DIVULGADORES CIENTÍFICOS

ZV
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20 de febrero de 2022
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12:39 am
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DIVULGADORES CIENTÍFICOS

HAN pasado dieciocho años, aproximadamente, desde que se calculó que en todo el globo terráqueo solamente existían diez mil divulgadores científicos. Pero también se añadió, a este extraño dato, que incluso en algunos países desarrollados, el noventa y tres por ciento de los adultos eran científicamente “ignorantes”. Conviene puntualizar que un científico es diferente de un popularizador de la ciencia. Aun cuando en ciertos casos, unos pocos personajes se hayan dedicado a hacer ambas cosas, es decir, a realizar investigaciones científicas y a divulgarlas con lenguajes más o menos accesibles.

Como escribimos desde un país orillero, quisiéramos llamar la atención que para fines culturales en general, y pedagógicos en particular, sería saludable que los periodistas y otros amantes de la cultura se aproximaran a los conocimientos científicos y al saber riguroso que hemos heredado desde la antigüedad. No por esnobismo como suele ocurrir con el fenómeno de la “diletancia” intelectual, sino con el claro propósito de coadyuvar al reforzamiento de los estudiantes de primaria, secundaria y de las universidades mismas, en donde se ha corrido el riesgo, en estas últimas décadas, de ideologizar el conocimiento vertido en fotocopias y manualitos, y de volverlo repetitivo y trivial, con débiles conexiones frente a la vida práctica, y con escasa trascendencia espiritual.

Algunos científicos y divulgadores han postulado que las ciencias debieran ser explicadas, en primera instancia, mediante el lenguaje del hombre de la calle o del humilde parroquiano de las cafeterías. Coincidieron, con esta sugerencia, los descubridores de la estructura genética del “ADN” allá por el año de 1953. Lo mismo que un médico español que solía exponer, previamente, los grandes avances de la medicina europea en una famosa cafetería de Madrid. Se pueden redactar decenas de artículos relacionados con la ciencia y la filosofía, sin desanimar a los lectores de periódicos y revistas, lo mismo que a los apasionados de la radio y la televisión.

Sin embargo, es pertinente sugerir que las aproximaciones a la ciencia y a otros saberes rigurosos deben ser cautelosas, con el fin de evitar la charlatanería y confundir al público lector, sin abandonar, claro está, la amenidad y la necesaria fluidez en el manejo del lenguaje lógico. Quizás el mayor problema que han enfrentado los estudiantes tanto de las sociedades desarrolladas como de los países atrasados, se relaciona con los procedimientos de enseñanza de las matemáticas y, en parte, de la física teórica, por varios motivos y razones. Uno de los motivos es que un porcentaje nada desdeñable de los profesores suelen envanecerse con sus escasos conocimientos matemáticos, y en consecuencia les encanta aterrorizar a sus propios alumnos. El siguiente motivo es que existen personas que poseen un cúmulo aceptable de conocimientos pero que son incapaces de transmitirlos con didactismo, sabrosura y elegancia, con lo cual le infieren un enorme daño a los estudiantes y a la sociedad entera.

Una razón de peso que incide en el rechazo habitual de los estudiantes a los conocimientos rigurosos, es que el ambiente social y académico que les rodea es inapropiado e infecundo en materia de ciencia dura y en el capítulo de las llamadas “ciencias del espíritu”. Aquí precisamente es donde podrían intervenir los periodistas y otros profesionales, en dirección a flexibilizar y a enriquecer el panorama cultural de su propio país y del mundo en general. No es cosa de otro planeta sentarse a estudiar por cuenta propia los aportes de los grandes científicos de todos los tiempos, y compartir esos conocimientos con los amigos y tantos grupos de muchachos.

Que en todo el mundo sólo existan poco más de diez mil divulgadores de la ciencia, es algo porcentualmente penoso, en tanto que, por el contrario, los expertos en detalles tecnológicos abundan por doquier, sobre todo en estos tiempos en que las tecnologías virtuales tienden a imponerse por encima de las ciencias y de la sabiduría.

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