Poder: miedo o libertad

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22 de febrero de 2022
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12:46 am
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Poder: miedo o libertad

Juan Ramón Martínez

Poco a poco, se ha ido imponiendo el caos, la arrogancia, la venganza infantil, -irrespeto a los otros-, autismo, mezquindad, ignorancia ramplona y el reclamo de legitimación. Por supuesto, hay expresiones de profesionalismo, sentido auténtico de servicio y temor al juicio histórico. Las expresiones irregulares, son fruto de lo que observo en el gabinete de gobierno, en términos generales. Desde el lado de la oposición formal y oposición en proceso de fermentación, percibo miedo, desconcierto y falta de pupitre, para entender lo que está ocurriendo, cómo opera el gobierno y cuáles son las fuerzas, endógenas y exógenas, que lo mantienen, provocando olas y dando palos de ciego.

Todo esto, no es resultado de la confrontación entre los que quieren el cambio y los que se oponen. Creo -puedo equivocarme- que la causa del conflicto y el caos en que estamos entrando, tiene que ver con la concepción que manejamos, desde antes de la independencia hasta ahora, sobre el poder y sus finalidades. Es muy probable que sin darse cuenta siquiera, la mayoría de los dirigentes actuales, tienen la idea que la soberanía y el poder, tienen que ejercerse para dominar lo peor del ser humano. Es muy posible que, pocos en el gabinete actual hayan leído El Leviatán de Thomas Hobbes. Pero actúan como si fueran sus discípulos. Partiendo de la idea que el hombre es “el lobo del hombre”, creen entonces que el gobierno tiene que provocar miedo, para controlar los impulsos primarios destructivos de los unos en contra de los otros. Por ello consideran que, el objetivo de gobernar es provocar miedo. Amenazar, para que “me tengan respeto”. O se exclama, con cierta infantilidad, con ansiedad disimulada que, si no suspenden el paro, “no les firmo los acuerdos”. Pero estos conceptos no son palabra de Dios. Baruch Spinoza, menos conocido que Hobbes entre nosotros, desde una perspectiva más optimista del ser humano, consideró que la finalidad del gobierno no es provocar el miedo, sino que estimular en el ser humano, la voluntad de cooperar entre sí, para construir la comunidad nacional. Para lograrlo, según Spinoza, hay que facilitar el desarrollo de la libertad. En vez de miedo, hay que provocar y estimular la esperanza, la conciliación mediante el acuerdo y el respeto a la dignidad humana. Estas ideas, fueron ampliadas por Santo Tomás de Aquino, que le atribuyó la legitimación gubernamental, no a su origen soberano, sino que en su capacidad para ser eficiente servidor del bien común. Es decir, produciendo resultados que una vez perdido el miedo y en ejercicio de la libertad, se generan en el interior de la sociedad los cambios democráticos. En otras palabras, desaparecida la conflictividad, entiéndase que, presentándose normales disrupciones, haya capacidad para resolverlas y usarlas, como fuerzas de avance participativo.

Una ojeada sobre este inconcluso primer mes de gobierno, permite concluir que la mayoría de sus titulares, lucen inseguros, atribuyendo la culpa a los anteriores gobernantes, sin saber qué hacer. Disimulan sus propios miedos al fracaso con arrogancia, estimulando los conflictos; e incluso, en primarias formas de autismo político, aislándose. No responden el teléfono a sus seguidores, no dan citas a los adversarios que consideran enemigos; y en vez de propuestas para integrar la comunidad y orientarla, hacia el cambio y la refundación -palabra que considero desafortunada porque hace pensar que hemos fundado la República, afirmación históricamente insostenible- lo que derraman es toxicidad, creando resistencias innecesarias. La intervención de Rasel Tomé, amenazando la autonomía de la comunidad universitaria, es un ejemplo de esta locura del poder que Zelaya, entiende por experiencia ganadera y su conocimiento de la conducta de sus seguidores. Sabe que le distancia de la intelectualidad.

Hay que, rectificar. Así no se hace una revolución; ni siquiera una reforma. Las fuerzas opositoras, afectadas por el miedo, están empezando a reaccionar. Circulan panfletos de resistencia. Una parte de los militares, desfilan con miedo porque no quieren regresar a los cuarteles. Y, lo peor, el PSH, entra en un proceso de disolución por falta de interés de su líder que, se conforma con la figuración mediática y rimbombantes títulos inconstitucionales. De repente, si el propósito es hacer la “revolución”, deben estudiar un poco el miedo estalinista; las ejecuciones sumarias de Castro en Cuba; y, sus efectos. No está demás, aprender de los errores ajenos.

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