Autores externos del drama ruso-ucraniano

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18 de marzo de 2022
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12:06 am
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Autores externos del drama ruso-ucraniano

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

¡Cuán distante parece arribar a una entente pacífica y duradera! Los despropósitos hegemónicos y el trasiego armamentista dificultan ese adiós a las armas con que sueñan los pueblos, y, por lo que se mira, la carrera espacial, marcha en dirección de aquellos intereses que en la Tierra propugnan las economías dominantes, al extremo de emplazar dispositivos más allá de la atmósfera para tener en “cartera” la guerra de galaxias.

Apelar a la potencia de fuego, ha sido una constante histórica. “Los hombres se cansan antes de dormir, de amar, de cantar y de bailar que de hacer la guerra”, reprendía Homero. Babilonia, Persia, Fenicia, Egipto, Grecia, Roma, formaron imperios en la antigüedad, con sus caídas y conquistas virulentas. La China dinástica, el Japón de emperadores, la Rusia zarista, fueron también imperios, como en la era colonial España, Portugal, Inglaterra, Francia, Alemania, los Países Bajos.

La religión no ha estado exenta del fragor armado: cristianos y musulmanes lucharon a muerte en la serie de Cruzadas realizadas a partir del papa Urbano II; católicos y protestantes -en medio de implicaciones políticas- “se hicieron encarnizada guerra”, (como historia César Cantú), durante la Reforma y Contrarreforma. Arremetidas cruentas a territorios, dieron pie para que a México le arrebataran Texas, California y Utah, en 1848; en el enfrentamiento ruso-japonés, la nación nipona se hizo de Corea por varias décadas.

Concluida la II Guerra Mundial, los aliados -recelosos de Rusia- integraron dos bloques: uno, capitalista con EEUU a la cabeza; otro, socialista, bajo liderazgo ruso al frente a la vez de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), o Unión Soviética. Cada bloque formó su estamento armado: la OTAN, con notorio control estadounidense, y el Pacto de Varsovia, con tutela de Rusia, y que tuvo injerencia violenta en Polonia, Hungría, Checoslovaquia y Afganistán. Desboronada la URSS, el Pacto dejó de existir; no así la OTAN que, a los años, se expansionó alrededor del lado ruso europeo, situación que llegó a su clímax ante el propósito del gobierno ucraniano de adherirse a dicha organización, responsable de acciones ofensivas en Kosovo y Bosnia-Herzegovina, verbigracia.

El caso, entonces, de Ucrania no es solo el drama de un Estado agredido y un Estado agresor: están en el rol autoral compromisos e intereses económicos, políticos y geoestratégicos de Estados Unidos, la OTAN, el Reino Unido y la Unión Europea. Están, además, en juego, la seguridad del Estado ruso y, por extensión, de China, en la mirilla de Occidente por su carácter de gigante industrial con incidencia planetaria.

Conduelen los destrozos, las pérdidas humanas por ambos lados y el masivo número de refugiados que genera el conflicto, cubierto y televisado como nunca para impactar sicológicamente y producir, inclusive, acomodados lagrimeos de quienes gozaron de gratuita viajadera en los dorados tiempos de la Unión Soviética. En contraste, no han sido dignas de un responso las víctimas de Hiroshima, Nagasaki, Corea, Vietnam, Libia, Afganistán, Irak, Siria, Panamá, Grenada. En cuanto al pueblo ucraniano -en cuyas venas circula profusa sangre rusa-, tiene un gobierno al que asignan tendencias y arreglos con batallones nazifascistas, conductas corruptas y posturas antirrusas bajo la férula de Volodímir Zelenski, lo que produjo la separación de Donetsk y Lugansk, en la región de Donbás, reconocidas como repúblicas independientes por el Kremlin y Vladímir Putin, el imperturbable jerarca moscovita.

Las sanciones contra Rusia, el intenso refuerzo militar al régimen de Zelenski, desde bases en Polonia, y los efectos económicos en Europa y América, hacen impredecible el desenlace doloroso de la operación invasiva, cuyas causas motivan recordar el caso de los misiles soviéticos instalados en Cuba en 1962, hecho que de inmediato rechazó Estados Unidos por constituir una amenaza a su seguridad territorial. Al ser rodeada sistemáticamente, ¿no asiste a Rusia igual razón? La fobia a este país pasa por alto los 20 millones de vidas caídas en la segunda contienda mundial; olvida asimismo el aporte de sus grandes maestros en las letras, la pintura, la música, el canto, el ballet, la ciencia. Y qué decir de Kiev, primera ciudad rusa -a orillas del Dniéper-, la cual con auspicios de Vladimiro Sviatoslávich, fue centro cristiano y literario de Rusia dos años antes del primer milenio.

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