Sesenta y siete años después

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20 de enero de 2022
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12:08 am
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Sesenta y siete años después

Marzo de mujeres

Carolina Alduvín

El próximo martes 25 se cumplen 67 años desde que a las mujeres se les reconoció el derecho a votar y a postularse a cargos de elección popular, dos días después, por primera vez en la historia de esta República, una mujer será investida como presidente, luego de un accidentado recorrido personal y político. Sus fieles partidarios, así como aquellos que le prestaron sus votos con tal de expulsar al actual gobernante y sus secuaces no enquistados en el Parlamento, respiran aires de esperanza, mientras muchos de los que se abstuvieron o votaron por alguien más, anticipan que el próximo gobierno se enrumbe siguiendo la ruta del Foro Sao Paulo. Por su parte, muchas mujeres, ingenuamente toman este coyuntural acontecimiento casi como que el fin del patriarcado. Olvidándose que son ellas quienes lo fomentan y mantienen robusto.

Algunas de las peticiones que las mujeres organizadas han hecho a la Comisión de Transición para Movimientos Sociales son interesantes y, de lograr la atención e implementación por parte de los nuevos funcionarios, habría cambios significativos en las vidas de muchas, especialmente de las más vulnerables. Comenzando por la reactivación y fortalecimiento de las Oficinas Municipales de la Mujer, por ahora su existencia está consignada en la Ley de Municipalidades, pero su operatividad en la práctica es muy limitada o nula, debido a presupuestos restringidos, desviados o inexistentes. Si en cada uno de los 298 municipios se implementan estas dependencias, se abre la posibilidad de atender problemas frecuentes, como las denuncias sobre violencia intrafamiliar y el respectivo auxilio con refugio temporal a afectadas y sus hijos.

De manera complementaria, la alianza de estas oficinas con los respectivos movimientos de la sociedad civil y fundaciones constituidas para fomentar mejoras a la calidad de vida familiar, podrían brindar atención integral a las mujeres víctimas de violencia física, sexual y psicológica. También abriría espacios comunitarios para promover educación y formación cívica que ponga en conocimiento a las usuarias sobre sus derechos ciudadanos, políticos y reproductivos, sin olvidar alternativas de asociación y cultura de emprendimiento que les posibilite alguna forma de independencia económica y mejora en su nivel de vida.

Las estadísticas indican que, en el país, un 20% de mujeres entre 15 y 49 años, han sido alguna vez maltratadas físicamente, y el 16% ha experimentado alguno de los tipos de violencia por parte de su pareja. Como consecuencia, se observa incremento en la mortalidad femenina, debido a la falta de atención médica a las sobrevivientes de agresiones, o a suicidios por depresión postraumática. En el caso de niñas y adolescentes víctimas de abuso, muchas no logran superar los traumas, lo que conlleva abandono de la escuela e impide el desarrollo de sus vidas en los aspectos educativo, cultural y, por ende, laboral. La mejor forma de prevenir la violencia es ponerlas en conocimiento de sus derechos y opciones de auxilio.

Otro aspecto que define una vida precaria para miles de familias es la carencia de acceso al agua potable, situación que, por lo regular, toca a las mujeres resolver. Se calcula que el 30% de los hogares hondureños no están conectados a los servicios de distribución de agua potable, estando esto consignado como un derecho humano universal. Esto deriva en trabajo físico excesivo y no remunerado para mujeres y niñas, al tener que acarrear el agua desde lugares muy distantes, para poder desarrollar, a continuación, variedad de labores domésticas, conlleva igualmente a postergar la educación, la recreación e impacta en la economía, ya que hay que comprar agua a precios elevados y desproporcionados al nivel de ingresos del grupo familiar.

Se propone como alternativa de solución, construir obras sostenibles de captación de agua en los lugares que carecen del servicio, creando proyectos de cosecha de agua lluvia, donde las mismas mujeres podrían ser las protagonistas, con la ayuda de las numerosas organizaciones creadas para organizarlas, capacitarlas y orientarlas en la búsqueda del indispensable financiamiento. Otras iniciativas interesantes de parte de estos grupos son: Mujeres Construyendo Soberanía Alimentaria, el Programa Nacional de Crédito Solidario para la Mujer Rural, el Programa de Mujeres Activas y Emprendedoras, en nivel municipal y como propuesta del Sector Social de la Economía, Acceso a la Tierra para Mujeres Rurales, entre muchos otros.

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