorios y clínicas privadas le han sacando el jugo a los contagios y a la enfermedad. En los momentos de tragedia humana que el país requiere de condescendencia y de mayor solidaridad, no dan tregua los avorazados.

¿Cuántos hondureños gastaron los ahorros de toda su vida en cuentas de hospital? En gran medida los médicos y enfermeras y demás servidores de la salud han puesto alma y corazón asistiendo el dolor ajeno. Hay tantos héroes anónimos a quienes no hay forma de empezar a darles las gracias. Durante mucho tiempo trabajaron a pura dedicación, sin contar con el insumo básico para atender pacientes. Lo hicieron a riesgo de su salud y de sus propias vidas. ¿Cuántos de ellos fallecieron en cumplimiento de su deber a la Patria, o sencillamente por puro amor a su sagrada vocación? Pero, así como ha sido encomiable la entrega de los más, hay profesionales de la medicina lagartos que cobran honorarios de extorsión. ¿No hay un manual de ética del Colegio Médico que regule el cobro indebido de sus agremiados? Llegará el momento de hacer un balance juicioso de estas ingratitudes. (¿Y de qué les sirve tanta fortuna –se pregunta el Sisimite– si cuando uno deja este mundo nada de eso se lleva?).

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