En el nombre del pueblo

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26 de febrero de 2022
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12:04 am
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En el nombre del pueblo

Por: Jairo Núñez

Ha sido una de las estrategias populistas más efectivas que se han podido implementar a lo largo de la historia y en muchos países con consecuencias nefastas. Mao Zedong el dictador comunista chino causó más de 78 millones de muertes en nombre del pueblo; Josef Stalin el tirano co-munista ruso más de 23 millones de muertes, el fascista alemán Hitler más de 17 millones de bajas en la Segunda Guerra Mundial; Kim Il Sung, el “supremo líder”, comunista fundador de Corea del Norte casi 2 millones de muertos, también en “nombre del pueblo”. Los estrategas populis-tas siempre dividen a la población en dos (2) grandes gru-pos: el pueblo y el antipueblo. El pueblo siempre es aque-lla facción de la población que, cansada de sufrir las injusti-cias, se cree el discurso mesiánico del hombre o mujer que los salvará del desastre.

Este discurso por lo general viene cargado con una alta dosis de venganza y resentimiento en contra de los enemigos que crea el estratega como parte del antipueblo y estos normalmente son tres: 1. el gobernante anterior, normalmente un tiranuelo que mal gobernó al país por muchos años, 2. La parte productiva del país, los que gene-ran riqueza, los empresarios (“esos malvados seres per-versos que contratan personas en contra de su voluntad y que se aprovechan siempre de ellos y del fruto de su tra-bajo”) y 3. Un enemigo externo, que normalmente es el “imperio”, donde el estratega siempre va de vacaciones con toda su familia, tiene propiedades, cuentas bancarias y del que espera que este haga justicia, toda una verdadera contradicción. Todos hablan en nombre del pueblo y curio-samente cada quien tiene su versión de lo que el pueblo quiere.

Ese discurso, que lo viene preparando por mucho tiempo, crea odio en la sociedad (ya hablábamos en otra columna sobre el complejo de Fourier), y todo aquel que no esté de acuerdo con ese discurso “no es parte del pueblo”. Cuan-do este odio está impregnado en la sociedad, se deja de cooperar, se deja de escuchar, se acaba el diálogo sano y razonable y luego aparece el líder o la líder y dice: “yo me encargaré de todo el problema causado por las élites y el dictador” y pues la población, cansada de lo anterior, los elige. Se ha creado el caldo perfecto para una nueva tira-nía. Una vez en el poder y revestidos de toda la soberanía que “emana del pueblo” y cubiertos inmaculadamente en un manto legal de democracia viene el siguiente paso: colocar a toda su gente alrededor, incluyendo casos graves e ilegales de nepotismo que hasta los hijos y nueras for-man parte de su gabinete.

Posteriormente, viene el acto magistral: cambiar la Consti-tución. ¿Para qué? “Ni idea, pero hay que cambiarla por-que la actual Constitución no sirve, ya que solo beneficia a unos cuantos”. ¿Y qué artículos hay que reformar? “A sa-ber, pero hay que hacerlo”. Porque si consultamos a los que están a favor de reformar la Constitución y les pregun-tamos qué artículos son los que afectan al pueblo, nunca pueden contestar y hasta se molestan al sentirse confron-tados con su proyecto, y esto es peligroso porque enton-ces el gobernante actual, nuevamente en nombre del pueblo, reforma artículos como la reelección indefinida y se queda perpetuamente, no 8 años como el saliente, sino 10 ó 20 años como el comandante nicaragüense o el dicta-dor venezolano.

Entonces, el pueblo que es mayoría, queda atrapado nue-vamente en otra tiranía igual o peor, sin embargo, cuesta aceptar que se equivocó, así que calla ante las nuevas in-justicias, pero, ¿realmente existe el “pueblo”? Molesta que estos estrategas populistas siempre piensen y hablen en nombre del “pueblo”, aunque este pueblo directamen-te no toma decisiones, y a pesar de dejarlos ingresar al Congreso o a Casa Presidencial los hacen sentir como parte de las decisiones mientras aprecian los cuadros y los finos acabados del palacio e incluso, tomándole fotos a un hu-milde vendedor de jugos, romantizando su extrema po-breza y diciendo “miren, este es el Congreso del pueblo”; a pesar que el pobre señor no entiende de los grandes ne-gocios que verdaderamente se efectúan en ese lugar.

Entonces, contestando a la pregunta anterior ¿realmente existe el pueblo? Lo que existe en un país son individuos, que son la minoría más olvidada de todas. Individuos que razonan, que tienen sus propias metas, dolores, felicida-des, aspiraciones, pero claro, es más fácil meter a todos estos individuos en un solo colectivo llamado pueblo, ya que así es mejor simplificar y hablar en nombre de ellos. Son tan “sagaces” que hasta ignoran que muchos no olvi-damos nuestra esencia individualista para pensar diferente y “no estar en ese saco” de esa masa llamada pueblo que solo la utilizan cuando les conviene, pero que ya estando en el poder se olvidan totalmente de ellos y comienzan a ejercer su tiranía bajo el manto de su instrumento preferi-do: la demagogia, eso que repiten constantemente, que saben que son mentiras, pero que el pobre “pueblo espe-ranzado” las cree. Así que, usted decide si ser parte del pueblo o no perder su individualismo como persona única y con derecho a pensar por sí mismo y no dejar que otros piensen y actúen en su nombre, “en el nombre del pue-blo”.

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