GOTAS DEL SABER (74)

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19 de marzo de 2022
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12:43 am
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GOTAS DEL SABER (74)

Vicente Mejía Colindres a Carías Andino: “DESEO QUE EN ESTE CARGO SEAS MENOS INFORTUNADO QUE YO”

Juan Ramón Martínez

I
En los días 11 y 12 de marzo de 1900 se produjo la huelga de mineros más grande de Honduras, hasta entonces. “Los hechos ocurrieron según narra Cáceres Lara (87), cuando el 11 de marzo, que era domingo, un grupo de unos ochenta mineros se presentaron en la casa del superintendente don Guillermo Gierlings para expresarle que habían resuelto el día anterior no trabajar más en la mina sino se les concedía un aumento de sus sueldos que habían solicitado”. Tanto Gierlings, sigue diciendo Cáceres Lara, como el jefe de la mina, señor Montis, “formularon propuestas que los amotinados aceptaron inmediatamente, en la esperanza de valerse de la propicia oportunidad para lograr cosas que ellos anhelaban y planteaban. Al día siguiente, en horas de la madrugada, algunos de los dirigentes del movimiento laboral, señores Rufino Ardón, Marco Montoya y Camilo Lozano, llegaron hasta las entrañas de la mina y aconsejaron a los mineros que no trabajaran, afirmándoles que la compañía necesitaba operarios y pagaría buenos sueldos”.

Claro como es de suponer, esto dispuso a que los mineros interrumpieran sus tareas y a los más reticentes, les repartieron aguardiente para que tomaran ánimo y dieron el paso de salir del socavón. Animados por las dos razones apuntadas se dirigieron a la casa de Gierlings, quien los atendió personalmente porque los mineros pedían dinero y el cajero Urbano Ugarte andaba en Tegucigalpa: Afuera mientras tanto Rufino Ardón proseguía con sus palabras fuertes animando el desencuentro entre los mineros y el gerente de la mina. En un momento, en que quiso entrar, se encontró con el sargento Gregorio Ponce que trataba de impedirle el ingreso. En el forcejeo, Ardón hirió con un puñal a Gregorio Ponce y se encaminó, furioso en contra del gerente Gierlings. Ardón se encontró en el coronel Floriano Davadi, el que le infirió un balazo y lo detuvo, salvando de probables heridas que pudieron haberle provocado la muerte al gerente minero. En tanto, los animados huelguistas, sin organización alguna, dentro de un movimiento espontáneo natural, abrieron las cárceles de la aldea y pusieron en libertad a los prisioneros. Los incidentes terminaron cuando en horas de la noche del día lunes 12 de marzo, llegaron a San Juancito el general Saturnino Medal, el comandante Benjamín Sánchez, dos oficiales, 30 policías y el inspector Pedro Rivas, que procedieron a la captura de los revoltosos. Cuando la tropa que había llegado regresó a Tegucigalpa, llevaron presos al herido Rufino Ardón, Camilo Lozano, Marcos Montoya, Julián García, Regino Andino, Daniel Gutiérrez y Marto Andino. A Ardón lo debieron haber llevado a algún hospital y a los otros a la PC. Según Cáceres Lara, los presos “se consideran como los promotores de uno de los primeros movimientos de huelga producidos en el país”. Deben vivir en San Juancito o en Tegucigalpa misma, descendientes de estas personas que nos pueden aportar datos a nuestra dirección; e incluso ahora que quiere construir un nuevo relato nacional, poner sus nombres y sus fotografías en alguna de las calles de San Juancito, Tegucigalpa o erigir monumentos en San Andrés, Copán o en Las Vegas, Santa Bárbara.

