ENSEÑAR A PESCAR

ZV
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13 de febrero de 2022
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12:07 am
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ENSEÑAR A PESCAR

ES una frase que se le atribuye al moralista, pensador y estadista oriental milenario conocido en su traducción a la lengua española como “Confucio”. La oración completa se conoce más o menos así: “Al hombre no hay que regalarle un pescado. Sino que hay que enseñarle a pescar”. Es algo que parece exhibir sólo sentido común. Pero que posee mucha profundidad, si ese pensamiento lo traslapamos con las realidades económicas, políticas e ideológicas de los países tercer y cuartomundistas.

Confucio fue severamente censurado durante la “revolución cultural china”, al grado de desterrarlo del panteón de los inmortales. Pero al poner en práctica el capitalismo de enclave exitoso en los últimos cuarenta años en las ciudades más importantes de la República Popular de China, Confucio ha sido rehabilitado con todas las de ley. Incluso ha sido rehabilitada, en forma parcial, la memoria de Liu Shao chi, un personaje histórico y político más reciente, quien fue perseguido y maltratado sistemáticamente durante la mencionada “revolución”, y atacado por ser uno de los seguidores principales del capitalismo, por lo menos en apariencia. Esto significa que en la historia muchas cosas, tarde o temprano, pueden dar un giro inesperado de ciento ochenta grados.

Naturalmente que la famosa frase de Confucio hay que ponerla en contexto. No hay que repetirla mecánicamente, como hacen aquellas personas que se hallan propensas a repetir “citas citables”. A partir de los estudios del “Club de Roma”, a finales de la década del sesenta y comienzos de los años setenta, quedó claro que existen o subsisten grupos humanos que requieren de un salvamento inmediato, sin recurrir a lenguajes sofisticados. Alguien que se está muriendo de hambre y de sed necesita alimentos y alojamientos inmediatos. No discursos. Esto ocurre sobre todo después de los huracanes, inundaciones, terremotos, guerras y grandes sequías.

Pero en tiempos normales lo correcto es enseñarles a pescar a las personas que necesitan un trabajo para poder subsistir o mercadear sus productos. En el fondo se trata de un tema educativo que conecta con las necesidades productivas inmediatas, y con los incentivos indispensables del caso. Al final también es un tema cultural, que al resolverlo vendría a dinamizar a toda la sociedad. Necesitamos, para expresarlo en términos económicos y evangélicos, que nos convirtamos en pescadores de peces y en pescadores de hombres. Lo primero con el objeto de satisfacer las necesidades alimentarias, y lo segundo con el fin trascendente de llenar los vacíos del alma, en una época ofuscada y carente de valores reales.

No es con discursos que se resuelve el problema del desempleo masivo de las nuevas generaciones. Sino con acciones coherentes en donde se conjuguen los incentivos del gobierno y del Estado, con una verdadera iniciativa privada que vaya más allá de los nichos económicos tradicionales, y que se desenvuelva con libertad. Para eso se requiere apertura de pensamiento, en cualquier parte del planeta en donde coexistan los políticos y los empresarios, incluyendo a los “micronegociantes”.

Por otra parte el Estado, para salvaguardar sus instituciones públicas y atender sus necesidades financieras, como pagarles sus sueldos a los maestros, a los médicos, a las enfermeras, a los funcionarios, a los asesores, a los consultores y a los demás empleados, es preciso que administre un aparato fiscal justo y eficiente. No con impuestos confiscatorios como suelen hacerlo las administraciones que se encuentran en esas crisis creadas por los mismos funcionarios y que terminan quebrando al Estado mismo. Sino con imaginación, conocimientos económicos racionales y con buena voluntad. Cualquier proyecto legislativo, bueno o malo, requiere de un respaldo financiero real y concreto. Para ello es preciso escuchar las opiniones de las personas que realmente saben de finanzas públicas, y que han evitado caer en esas jergas cansinas de supuestas modernidades.

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