El arte de mentir

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19 de enero de 2022
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12:19 am
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El arte de mentir

Mario Fumero

La mentira se ha convertido en una de las herramientas más usada por el hombre moderno. Es tan popular y endémica como la misma corrupción, ambición y orgullo. Cada vez el mentir se vuelve, más que una evasión determinada en ciertas circunstancias, un arte para obtener de ella beneficio, o esconder la arrogancia y soberbia humana. Podemos decir que la mentira es una materia dominante en todas las esferas sociales, principalmente en la política, aunque la misma no se estudia, es parte del quehacer diario.

Es tan común mentir que es raro que alguien diga la verdad, a sabiendas que la misma no es agradable a la mayoría, viéndose a los que la dicen como un extraño. Por medio de la mentira evadimos responsabilidades, escalamos posiciones, adquirimos prestigio, damos falsas esperanzas, explotamos la fe, realizamos campañas políticas, creamos falsas expectativas, escondemos la verdad, engañamos a las personas y corrompemos el sistema. Tal parece que cuanto más grande es la mentira, más fácil la creen y la aceptan como si fuera verdad.
Podríamos preguntar ¿quién miente?, pero es mejor preguntar ¿quién no miente? Nadie se escapa de este mal. Miente el líder religioso que le ofrece al creyente una esperanza eternal a cambio de una ofrenda, sacrificio u obediencia, o le dice falsamente que en su iglesia podrá “dejar de sufrir”. O aquel que se proclama Dios y Cristo, o el otro que convierte el reino de los cielos en una bolsa de valores, donde si das una buena suma de dinero “sembrando en su bolsillo” Dios te lo multiplica al ciento por uno, promoviendo la ambición.

Miente el político que le ofrece al ciudadano erradicar la pobreza, sin ofrecerle alternativa de trabajo, o aquel que les ofrece un puente en un pueblo en donde no existe un río. O aquel que le dice al pueblo que cuando llegue al poder será defensor de los pobres, pero él mismo es puesto y sostenido por los ricos y poderosos que explotan al pobre.

Miente el periodista que manipula la noticia para desprestigiar al gobierno de turno que no le da un cheque o “mordida”, o poner a mal a aquel que no le da un soborno. Miente el maestro que dice preocuparse por sus alumnos, y después los deja sin clase, para reclamar sus derechos en asambleas informativas. Miente el comerciante o empresario que altera el peso o adultera el producto, para obtener más ganancia. Miente el ciudadano de a pie al evadir los impuestos, y declara ingresos inferiores a los que recibe. Miente el abogado que para salvar a un delincuente que le paga bien, fabrica falsas evidencias y a veces victimiza a un inocente.

Miente el médico cuando falsea un diagnóstico para obtener más dividendos. Miente el padre cuando le dice al hijo que le diga al que le llamó por teléfono que no está en la casa. Miente la propaganda que te pone en letra grande la oferta y en letra minúscula la trampa. Miente el que te dice que venga a una hora determinada a sabiendas de que no va a estar. Miente el que promete algo que sabe que no puede cumplir. En fin, este mundo está entretejido por el arte de la mentira, y si el cuento de Pinocho fuese realidad, viviríamos en un mundo lleno de narices alargadas.

¿Y que dice Dios sobre la mentira? La Biblia tiene varios consejos al respecto. Dice Efesios 4:25 “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”. La Biblia identifica la mentira como creación de Satanás y dice en Juan 8:44 “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Pablo le dice a los Colosenses (3:9) “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos”.

Es triste aceptarlo, pero es imposible poder forjar un mundo dominado por la verdad, en donde el mentir es todo un estilo de vida, y lo que es peor, los que andemos con la verdad tendremos que sufrir las consecuencias del sistema existente, porque, aunque la verdad edifica, también nos produce persecución e incluso, ostracismo, porque nadie quiere ser confrontado con el engaño engendrado por tal actitud. Si desecháramos la mentira y hablásemos con la verdad, muchos problemas existentes desaparecerían y viviríamos en un mundo mejor, más justo y sincero.

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