LA PATRIA SOÑADA

ZV
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23 de enero de 2022
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12:25 am
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LA PATRIA SOÑADA

PARECE una frase trillada. Pero la verdad es que todo verdadero hondureño posee en su imaginario íntimo un rincón del terruño que añora o que idealiza, ya sea por motivos de nacimiento o de “querencia” aprendida. Ese amor a lo ancestral, en caso de ser auténtico, poco tiene que ver con coyunturas, corporaciones o ideologías. Tal vez aquellos que nunca han viajado desconozcan ese sentimiento profundo. Pero cuando alguien se encuentra en tierras lejanas, sobre todo si es víctima de la indiferencia o de la xenofobia, comienza a experimentar la nostalgia. Con sólo escuchar o recordar las notas del Himno Nacional, al paisano se le estremece todo el cuerpo. Y le dan fuertes ganas de retornar a sus valles, llanuras o a sus montes.

El amor a Honduras es algo inexplicable; pero, parodiando a un famoso escritor suramericano, se puede reafirmar que este amor es como “un acto de fe”. Una fe depositada en un pasado bucólico, en un presente contradictorio o en un futuro que tal vez resulte demasiado remoto. Pero la fe y la esperanza se conjugan a fin de que el auténtico hondureño trabaje, directa o indirectamente, por una patria de ensueño.

Hay ejemplos que vale la pena traer a colación. Los griegos, aunque viajen y se instalen en el otro lado del mundo, siempre anhelan volver a sus pueblos natales a encontrarse con aquellos paisanos que el tiempo desconoce. O con los monumentos arqueológicos que se alzan por encima de las ruinas. Grecia, por ejemplo, ha padecido descalabros financieros más graves que los de Honduras, al extremo que hace pocos años ese país estuvo a punto de ser excluido de la Unión Europea. Pero conociendo las terribles experiencias históricas de los griegos, sabemos que al final de la tarde siempre se reponen, y que sus hombres y mujeres vuelven por sus fueros ancestrales.

En fechas más recientes podemos ilustrar este tema con el ejemplo de los sirios, cuyo país ha sido despedazado como pocos por una guerra civil y por el fuego cruzado de las facciones terroristas y de las potencias extranjeras. Pero a pesar de los éxodos masivos y de la crisis humanitaria generada por esa guerra variopinta, los sirios siempre desean volver a Siria, a reconstruir las casas y los condominios en donde habitaron, y que fueron pulverizados por causa de los bombardeos. Estas personas desean que su gobierno les permita reconstruir sus casitas exactamente donde antes estaban en pie. Ese es un verdadero amor patrio, y un genuino sentido de pertenencia nacional. Al igual que los griegos, la patria de sus sueños se localiza donde ellos nacieron, a pesar de todas las adversidades habidas y por haber. Nadie les arrebata el derecho de soñar con volver a su país de origen.

La patria soñada del hondureño promedio, sigue siendo una patria utópica; lejana en el espacio y en el tiempo. Por eso algunos paisanos se marchan del país y muchos de ellos rehúsan la posibilidad de regresar. Prefieren hambrear y arriesgar sus vidas en otras partes del mundo que continuar viviendo aquí. Carecen de identidad y sentido de pertenencia, o la perdieron en el camino, en tanto que sus profesores también carecían del principio de identidad nacional. Aparentemente nada bueno les transmitieron a sus alumnos. Excepto, quizás, los rencores consabidos.

No todos, por supuesto, desean quedarse viviendo para siempre por allá, en tanto que un buen porcentaje de hondureños envían dinero a sus familiares más cercanos con el objeto de que construyan sus casitas, compren algunas “propiedades” y preparen el espacio adecuado con el fin de acondicionar los retornos. Nunca olvidan a su patria ni mucho menos a sus parientes y amigos. Lo ideal sería que en algún momento de la historia futura, tanto los paisanos como los extranjeros anhelaran coexistir en un país “lejano” y hermoso llamado Honduras, en donde hasta los pensionistas del hemisferio norte se sintieran seguros de invertir o gastar sus ahorros por el resto de sus existencias.

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