II
El 16 de marzo de 1891, Honduras y El Salvador firman el primer tratado de paz y amistad. El gobierno de Honduras era presidido por Luis Bográn, que se hizo representar en la firma del tratado por el ministro de Relaciones Exteriores, Jerónimo Zelaya. El Salvador, bajo la presidencia del general Carlos Ezeta, fue representado por Manuel I. Morales. El 28 de febrero anterior, Honduras había firmado un tratado igual con Nicaragua, representada por Gilberto Larios. El presidente de Nicaragua era Roberto Sacasa, empeñado en gobernar fuera de la pugna tradicional entre liberales y conservadores. Los dos tratados, además, buscaban de alguna manera estabilizar las sociedades políticas, por medio del compromiso del otro estado que no les brindara apoyo a los exiliados en sus esfuerzos por derrocar a sus respectivos gobiernos. Y que no intervinieron por ese medio en los asuntos internos de los otros. Para ese tiempo, Honduras era el país que tenía menos exiliados y lo único que quedaba en la base de la duda, era la supuesta participación del Ezeta de El Salvador en la rebelión de Longino Sánchez, cosa que se demostró que tuvo exclusivamente motivaciones domésticas, presupuestarias. Lo que creemos, además, es que el único gobernante sobreviviente de la guerra que Justo Rufino Barrios, con el apoyo de Honduras, emprendió en contra de El Salvador, que inicialmente era aliado de la reconstrucción de la República Federal Centroamericana, que el presidente de Guatemala se había propuesto por medio de las armas. Desafortunadamente él había caído en la primera escaramuza de un tirador especial (francotirador) en Chalchuapa, El Salvador, el 23 de marzo de 1885. Para entonces Zaldívar había desaparecido de la escena política salvadoreña y de aquella generación –de la que no quiso hacer parte Marco Aurelio Soto de Honduras- solo quedaba Bográn, lo que le daba un fuerte liderazgo. Carlos F. Alvarado, escribió en 1894, sobre esta influencia de Honduras en Centroamérica, en los términos siguientes “Durante la administración del general Bográn, constantemente llegaban ministros de toda Centroamérica, en solicitud de amistad de Honduras, porque para entonces nuestra patria pesaba mucho en la política centroamericana. Ahora –en 1894— el país está empobrecido y desacreditado, gracias a las facciones que lo han destrozado durante cerca de tres años, el licenciado (Policarpo) Bonilla envía casi cada mes un agente diplomático a los vecinos estados que son recibidos con indiferencia o no son recibidos en lo absoluto como sucedió con don José D. Gámez acreditado acerca del gobierno de Guatemala. Del mes de junio a diciembre en que escribimos este bosquejo han sido enviados tres ministros a El Salvador y otros tres a Guatemala. Al primero de dichos estados fueron enviados el licenciado César Bonilla, Ministro de Instrucción Pública y Justicia, don José D. Gámez y general Manuel Bonilla, vicepresidente y Ministro de Guerra; y el segundo don José Dolores Gámez, general Manuel Bonilla y doctor Juan Ángel Arias, Ministro de Gobernación. ¡Qué diferencia! ¡Cómo cambian las cosas según los tiempos!”. (Cáceres Lara, 92). Alvarado pasa por alto que los liberales se han aliado en Honduras y Nicaragua y que Guatemala acoge a los exiliados, igual que hace el gobierno de El Salvador. Lo que hace que sea cierto que las cosas habían cambiado. Pero más en lo político, especialmente.

III
El 1° de marzo de 1986, Carlos Roberto Flores en un acto especial de celebración de su cumpleaños, vaticina que será el candidato presidencial del Partido Liberal y da por sentada la cuarta victoria consecutiva de ese instituto político. (Alexis de Oliva, 326) Para entonces, Carlos Flores le había quitado la dirección del Movimiento Rodista al expresidente Roberto Suazo Córdova, que había caído para entonces en la desgracia política al dejar la Presidencia de la Republica y le había agregado el adjetivo “renovado”. Sin embargo, en esas elecciones tendría que enfrentar a Rafael Leonardo Callejas que le derrotaría de manera total y categórica. Flores, desde La Tribuna, había hecho una fuerte campaña en contra del Presidente Azcona con el estribillo: “cuando arranca”, de enorme éxito; pero no tanto para él, sino que para el adversario Callejas, que se alzaría con la victoria en las elecciones generales. Rafael Pineda Ponce, por su parte, el 3 de marzo de 1986 presento moción en el Congreso Nacional, para que, mediante decreto, “reducir el número de diputados, ya que los actuales 134 representan una erogación fuerte para el Erario Nacional”. (Alexis Oliva, 326). Algunos años después, el mismo Rafael Pineda Ponce aumentaría el número de diputados, entregándole a algunos partidos pequeños, la condición de diputados propietarios, con sueldos incluidos, a varios de sus suplentes. Y ahora, el mismo Congreso Nacional, ha determinado asignarlo sueldos a todos los diputados suplentes de todos los partidos. Es decir que la tendencia, que buscaba producir Pineda Ponce, ha tenido una reversión terrible: en términos de salarios, el Congreso Nacional de Honduras, ahora tiene 256 diputados.

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