Asunción presidencial y trama de disidentes

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28 de enero de 2022
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12:15 am
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Asunción presidencial y trama de disidentes

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

¡Qué daño tan desastroso el que provocaron causantes y ejecutores del golpe de Estado, impuesto al pueblo en 2009! A doce años de inferido, la situación del país empeoró con tanta incidencia social, que la ciudadanía pudo por fin sortear el fraude e, intentando sustraerse de la pesadilla, dio un triunfo contundente a Xiomara Castro. Hubo, como se sabe, acuerdos políticos con Salvador Nasralla, paso si se quiere incómodo, aunque -como todo indica- influyó en la votación e hizo también posible el acceso “del señor de la tele” y Doris Gutiérrez a la terna de designados.

¿Qué aconteció en los niveles de alcaldes y diputados, rangos en los cuales nacionalistas y liberales alcanzaron “mejor suerte”? ¿Participaron tras bambalinas intereses fácticos, involucrados -no tanto en el gane de Tito y Yani- en “sacar” suficientes ediles y sobre todo padres de la patria a sabiendas de que en el Congreso se dará la batalla entre el cambio prometido y el freno que pretenden imponer? En aras de esta consigna -y no hay por qué descartarla- el bipartidismo compró votos para inflar sus resultados.

Empero, como ni así pudieron blindar suficientemente sus pecados y recursos malhabidos, fraguaron la división en diputados de Libre descontentos con la viable escogencia de Luis Redondo como titular del Legislativo, cuestión que amarilló las ambiciones de Jorge Cálix, quien -con “Beactriz” de dupla- activó la disidencia y con el soporte mayoritariamente nacionalista resultó “presidente del Congreso” en un paraje de Zambrano, a pocos metros de donde vio la luz el mandamás supremo Tiburcio Carías Andino.

Mientras, en el recinto parlamentario -libre de cadenas carcelarias- se producía la elección de la junta directiva presidida por Redondo, en medio de una masa de gente adicta a la dama que -desde ayer- asumió la conducción del Estado.

Serán cuatro años de complicada andadura, pues el régimen saliente no solamente agravó los problemas de la nación, sino que dejó trabas a cual más nocivas y obligaciones a cual más onerosas, buscando dificultarle el mando y la dirección del gobierno que preside. Desde luego, deposita su confianza en el respaldo que el pueblo le dispensó en las urnas.

Es de esperar -como lo aguarda el pueblo- el aporte del designado Nasralla, sin echar el pie atrás ni enredar la pita con señalamientos antojadizos. Si sobre disensos comprensibles, prevalecen sólidas cuotas de unidad se irán atendiendo las necesidades apremiantes de la población, tal cual fue convenido.

Sobre lo que se ha dado en el Congreso, desde 2019 advertimos los problemas inherentes al apetito desmedido de quienes presumen ser dignos de un cargo electivo. “Barajas de aspirantes” titulamos el artículo, escrito a raíz de un encuentro habido en el hotel Santa Lucía -del amigo Mario Maldonado- con Manuel Zelaya. Allí se habló del asunto, a partir de experiencias recurrentes: transfuguismos, oportunismos, ambiciones, trasiego de voluntades, desviaciones partidarias.

En “Barajas de aspirantes” recogimos y entrevimos lo siguiente: “Por más que las divisiones intestinas -ante todo liberales- resquebrajan y buscan invalidar la disciplina partidaria, privó en la reunión de Santa Lucía el criterio unánime de fortalecer ese principio, en el caso de Libre, y procurar la cohesión orgánica por la vía de acuerdos previos protocolizados entre dirección política y aspirantes, para con ello poner a prueba su conducta y su adherencia a los principios doctrinarios y las líneas de acción, en lugar de dispararse de forma precipitada, la cual podría dar lugar a proferir después la expresión vallejiana tomada de los evangelios: Aparta de mí este “cáliz”

De modo peyorativo entrecomillé -en 2019- el vocablo “cáliz”, debido a los amagos de poder que por entonces ya daba muestras el que ahora -acaudillando la deserción- alcanzó un alto cargo “nacional nacionalista”. Tarde o temprano, la crisis conspiratoria que ayudó a tramar lo abismará en su torbellino y determinará su irreversible ocaso político, incluso si dijese como Job: “Me arrepiento en polvo y en ceniza”.

Pese a todo, un diálogo político puede darse en las últimas horas para alivianar el conflicto causado, restaurar la buena imagen de Honduras y desenredar -en suma- la dicotomía del Congreso, en función de un gobierno legítimo al que el pueblo instruyó con demandas de orden nacional y social.

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