Con el sombrero equivocado

MA
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23 de febrero de 2022
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12:19 am
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Carlos G. Cálix
@carlosgcalix

Entre 1997 y 1999, Salvador Nasralla, era ya un hombre muy popular en Honduras. De manera constante decía que “nunca iba a entrar en política”. De hecho, en 1991 expresó apatía por los partidos políticos tradicionales luego de ser entrevistado por la Revista Hablemos Claro. En 2013 y 2017, se convirtió en candidato presidencial autodenominándose de “centro”, hasta deponer su candidatura y convertirse en designado presidencial de un gobierno que dice representar a la izquierda.

Previo a ello, sus niveles de popularidad aumentaban constantemente, puesto que, pasaba de presentar temas deportivos, a opinar sobre la realidad nacional del país. La mayoría de los hondureños lo veían con muy buenos ojos y su simpatía incrementaba debido a su particular forma de narrar los partidos de la Selección Nacional de fútbol. Nasralla, sin duda, era categorizado como un hombre polifacético con múltiples talentos.

Antes de ser vicepresidente en un gobierno de izquierda, en 2013, Salvador Nasralla siendo candidato presidencial por el PAC, dijo: “Lo peor que le puede pasar a Honduras es el Partido Libre o el Partido Nacional, son los dos partidos extremistas que tienen el país hundido en el subdesarrollo” haciendo hincapié en que Libre representaba a la “extrema izquierda”; también dijo que no tenía “nada que ver con Libre” en respuesta a lo que consideró una campaña nacionalista para vincularlo a ese partido político.

Indudablemente, Nasralla se había convertido en un outsider con un discurso que llamaba la atención de los más jóvenes. Seis años después, en 2019, durante una entrevista efectuada por Jaime Bayly, Nasralla dijo que había ganado la elección, pero que, al no contar con representantes en las mesas electorales, los partidos mayoritarios (incluyendo a Libre), se habían repartido sus votos.

En 2017 y en medio de la polémica por las elecciones internas del PAC, fue presentado como el candidato oficial de la llamada Alianza de Oposición contra la Dictadura. Luego de esto, en 2019 presentó al CNE los requisitos para inscribir su nuevo partido político. En 2021 conformó una alianza de hecho con Libre en donde renunciaría a su candidatura a la presidencia y sería inscrito como candidato a designado presidencial. Fue justo el momento, en el que Nasralla se puso el sombrero equivocado.

De hecho, antes de ponerse el sombrero con la “mano izquierda”, Nasralla decía ser un candidato que representaba el “centro”, así que, antes de ser designado presidencial, realizó fuertes ataques contra quienes fueron sus compañeros en la Alianza de Oposición. En una entrevista efectuada por diversos medios de comunicación, envió un mensaje directo a los Zelaya-Castro a través de los medios, advirtiéndoles que “oportunamente” iba a dar a conocer “ciertos temas sensitivos”.

“Oportunamente lo voy a dar a conocer”, dijo, sin embargo, siendo candidato presidencial por su propio partido, no lo hizo, por tanto, sería muy difícil que lo efectuara como designado presidencial. En todo caso, su acusación, no demostrada judicialmente, hace que sus comentarios lo enreden en una vorágine de disonancias cognitivas, aunque hay que destacar una notable mejoría en las entrevistas otorgadas a CNN y la Red + Noticias de Colombia, ahora en su papel de designado.

No obstante, después de los dimes y diretes, todos comen en la misma mesa, Xiomara Castro como Presidenta, su esposo Manuel Zelaya como “primer caballero”, “asesor” o lo que se le pueda ocurrir para estar en la Casa Presidencial, uno de sus hijos siguiendo sus pasos y Nasralla como vicepresidente junto a su esposa que vendría a ser la segunda dama de la nación, también diputada por el Congreso Nacional.
Entonces, ¿por qué un hombre abanderado anticorrupción y crítico del sistema, decidió declinar su candidatura y se movió del centro, para aceptar ideas de la izquierda?
Ante esta pregunta, pueden existir múltiples versiones.

Pero, ¿qué podría pasar con el designado presidencial si mantiene el sombrero equivocado?
Quizá, tres posibles escenarios: 1. Abdicar al no estar de acuerdo con las medidas que quiera implantar Xiomara Castro 2. Aguantar por un tiempo, haciéndose de la vista gorda con la idea de volver a lanzarse como candidato presidencial 3. Simplemente asegurar su vejez como exvicepresidente, que le baja la cabeza a la izquierda y pasa a la historia política, con pena y sin gloria.

En todo caso, hay que hacerle ver que en un estudio sobre 110 vicepresidentes que ejercieron el cargo en 17 países del continente americano, el acceso a la vicepresidencia, más que un paso hacia la presidencia, ha representado, en la mayor parte de los casos, el punto más alto de la trayectoria política de quienes han ocupado ese cargo.

Carlos G. Cálix es Doctor en Ciencias Administrativas, profesor del Doctorado en Dirección Empresarial en la UNAH y cofundador de Grupo LIX, Pericia Consultores y FESEL. Tiene un postdoctorado por el CONICET en el IIESS-Argentina. Autor de El fin de la democracia y el último liberal, El modelo de desarrollo que La Ceiba necesita y próximamente El Gran Problema con la Presidenta.

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