El que parpadea pierde

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19 de enero de 2022
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12:22 am
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El que parpadea pierde

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Francisco Zepeda Andino
Cnel. ® FAH

Antes de tantos equipos electrónicos, celulares con WhatsApp, etc., había una serie de juegos para entretenerse, siendo uno el colocarse frente a otro participante, fijar la mirada entre ambos a poca distancia y el primero en parpadear perdía. Si no fuese porque involucra contendientes con capacidad nuclear e inmenso potencial de destrucción y muerte, lo que acontece en la frontera entre Ucrania y Rusia, parecería un juego de niños.

Cuando a finales de los 80s, Mijaíl Gorbachov desarrolla sus iniciativas de “glasnost” y “perestroika”, y en diciembre, 1991, contribuyen a la disolución de la Unión Soviética, amplios sectores de pensamiento mundial creyeron que la Guerra Fría había terminado. El folclórico Boris Yeltsin continuó, con algunas variaciones, lo iniciado por Gorbachov, apareciendo luego  en escena el coronel de la KGB Vladimir Putin, quien había ostentado cargos en materia de seguridad nacional, y el 31 de diciembre, 1999, tras renunciar Yeltsin, asume como presidente interino. Desde esa fecha hasta la actualidad, bajo una figura u otra, se mantiene como actor primordial de la política rusa e internacional.

En el otro lado del aparente infantil pero potencialmente letal juego de parpadear, se encuentra Joe Biden, 46avo. presidente de los Estados Unidos de América, y tras una ruda lucha con su contrincante político Donald Trump, llega el mando de la nación norteamericana el 20 enero, 2021.

La crisis existente en la frontera entre Ucrania y Rusia no es reciente. Con la anexión rusa de Crimea, a inicios del 2014, calificada por Kiev como una violación flagrante al Acuerdo de Budapest suscrito hace unos 20 años, mediante el cual Rusia se comprometió respetar la integridad territorial de Ucrania a cambio de deshacerse del armamento nuclear que la Unión Soviética había ubicado en esa nación. Rusia nunca ha escondido su interés en el estratégico puerto de Sebastopol, parte de la península de Crimea  que da un rápido acceso a la flota rusa al Mar Mediterráneo y demás áreas, con especial énfasis el Medio Oriente.

Putin tiene una visión geoestratégica muy bien cimentada en su preparación como exoficial de la KGB,  amplia experiencia política desde cuando participó en los altos mandos de la Unión Soviética y algún sentimiento nostálgico del antiguo imperialismo zarista, con todo su esplendor y poder. Muchos rusos todavía añoran la época cuando la URSS extendía sus fronteras físicas hasta Europa occidental, (Alemania del Este), y sus lazos o influencias ideológicas muy fuertes con naciones en África, Medio Oriente, Asia y América Latina. Sin duda alguna, Putin le ha devuelto al pueblo ruso parte del orgullo perdido como consecuencia de la invasión y debacle en Afganistán, (Dic.1979-Feb.1989), considerada por analistas como el “Vietnam soviético”, pero más importante, la disolución de la Unión Soviética.

Frente a Putin se ubica el presidente Biden, experimentado político demócrata en su servicio como senador y vicepresidente de los EUA, pero posiblemente no posee la sagacidad, capacidad de intriga o artimañas las cuales fueron parte del crecimiento profesional de un oficial KGB o “apparátchik” soviético.

No creemos que ni Putin o Biden hayan recurrido, dentro de sus posiciones gubernamentales importantes, a ordenar un asesinato político. Pero, del lado ruso ahora y antes en la antigua Unión Soviética, es innegable que alguien, en algún escalón de mando, con un sentimiento equivocado de seguridad nacional, o defensa de la Madre Patria, lo hizo. Desde León Trotski, Ciudad de México, agosto 1940, hasta el opositor Aleksei Navalni, agosto 2020, aparentemente envenenado con el agente nervioso novichok, ciudadanos rusos en Inglaterra, Francia y Rusia, han sido víctimas de ese actuar represivo.

La situación actual en la frontera ucraniana-rusa se ha recrudecido ante la denuncia de Ucrania, comprobada por imágenes de satélites norteamericanos, sobre la presencia de 100,000 tropas rusas, con todos sus armamentos, pre posicionados para una eventual invasión. La capacidad defensiva de Ucrania es limitada ante el poderío de su vecino. ¿Cuál sería la reacción occidental ante la invasión? El presidente Biden, así como otros líderes europeos, han mostrado su apoyo a Ucrania pero existe una duda razonable que estén dispuestos a emplear sus fuerzas armadas.

Con índices aceptables de aprobación al interior de Rusia, el presidente Putin tendría mayor flexibilidad para ordenar una acción armada. Por su lado, Biden, enfrentando diversos problemas a un año de iniciado su mandato, (inflación, baja imagen, dificultad con el Senado y Cámara de Representantes, movimientos supremacistas, etc.), podría ver limitadas sus opciones.

¿Diplomacia y negociaciones o tanques y aviones? Veremos qué prevalecerá. Continuará.

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