La solicitud de extradición y los graves cargos imputados al expresidente Hernández Alvarado, por parte del gobierno norteamericano no es cosa baladí, al contrario, es un asunto de grandes ligas, que habrá de traerle serias consecuencias, empezando porque seguramente nunca se imaginó estar viviendo este crudo momento… y los que le esperan aún. Por supuesto, el hecho representa, además, un durísimo golpe para su familia, especialmente para sus hijos, y otro espectacular mazazo para la estropeada imagen que se tiene del país, y para las timoratas y hasta influenciadas instituciones y órganos encargados de investigar y hacer justicia.
Por ello es una vergüenza que tenga que venir una autoridad extranjera a llevarse un nacional para enjuiciarlo, pues la cegata administración judicial que se practica en estas honduras, fue incapaz de hacer nada para cumplir con sus sagradas misiones para las que fueron creadas. Internamente, líderes políticos y ciertos comunicadores sociales de la oposición siempre acusaron abiertamente al entonces mandatario de corrupción, tiranía, vende patria, crimen organizado y narcotráfico, entre otros delitos. Y lo mismo se escuchaba en las declaraciones judiciales que se le seguían a hondureños extraditados a los Estados Unidos, en lo que la prensa vino a llamar el “Honduras canta”.
Pero aquí no pasaba nada. Incluso se permitió una ilegal y anticonstitucional reelección, que menos mal, junto a una pésima administración del Estado, desbordada en última instancia con esa desfachatez de los tales hospitales móviles, vino a unir a un conglomerado social harto de tanta pillería en la conducción de la cosa pública, lo que se vio reflejado en esa estruendosa derrota electoral del partido en el gobierno. La consigna era clara: al presidente había que sacarlo a como diera lugar, incluso, sin pensar tanto en qué tipo de gobierno lo iba a sustituir.
Finalmente, la solicitud de extradición vista, celebrada y gritada a viva voz por sus más acérrimos adversarios, ha sido la piedra de toque que muchos ya esperaban, y que ojalá sirva de lección para que otros que pudieran navegar en esas turbulentas aguas, corrijan el rumbo equivocado, o terminan también de huéspedes inesperados en las ergástulas penitenciarias estadounidenses.
J.J. Pérez López
Barrio El Manchén
Tegucigalpa, M.D.C.