Alfredo Cabrera, el microbiólogo que atiende con calidez a dolientes en la morgue

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29 de enero de 2022
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05:30 am
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Alfredo Cabrera, el microbiólogo que atiende con calidez a dolientes en la morgue

El doctor en microbiología, Alfredo Cabrera, se desempeña como auxiliar de información en la morgue del Ministerio Público, en la capital.

Por: Carolina Fuentes

Con los nervios de punta, ahogados en llanto o meditabundos llegan a diario cientos de hondureños, a reclamar el cadáver de un ser querido en la Morgue del Ministerio Público (MP), en Tegucigalpa, donde son atendidos con amabilidad por el doctor en Microbiología Industrial, Alfredo Emilio Cabrera Meléndez.

La pandemia del COVID-19, en marzo del 2020, paralizó la educación, el transporte y la economía en Honduras, excepto la macabra “industria” de la muerte que ese año dejó 3,621 homicidios, según datos del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Y precisamente por ello, a pesar del enorme riesgo, al doctor Cabrera le tocó brindar información a cientos de dolientes, sin saber si estaban contagiados o no, justo cuando casi toda la población se mantenía confinada para no exponerse a la mortal enfermedad.

“Hay gente que viene de lo más tranquila, como que no ha pasado nada, pero también madres que aquí se desgarran, se tiran al suelo, se desmayan, que gritan, que quieren golpear… Y uno trata de ser lo más paciente”, cuenta Cabrera, quien se desempeña como auxiliar de información en la morgue capitalina.

LIDIAR CON EL LUTO

“¿Cómo le va a decir a la gente que no los va a atender, si aquí está su fallecido?, ¡Hay que despacharlos! Fue algo bien triste a la vez, ver cómo la gente se acercaba y el pánico por el COVID-19, era pánico aquí en el trabajo y pánico en los barrios”, comenta el profesional, con nueve años de experiencia en ese campo.

Lidiar con las emociones de familiares enlutados y a la vez con su propio temor al COVID-19 se ha vuelto todo un desafío para este microbiólogo a quien hoy se destaca en esta sección, Ángeles de la Pandemia, por realizar su labor con entrega, vocación de servicio y trato humano a favor de miles de hondureños.

Por desempeñar su trabajo con eficiencia, Cabrera se contagió de COVID-19 en el 2020, aún así, al recuperarse retornó a sus labores, agradecido con Dios por sobrevivir, pues ese año fallecieron 3,141 hondureños a causa del virus, según cifras del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager).

El doctor, al graduarse en la UNAH, junto a sus padres Belgrado Cabrera y Matha Meléndez; sus hermanos, José e Indira, sobrinos, su esposa Hender y su hijo Alfredo.

PERSEVERANCIA

Cabrera nació en la ciudad de La Paz, departamento de La Paz, el 24 de octubre de 1986, en el hogar conformado por el licenciado en administración de empresas, Belgrado Emilio Cabrera Castro; y la perito mercantil, Martha Lidia Meléndez Martínez. Está casado con Hender Johem Rodríguez Girón y tiene un hijo, Alfredo Gael Cabrera.

Siendo un “cipote” de 13 años, se mudó a Tegucigalpa para estudiar y años más tarde, en el 2017, se graduó como doctor en Microbiología Industrial, en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Ese logro académico, sin embargo, no lo habría alcanzado si no hubiera estado dispuesto a sacrificarse, al trabajar en horario nocturno como auxiliar de información en la morgue capitalina, donde hasta la fecha atiende con calidez a personas que reclaman cadáveres, a fiscalías, personal de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) y periodistas.

GOLPES Y PATADAS

¿Qué es lo más difícil de la labor de atender al doliente? El doctor manifiesta que “la atención al público, al doliente, es complicada”, pues así como llegan familiares calmados y respetuosos, nunca faltan aquellos que exigen les den su difunto “ya, de una forma inmediata”.

Una de las experiencias que le resulta inolvidable a Cabrera fue la vez en que una furiosa mujer llegó a la morgue y lo golpeó, gritándole que agilizara el proceso de entrega del cadáver de la esposa de un tío, quien había fallecido atropellada.

Cuando Cabrera le explicó que quien tenía que estar allí era el esposo de la víctima y no ella, “se puso histérica… Me ha agarrado las copias y me las ha lanzado a la cara, me ha empezado a tirar golpes, a tirar patadas y fue un señor, el esposo de la fallecida, el que la agarró”.

Afuera de las oficinas de la morgue, mientras Cabrera era atacado por la colérica dama, permanecía “una turba de unas 30 personas” parientes de la difunta, quienes “creyeron que era yo el que la estaba agrediendo y se han venido, mamá, sobrinas, amigas, todos a abalanzarse sobre mí, creyendo que yo era el que la estaba agrediendo…”.

Para suerte del doctor, “…quien los paró al final fue el mismo esposo de la fallecida, él fue el que tranquilizó las aguas y les hizo entender que era ella la que estaba agrediéndome a mí”.

TURNOS DE 24 HORAS

El profesional recuerda que al iniciar la pandemia, el personal de la morgue capitalina pasó de hacer turnos de 12 horas “a hacer turnos de 24 horas; experimentamos algo que nunca habíamos visto, ¡La gente aquí se aglomeraba!”.

“Era día y noche, todo un mes, creo que fue abril, mayo y junio del 2020, fueron tres meses intensos, donde aquí la gente hacía fila para poder obtener un documento, que el médico se lo extendiera”, indica Cabrera.

Si bien, a la morgue solo son ingresados cuerpos de personas que perecen asesinadas o en accidentes vehiculares, de a poco comenzaron a darse cuenta que algunos de estos, atendidos previamente en el Hospital Escuela, tenían sospechas de COVID-19.

“Yo fui, junto con otro grupo de compañeros, los que recibimos el primer caso COVID-19 y aquí todo mundo alarmado, ¡Era una cuestión horrible, porque uno no se quería ni siquiera acercar, por el temor de contagiarse”, en esos tiempos en que el COVID-19 les era una enfermedad por completo desconocida.

Junto a sus compañeros de labores, en la morgue capitalina, usando todas las medidas de bioseguridad para ejercer su labor.

EJEMPLO DE ESFUERZO

Aunque el cargo del microbiólogo es el de auxiliar de información, a lo largo de los años se ha involucrado en otras tareas, para brindarles apoyo a sus compañeros.

“Actualmente apoyo con la toma de huellas, con inventario en los frízeres, entierros, colaboro con el personal receptor recibiendo cuerpos; colaboro con el personal de rayos X, subiendo a los muertos a las planchas, moviéndoles el cuerpo…”, detalla el entrevistado.

Con una sonrisa, Cabrera afirma que “uno aquí se vuelve multifuncional, ayudando sobre todo al familiar”. Para el caso, si se trata de cadáveres de desconocidos, “uno tiene contactos con gente de DPI, con gente del Registro, para poder conseguir padrones dactilares” que permitan su identificación.

“Igual, con gente de DPI, ellos tienen sus propios contactos en el Registro y ellos mismos hacen el cotejo, en el caso de los desconocidos y en el caso de los menores de edad, nos abocamos con las odontólogas para que ellas nos autoricen esa entrega de los menores de edad”, explica.

Por tratarse de un profesional universitario, Cabrera gestionó su ascenso en el 2019, el cual continúa en trámite y se ha convertido en una meta por lograr para este ejemplar hondureño cuya vocación de servicio y tolerancia da alivio a aquellos que a diario reclaman cadáveres, tras sufrir el dolor de perder a un familiar en las garras de la violencia.

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