La fuente de su longevidad

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27 de febrero de 2022
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12:03 am
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La fuente de su longevidad

Por: Guillermo Fiallos A.
Mercadólogo, abogado, pedagogo, periodista, teólogo y escritor.

Una cadena televisiva americana trasladó, tiempo atrás, sus espacios de transmisión al occidente de Honduras. Su propósito era destacar en algunas comunidades remotas de ese sector -que no identificó plenamente-, a tres personajes que deseaba entrevistar.

Ellos eran personas humildes, de origen campesino pero que sobresalían por haber vivido más años que el estándar de los seres humanos.

La primera en aparecer en escena, fue una ancianita llamada María Magdalena; quien, con documento de identidad en mano, comprobó que tiene la increíble edad de 117 años y cuenta con 9 hijos, 61 nietos, 134 bisnietos y 2 cuadrinietos.

Con una lucidez sorprendente, doña María Magdalena habló ante las cámaras e incluso, logró enhebrar una aguja sin utilizar anteojos. Rodeada de su familia, sonreía y se mostraba contenta y agradecida con la vida por deshojar tantos años del calendario.

Luego, entrevistaron a otra anciana, quien lucía más sola y con menos recursos económicos que su amiga María Magdalena. Su nombre: Teófila y nació en 1917. Para ella el secreto de su longevidad estribaba en portarse bien, amar a Dios y tener la conciencia tranquila.

Las dos ancianitas tuvieron un emotivo encuentro y calculaban que tenían años de no verse. Se abrazaron y conversaron sobre aquellos tiempos idos, que vieron pasar en el agreste paisaje rural donde han habitado desde siempre.

Más tarde, posó ante el lente televisivo un señor llamado Juan Ángel; quien se presentó en plenas faenas de agricultura, cuidando su huerto. Él, casi llega a los 100 años y muestra una buena condición física, y la misma perspicacia de las dos señoras.

Como se anotó anteriormente, no se detalló con exactitud en qué lugar viven estas personas; se presume por algunas pistas que es en el departamento de Copán; sin embargo, lo interesante es además de estos testimonios de vida prolongada, la aseveración de la entrevistadora que en esos lugares viven más de dos decenas de ancianos que pasan de la centuria.

Aun cuando no se ha efectuado estudio científico alguno que brinde una explicación basada en ciencia, acerca del porqué estas personas tienen una existencia tan duradera; algunos, empíricamente, aducen ese estado de permanencia extensa en este mundo terrenal, debido a factores que tienen que ver con los valores, la paz interior, el no hacer daño a los demás y el estar entre montañas respirando aire puro.

Es extraño encontrar personas de tanta edad, de recursos económicos bajos y que, por ello, se deduce no han llevado una vida fácil. ¿Cuál será el secreto de su longevidad?

Muchas respuestas pueden surgir, pero todas serán hipótesis que necesitan comprobarse. Quizá, más que enfatizar en la búsqueda de ese elíxir de una vida perdurable, vale la pena descubrir la paz que transpiran estas personas, que se refleja en el estar en armonía con ellas mismas.

La duración de cada entrevista fue corta, pero en las mismas se pudo sentir que la vitamina de la felicidad y perdurabilidad está en la conciencia de cada quien, en el no apego a los bienes materiales, y en el convivir sin malos sentimientos con los demás seres humanos y con la naturaleza.

Si en la Honduras actual, todos practicáramos las virtudes y el caminar rectilíneo de estas personas, otra sería nuestra historia pues en estos momentos hemos perdido el norte; al irrespetar la vida de nuestros congéneres, destruir el medio ambiente y aplicando la regla del “sálvese quien pueda”, en la cual priva el egoísmo y la falta de solidaridad.

Captemos y practiquemos lo bueno de esos ciudadanos de occidente; quizá así, podamos agregar un poco más de calidad a nuestras existencias.

Muchos de nosotros, especialmente quienes vivimos en los grandes centros urbanos, debemos aprender estas lecciones de vida de los citados compatriotas ancianos; quienes, sin mayores recursos ni preparación, nos han brindado un aporte valioso para saber vivir con poco, sin concentrarse en el pasado ni sufrir ansiedades por el futuro, para vivir con gozo ese regalo que se llama presente.

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