DE una conferencia magistral, tomamos la introducción que el tecnólogo y autor argentino Santiago Bilinkis daba al inmenso auditorio allí congregado. Muy a tono con las advertencias ya abordadas en esta columna de opinión. Ello es de cómo los gigantes tecnológicos, por medio de sus plataformas y algoritmos, han robotizado las mentes de los zombis adictos a su frivolidad y de la forma cómo esta adicción ha transformado la socialización de hoy día. Ustedes juzguen si para bien o para mal: “Hace un tiempo –relata el conferencista– estaba en un bar, en otra mesa estaba una mujer con un niño como de cinco años”. “Ella estaba completamente capturada por su celular”. “Y mientras, el niño la miraba”. “Tal vez otro chico hubiera armado un berrinche para llamar su atención”. “Pero este niño no”. “Esperó un buen rato, finalmente se paró de su silla fue atrás de su mamá, y fue a acariciarle el pelo”.
“Intentó convocarla con caricias durante varios minutos”. “Y ella en ningún momento se dio cuenta de lo que estaba pasando”. “Me invadió la pregunta”. “¿Cuántas veces habría estado yo en la misma situación sin siquiera darme cuenta?”. “¿Qué nos está pasando? ¿Por qué vivimos obsesionados por nuestras pantallas?”. “Hoy desbloqueamos el celular 150 veces al día”. “Esto es una vez cada 6 minutos durante el tiempo que pasamos despiertos”. “Decidí investigar sobre el tema y llegué a una conclusión que me impactó. Lo que nos está pasando con la tecnología no es casualidad”. “La universidad de Stanford está ubicada en el corazón de Silicon Valley”. “La cuna de las mayores compañías tecnológicas del mundo”. “Allí tiene su sede el laboratorio de tecnología persuasiva, donde investigadores brillantes trabajan, de acuerdo a sus propias palabras, para ver cómo usar las páginas web y las aplicaciones móviles que ustedes y nosotros usamos, para manipular lo que pensamos y lo que hacemos”. “Intentar persuadir a los demás es tan viejo como el mundo”. “Pero los dispositivos digitales y el enorme volumen de información personal acumulado acerca de nosotros a partir de nuestra actividad online, están creando una vía nueva de manipular nuestros pensamientos y acciones aprovechando las vulnerabilidades de la mente detectadas por la economía del comportamiento, la psicología y la neurociencia”. “Los ejemplos abundan. En la escala social, los intentos por manipular elecciones, la proliferación de “fake news”, (noticias falsas), el agrandamiento de todas las grietas”. “En la órbita personal, padres que no vemos a nuestros hijos, y al revés, reuniones donde cada uno pasa más preocupado por lo que pasa en su pantalla que lo que pasa a su alrededor”.
“Una dificultad cada vez más grande para concentrarnos”. “Este fenómeno comenzó con la expectativa inicial que todo en Internet tenía que ser gratuito”. “Un grupo de compañías tuvo que buscar la manera de ganar dinero sin cargarle dinero a los usuarios”. “Lo primero que hicieron fue poner publicidad y por ello cobrar a los anunciantes. Después vino comenzar a recopilar este montón de datos personales para ultra segmentar el mensaje que nos dan a cada uno”. “Finalmente para aumentar sus ganancias cada compañía necesitó que pasáramos más y más tiempo en su plataforma”. “Así nació el hackeo de nuestra atención”. “Cuando el producto que las empresas venden es su atención, todos compiten contra todos”. “Facebook compite contra otras redes sociales como Twitter, pero también compite contra productos muy diferentes como YouTube, Netflix, o Fornite”. “Cada segundo que no estás allí hipnotizado, es tiempo que ellos no puedan vender a sus anunciantes”. “Por eso usan notificaciones visuales y sonoras, todo tipo de trucos para distraerte de cualquier cosa que estés haciendo, inclusive cuando estás usando las demás plataformas”. “El primer presidente de Facebook se convirtió hace un tiempo en un arrepentido. En una presentación contó que él y Mark Zuckerberg eran absolutamente conscientes al desarrollar la plataforma, de estar explotando vulnerabilidades de nuestras mentes para maximizar el efecto adictivo”. (El Sisimite que escuchó la conferencia, salió reconfortado de no ser tan papo, ya que allá en la remota montaña no llega esa nociva tecnología invasiva; es más, ni siquiera tiene celular”).