Monseñor Casanova, hermano

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21 de enero de 2022
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12:03 am
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Monseñor Casanova, hermano

CONTRACORRIENTE

Por: Juan Ramón Martínez

Mientras otros, -políticos y estrategas- gubernamentales querían distraer a la población en tiempos de elecciones, nosotros deseábamos reflexionar sobre la situación para buscar nuevas alternativas con las que vencer el atraso y la pobreza. Ellos con recursos. Nosotros más con voluntad, colaboraciones excepcionales y entusiasmo. Desde el principio, nos llamó la atención el número de fallecidos, fruto del odio entre compatriotas; y que, la juventud no tuviera ejemplos en que moldear su conducta. Por ello, para enfrentar el problema, en vez de menciones publicitarias, buscamos ejemplos atractivos para las nuevas generaciones a fin que pudieran recuperar el respeto y la consideración mutua, el valor de la vida y el afecto hacia los que sufren más. Para ello, estamos convencidos que necesitamos figuras ejemplares que, sirvan de modelo para la formación de quienes, desde ya, son el presente de nuestro país. En la celebración del Bicentenario hemos encontrado en la figura de Subirana un ejemplo que podemos usar para crear un nuevo hondureño, menos colonizado, más culto, serio y responsable, sensible, compasivo y comprometido con la vida y su defensa. De la suya, de la de los demás y de su país.

Para eso pedí cita a monseñor Román Casanova, obispo de Vic, Cataluña, España, en cuyo seminario fue donde se formó como sacerdote el misionero más ejemplar que ha visitado Honduras, en toda su historia. Que no solo nos dejó su palabra, -que la repiten con devoción después de más de 100 años los compatriotas más humildes de nuestro país-, sino que entregó su vida por nosotros y está enterrado en la iglesia de Yoro, rodeado de flores y candelas encendidas por sus creyentes que siguen, humildemente, sus pasos en favor de la protección y el respeto a los más humildes entre nuestros hermanos. Los indígenas, que aún ahora, siguen huyendo de quienes los persiguen para explotarlos.

Me recibe como hermano. Como nos enseñó Jesucristo. Me anima, me da fuerza en lo que buscamos: que Subirana sea declarado beato primero y después, santo, para que nos oriente y cuide a los hondureños. Los guatemaltecos tienen al hermano Pedro. Los salvadoreños a monseñor Romero y dicen que pronto también, a Rutilio Grande, ambos asesinados por los militares. Monseñor Casanova me escucha con interés y atención. Me acompaña, haciendo precisiones geográficas, nuestro yerno Eduardo Goñalons y su hijo, (mi nieto) Alex, de once años, cuya curiosidad impresiona mucho al pastor que dirige la Diócesis de Vic. Cuando hace uso de la palabra, me da ánimo y me pide que se los trasmita a los hondureños que le he dicho, me acompañan en esta aventura en la que le digo que tengo poco tiempo. Se ríe y dice, “solo Dios sabe”. Me explica lo que tenemos que hacer: 1) Preparar un informe en que demostremos históricamente que Manuel Subirana, llevó una vida ejemplar, cumplió las reglas de la vida sacerdotal, predicó las verdades del evangelio y honró el nombre de Cristo; 2) Demostrar que en Honduras, existe una firme y creciente devoción por la figura ejemplar de Manuel Subirana, mostrando ejemplos: catecismos, oraciones, capillas y ceremonias de recordación; y 3. Milagros suyos, que muestren su intervención ante el Creador para desde su muerte, ayudar a las personas en dificultades. Cuando le refiero que los devotos son mayoritariamente los más humildes, pobres, y con menos voz, me dice que confíe que la voz de Dios, se manifiesta en las formas más inesperadas. Veo que discretamente mira su reloj y le digo que me dispense la oportunidad para retirarme. Me dice que no. Que más bien quiere que veamos, el Salón Apostólico, donde se reúne con sus sacerdotes y están los retratos de más de cien obispos que le han precedido en la acción pastoral de dirigir la diócesis. Alex, siempre curioso, le pregunta y “donde está su retrato”. Monseñor ríe, se vuelve hacia nosotros y le responde, “lo pondrán hasta que me muera”. Explica que los han situado en forma diferente para que haya espacio para unos 25 obispos más. Aprovecha monseñor Casanova para explicarnos sobre la vida y gestión de los primeros prelados, confirmando la antigüedad de la diócesis y la vinculación de la historia eclesial, con la vida y los intereses de Cataluña.

Nos despedimos. Siento su fraterna simpatía y afecto. De católico a católico.

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