LA DESCONFIANZA Y LOS DUEÑOS DE NUESTRAS VIDAS

ZV
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19 de febrero de 2022
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12:37 am
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LA DESCONFIANZA Y LOS DUEÑOS DE NUESTRAS VIDAS

¿QUÉ hacemos? –decíamos ayer– con esta influencia maligna que se introduce en el ser de las personas, manipulando la mente y controlándole la vida. Hasta ahora, que sepamos, no hay exorcismo para expulsarlo del cuerpo. Ni para que abandone el alma. Nosotros, vamos a continuar arando en el mar, a sabiendas que no hay interés de detener, mucho menos revertir, la propagación del germen que infecta a la sociedad. Ni de la autoridad, ni de la academia, ni de los centros educativos, incluso, ni de una buena parte de padres de familia. (No digamos de muchos gremios, entre ellos los empresarios, algunos de ellos que apenas leen –a no ser estados financieros– para enterarse de lo que pasa). Estos editoriales que hemos escrito, como una sorda advertencia. Inútil pretender infundir sentido común si no hay deseo alguno de escuchar. La transfiguración que se sufre –en dependencia, en fijación a lo superficial, en pérdida de concentración de lo relevante, en regresión a lo rupestre para expresar estados anímicos con pichingos despreciando la escritura– es irremediable. No va a cambiar.

Sin embargo, como esto debiese inquietar más que cualquier escándalo pasajero, llevamos terciando varios días seguidos. Sentimos obligación de alertar sobre la magnitud del daño que se hacen. Tampoco hay que hacerse ilusiones que lo dicho vaya a permear en mentalidades pétreas. Pero nada se pierde dejando constancia escrita. Para que algún día, que las futuras generaciones caigan en razón de la involución acaecida después del “big bang tecnológico”, no digan que a tiempo no sonamos las campanas. Previniendo sobre la nociva influencia de ese poder hipnótico que se ha apoderado de las sociedades. La tecnología –con la masificación del Internet y de la comunicación al instante, que debió suponer un adelanto formativo, informativo y educacional, disponible universalmente, como nunca antes– ha degenerado en una obsesión adictiva a las plataformas, a los aparatitos inteligentes, a las pantallas digitales, con las que los gigantes tecnológicos –amasando incalculables fortunas– han conseguido robotizar la mente de miles de millones de seres humanos. Los pulpos, engullidos de un poder que ahora controla el mundo y las vidas de los seres humanos, explotan estos mercados miserables a su antojo. Sin aportar absolutamente nada al país retributivo de las enormes ganancias que les genera el aprovechamiento de los mercados domésticos. La interrelación en la comunidad, que antes transcurría en forma afectiva y personal, hoy es una socialización antisocial. La gente ya no platica. Apenas hace la apangada que lo hace; pero sin verse las caras, con la cabeza agachada sin prestar atención, extasiada en el frívolo contenido de su dispositivo.

Como el conflicto enerva la sangre, esa es la materia prima de las plataformas tecnológicas. Incitar conflicto entre los usuarios. Para mantenerlos conectados –compitiendo por “likes” hasta el frenesí–enfrentados unos a otros. Esto apuntaba Tom Friedman –el influyente escritor estadounidense– el otro día en CNBC: “Algo que le ha sucedido a Estados Unidos durante los últimos 20 años es una erosión general de la confianza”. “Personas en el gobierno y personas entre sí”. “Sí, el gobierno se ha equivocado y los expertos se han equivocado y merecen ser cuestionados”. “Pero mucho de este mal instigador de la desconfianza son las redes sociales”. “Ahora estamos en medio de una infodemia, no solo una pandemia, impulsada por Twitter y Facebook y todas estas redes sociales, cuyo modelo de negocio es enfurecer y dividir a la gente”. “Y tiene consecuencias graves a la salud y consecuencias sociales reales”. Volvemos a la inquietud: ¿Qué se hace? “Poner las plataformas y dispositivos –recomendaba el conferencista argentino– al servicio de la vida que queremos vivir no de la vida que otros necesitan que vivamos”. Sin embargo, dudamos que haya interés de recuperar parte de la vida social a como era antes de caer en el aturdimiento. Ese estado de muertos en vida de los zombis. Los gobiernos –con legislación y mecanismos como el uso de cortinas y escudos electrónicos para proteger sus sociedades– podrían tomar medidas. Regular la explotación de sus mercados domésticos que los gigantes tecnológicos invaden como si fuesen dueños de ese territorio. No hubo gestión que prosperase durante la pasada administración. El tema no fue atractivo al negocio, como por ejemplo, las ZEDE, las pública privadas, o las concesiones de los recursos estratégicos del país. (Otro día les contamos. De momento, el Sisimite resuella: Ser dueños de los dispositivos no los dispositivos los dueños de nosotros ni de nuestras vidas).

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