Filander Díaz Chávez, el centenario de un intelectual orgánico

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26 de marzo de 2022
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Filander Díaz Chávez, el centenario de un intelectual orgánico

Rolando Sierra Fonseca.

Por: Rolando Sierra

Este 25 de marzo del 2022 se cumple el centenario de nacimiento de quien fue uno de los principales intelectuales críticos de la sociedad hondureña y uno de los referentes del ethos morazánico, Filander Díaz Chávez. Formado en el campo de la ingeniería civil, fue un hombre de permanente estudio y formación en las áreas de las humanidades y las ciencias sociales, que se convirtió en un referente intelectual y político del país. Sin duda, su centenario de nacimiento es una oportunidad para comprender a la Honduras del presente, así como realizarle un homenaje a su quehacer intelectual y político. Díaz Chávez nació en Comayagüela en 1922 y falleció en Tegucigalpa el 18 de diciembre del 2010.

Al analizar su trayectoria de vida pueden identificarse algunos elementos que marcarán sus posicionamientos políticos e intelectuales, como la influencia familiar, especialmente la de su padre el ingeniero Rafael Díaz Chávez, quien fue vicepresidente de Honduras en la administración del Dr. Vicente Mejía Colindres (1929-1933); la dictadura de Tiburcio Carías Andino de 1933 a 1949, época que su familia y él tuvieron que vivir el destierro; la continua persecución de la cual fue objeto por sus posiciones políticas e ideológicas; y su proceso de autoformación en el campo de la filosofía, la historia y la geografía, que de una manera u otra marcarán su producción intelectual.

Por ello en cada uno de sus libros se observa un enorme esfuerzo hermenéutico para comprender e interpretar su contexto vital en la Honduras que vivió: “Con el proyecto de explicarme no solo la hambruna que Carías nos recetó como familia, sino también -y es lo más importante- esa misma hambre en el contexto del pueblo e inserta en las noches asesinas cariístas, principió nuestro difícil ascenso a las alturas del ensayo. Esas son las bases emocionales, pero también materiales de mi primera obra…” (Cfr. Sosa, Roberto. Diálogo de sombras, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 1993:67). Asimismo, siempre recordaba que como consecuencia de la dictadura cariísta “seáme permitido decir que mi padre murió sin siquiera tener una peseta en sus bolsillos y por supuesto, sin casa, por lo cual, sus hijos, tan solo heredamos la inclaudicable e insobornable bandera de la Liberación Nacional del apax Francisco Morazán” (Díaz, 2002).

San Salvador, 1949.

Es este contexto y por lo que significó en su vida familiar, la figura de Carías es lo que le llevó también a centrarse en el estudio de la figura de Francisco Morazán como una cotranarrativa del liderazgo hondureño: “Carías era con fundamento objetivo, el Anti-Morazán práctico por excelencia, porque echó al basurero el proyecto morazánico del Estado nacional, esto planteaba entrarle al fondo a la práctica política de la rara avis que se llamó Francisco Morazán. De esta exigencia teórica surge la Revolución Morazanista (Editorial Paulino Valladares, 1965; Editorial Guaymuras, 1981) como antecedente necesario para examinar la personalidad política del hombrón de las bananeras y, de esta forma, dar paso a Carías, El último Caudillo Frutero” (Editorial Guaymuras, 1982) Cfr. Sosa, Roberto. Diálogo de sombras, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 1993:67).

Los exilios, destierros y persecuciones políticas que tuvo que vivir le permitieron reflexionar con mayor profundidad sobre Honduras y su existencia como nación, así como de su propia existencia como hondureño para orientar su obra: “De todas formas, antes y después de esas dos últimas prisiones, descubrí que en el silencio de las altas noches sin sueño y escuchando mi propio silencio que es soledad, flamée siempre aquella bandera rebelde “descendiendo al frío abismo de uno mismo”, donde encontré tranquilidad en la labor intelectual que me produjo algunas obras” (Díaz. 2002 ).

