El ajedrez político del Castillo de Omoa

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26 de marzo de 2022
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El ajedrez político del Castillo de Omoa

Por: Jorge Raffo
Embajador del Perú en Honduras

“(…) Tampoco podrían defender tantos pasajes y entradas como hay diversos sitios en este país tan fácil de conquistar, porque siendo tan grande, mientras que el español esté ocupado en un sitio, su país podrá ser atacado y aún tomado en otros por los extranjeros”.

La afirmación formulada por el viajero y sacerdote dominico Gage (1648) sobre la precariedad de las defensas de la Centroamérica española pone en evidencia el riesgo que corría la zona que, de haber sido conquistada por los enemigos de la Corona, hubiera separado los dos subcontinentes, encareciendo y dificultando la comunicación entre los virreinatos de Perú y México y de estos con la Metrópoli.

“Desde mediados del siglo XVII (las potencias europeas) trataron de establecerse en las costas de Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica en aquellos lugares donde pudieran obtener algún provecho tanto por sus riquezas naturales -maderas preciosas, palo de tinte o de Campeche, zarzaparrilla, etc., como por los beneficios producidos por el contrabando de insumos con los propios españoles” (Castillo Oreja, 2018).

Para las autoridades virreinales la bahía de Omoa en el Golfo de Honduras es considerada desde el s. XVIII como un lugar privilegiado para la defensa de las costas contra estas infiltraciones y para restablecer el comercio regular del continente con La Habana, e incluso con Cádiz (Calderón, 1942, citado por Castillo Oreja, 2018).

El Castillo de San Fernando de Omoa se reveló como un punto neurálgico para el control de la costa caribeña de Centroamérica por parte de los patriotas y de los corsarios. Los primeros persiguiendo la realización de un ideal republicano; los segundos, buscando mermar a las fuerzas de España con acciones que redituaron un botín en mercancías que vendían convenientemente en Luisiana, Galveston, Curazao o Jamaica.

Entre los corsarios que amenazaron el caribe hondureño se encuentra, entre los más temidos, Dominique You -Frederick Alexandre Youx alias Dominique o alias John-, francés oriundo de Haití. Adquiere renombre en 1805 cuando, comandando la nave corsaria “Superbe” en el Caribe captura las naves británicas “Jane”, “Eliza” y “Eleanor” (Puigmail, 2015). “En 1812 captura tres naves británicas cerca de Jamaica (12 de abril), tres españolas cerca de Cuba (1 de mayo), otra más española cerca de Veracruz (29 de junio), una inglesa cerca de Honduras (21 de julio) y una española y una británica cerca de La Habana el 24 del mismo mes” (Trujeque, 2009, citado por Puigmail, 2015). Sus éxitos navales continúan con una racha imparable y casi paralizan el comercio marítimo español en el caribe hondureño. En 1818 se une a las fuerzas navales del corsario Luis Aury con su nave “Guerriere”, atacando, sin éxito, el Castillo de Omoa entre abril y mayo de 1820. La historia lo sitúa, después de esa fracasada expedición, como uno de los principales impulsores del plan para liberar a Napoleón de su encierro en la isla de Santa Elena, pero la muerte de este trunca el proyecto y genera la decisión en Dominique de abandonar las correrías corsarias radicándose en Nueva Orleans hasta su deceso en 1830 (Grummond, 2012; Historic New Orleans Collection, Louisiana, MSS 55, Papers 1812-1813).

El segundo intento de captura lo protagonizó Marcelino Guillot, corsario francés también nacido en Haití, en los combates de Trujillo y Omoa (1820). Después de esa intentona, abandona la vida corsaria y “(…) entra oficialmente al servicio de la República de Colombia en 1822 para participar en las operaciones de la región de Maracaibo” (Puigmail, 2015), sirviendo así como coronel hasta su licenciamiento en mayo de 1833.

Otro protagonista, Francisco Similien, combate contra goletas españolas veinte leguas frente a Omoa cuando se intentaba una incursión en costas hondureñas (4 de febrero de 1823). Tenía experiencia como corsario napoleónico en el teatro de operaciones del Golfo de México. Desde “(…) 1823 sirve como contramaestre del bergantín corsario “General Santander”, dirigido por el capitán Jean Laffite al servicio de la República de Colombia y asume, además, las funciones de tercer comandante de la nave”. Cuando muere en ese combate toda la oficialidad, él se encarga de poner a salvo la nave al abrigo de la noche. Terminadas las guerras de independencia en Sudamérica, se establecerá en Honduras, posiblemente dedicado al comercio. Una historia no confirmada sitúa las aventuras de Similien como inspiración de alguna de las vibrantes novelas de Emilio Salgari sobre piratas. De acuerdo con Postiguillo (2014), en la trama “los malos eran siempre los ingleses”.

Una actitud corsaria diferente registra Jean Baptiste Loustalet, francés nacido en la Isla Guadalupe de las Antillas, capitán del corsario “Diana” al servicio del imperio napoleónico hasta 1815, que “(…) en 1838, asume el mando de las Islas de la Bahía, del archipiélago de Honduras, en nombre del gobierno de este país, teniendo en esta época la nacionalidad hondureña” (Mariñas, 2008). El historiador Puigmail (2015) señala que la guarnición a su mando fue atacada por los británicos desde Belice cuando Loustalet intentaba “(…) impedir la llegada de numerosos negros libertos procedentes de la isla del Gran Caimán”. Capturado por los ingleses, es devuelto a Trujillo donde pide su baja del servicio activo. Sus descendientes viven aún en Honduras.

En torno al Castillo de Omoa se han gestado un sinnúmero de historias de antropología social que hacen de aquel un nuevo foco de hallazgos para entender las convulsionadas décadas del proceso independentista latinoamericano. En palabras de Pedro Luengo en la exposición “Mares Fortificados” (Panamá, 2018): “Las fortificaciones conservadas en el Caribe son, por tanto, un testimonio complejo pero patente de las relaciones conflictivas entre potencias occidentales en territorio americano, pero también la muestra palpable de la profundidad del diálogo cultural, de las interrelaciones globales y de la vanguardia técnica”.

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