Por todo ello Filander Díaz Chávez fue un intelectual hondureño comprometido con el cambio de la sociedad. Muchas veces incomprendido, no lo suficientemente leído. No obstante, su obra representa quizá el mayor esfuerzo intelectual por interpretar la sociedad hondureña en su espacio e historia, a la vez que Díaz Chávez puede ser el principal buscador de un patriotismo moderno al rescatar en profundidad el proyecto histórico para Honduras en clave morazanista.

La pasión de Díaz Chávez por la filosofía, la historia y la figura de Francisco Morazán es una constante en su itinerario intelectual y político, desde su juventud en Honduras y luego en El Salvador, en los años 40 y 50, hasta sus últimos días como jubilado en Tegucigalpa. Se trata de una formación en estos campos hasta cierto punto autodidacta -por haberse formado en el campo de la Ingeniería Civil- en la que como lector empedernido se centrará en la lectura de los clásicos del marxismo y filósofos e historiadores contemporáneos. Este conjunto de lecturas, hasta cierto punto orientadas, pero a la vez heterogéneas tienen una enorme significación filosófica, histórica y política. Es el reflejo de que Díaz Chávez buscó su propia comprensión dialéctica del marxismo como filosofía de la praxis, en contra de los planteamientos ortodoxos o dogmáticos muy propios de su tiempo, para poder realizar una interpretación de la sociedad hondureña más allá de esquemas preconcebidos, sino desde una metodología dialéctica para analizar el proceso histórico desde su estructura interna en su complejidad.

Díaz Chávez, desde inicios de la década de los sesenta del siglo XX inicia una producción sostenida en el campo de las ciencias sociales y la filosofía, que lo llevará a convertirse en uno de los principales pensadores y estudiosos de la realidad socio histórica, por medio de la publicación de estudios, ensayos y artículos sobre los problemas de desarrollo de Honduras, como los siguientes: Las raíces del hambre y de la rebeldía a la explotación. (Un ensayo sobre la pereza) 1962, publicado por vez primera en La Habana por recomendación del III Concurso Literario Hispanoamericano, de Casa de las Américas; Del fundo a los espacios libres, Editorial Universitaria, El Salvador, 1965; Acerca del proceso educativo en la enseñanza primaria, UNAH, 1970; El subdesarrollo del Valle de Sula, CONSUPLANE, 1971; Análisis crítico de las condiciones técnicas de los ferrocarriles de la Standard Fruit Company, FEUH, 1972; Sociología de la desintegración regional, UNAH, 1972; El soplo… en la frente, o los diez capítulos que se le “olvidaron” a Kinssinger, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 1985 y De los bienes patrimoniales salvadoreños de Honduras con su nombre, Litografía López, Tegucigalpa, 2002.

El Díaz Chávez historiador se encuentra en una serie de obras que analizan el período de la Independencia, la República Federal, la gran figura de Francisco Morazán, y la primera mitad del siglo XX con el estudio de la dictadura cariísta. Entre estos trabajos sobresalen: La Independencia de Centro América, dilatado proceso histórico de liberación nacional, FEUH, 1974; y su secuencia de libros morazánicos: La revolución morazanista, Editorial Paulino Valladares, Tegucigalpa, 1965; Pobre Morazán Pobre, Editorial Guaymuras, 1988; Morazán: la pasión por la política, Litografía López, 1989 y En el frente de la tragedia. Tegucigalpa, 1995.

Aún cuando Díaz Chávez centró su trabajo en el análisis estructural de la sociedad hondureña, en sus principales libros se fue haciendo cargo del análisis de la coyuntura del país, especialmente con artículos periodísticos y en breves ensayos publicados en revistas nacionales. Durante casi una década (1961 a 1972) desarrolla los cimientos teóricos y epistemológicos de lo que será su análisis e interpretación histórica social de Honduras desde las estructuras históricas, económicas y sociales. Esta etapa inicia con su primer libro publicado en 1962 titulado De la rebeldía a la explotación, este ensayo como lo refiere Víctor Meza: “el que empezó la investigación rigurosa de nuestros orígenes, de la naturaleza del ser social del hondureño, de su identidad perdida o en proceso de lenta y difícil construcción”.

Pero a finales de la década de los sesenta retoma su producción teórica sobre la dialéctica en el libro que publicó junto a su hermano Luis Díaz Chávez, Hacia una dialéctica del subdesarrollo, en el que se inscriben los debates latinoamericanos sobre el desarrollo y la teoría de la dependencia en la línea de los aportes de André Gunder Frank.

Desde la perspectiva epistemológica en 1971 publicó el ensayo titulado Acerca de la práctica teórica científica, en el cual expone su visión sobre la ciencia, el conocimiento y el papel del ingeniero en los procesos de desarrollo y de la universidad apuntando a lo que debe de ser la universidad popular, como lo ha planteado Meza (1971:7); “en este ensayo Díaz Chávez discurre en trabajos anteriores. Lo que sí resulta nuevo y original es el primer esfuerzo de lanzarse en un radical deslinde, defendiendo la “teoría como ciencia” y “teoría como contraposición a la noción de práctica” de “hombres prácticos”. Importancia suprema tiene está clara delimitación, sobre todo hoy cuando está bien acentuada la tendencia a renunciar a la teoría en aras de un practicismo ciego y cerril, e igualmente, en el otro extremo, volver la espalda a la práctica y hundirse eternamente en las montañas de libros invocando la suprema necesidad de “conocer la teoría”.

No se puede olvidar que la formación de Díaz Chávez fue el campo de la ingeniería civil, pero desde su visión de la ciencia y la técnica, entendió el quehacer de un profesional de la ingeniería como una responsabilidad y compromiso con la transformación social del país. En ese sentido, planteó lo siguiente: “Para que los ingenieros y todo otro intelectual de su categoría que ya empezaron por preocuparse en la investigación real de la sociedad que los sub¬ desarrolla, social y científicamente, para esos ingenieros que se preocupan de insertar silenciosamente sus abstracciones matemático científicas, adquiridas en su vieja práctica, en estudios rigurosos del nuevo terreno de la ciencia social al cual han saltado y, a la vez, acaben de abandonar definitivamente sus mistificaciones y su mala conciencia, deben saltar asimismo al campo creador de la política, no el de una política cualquiera, sino el campo político revolucionario que se impone la destrucción del Estado subdesarrollante para crear las bases reales y necesarias de una sociedad justa y avanzada. He aquí, entonces, la exacta dimensión de un intelectual creador, del pensador genuino. Pensador: una incomparable formación teórica y filosófica hecha política” (Díaz, 1971:31).

Es desde esta visión de la ciencia y del profesional de la ingeniería que pueden leerse sus investigaciones y trabajos en el campo propiamente de la ingeniería y especialmente de la hidráulica, como la investigación realizada para la Dirección de Obras Públicas y Urbanismo de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas del gobierno de Honduras y publicada en 1972 bajo el título: El subdesarrollo del valle de Sula (Una investigación de las causas naturales y artificiales del desbordamiento de sus ríos), en la que desde un enfoque histórico y geográfico se aborda el problema de las inundaciones más allá de una perspectiva física al plantearse la tesis que estas son producto de la forma de ocupación de este territorio, especialmente, de las compañías fruteras norteamericanas a lo largo del siglo XX, en las que debido a las plantaciones en dicho espacio, generó el subdesarrollo de sus ríos. “El Valle de Sula necesariamente es asimismo subdesarrollado porque sus ríos fundamentales padecen de un proceso de subdesarrollo” (Díaz, 1972:3).

De esta manera, este autor aplica su epistemología al análisis físico, pero desde una epistemología de la complejidad al no reducir la explicación del problema a una causa puramente física; lo analiza en el marco del proceso histórico de ocupación del espacio del Valle de Sula y dentro del sistema de redes de actores que actúan dentro de este territorio. Ello explica por qué se ha producido también en el país el subdesarrollo y especialmente un desarrollo especialmente desequilibrado, por lo tanto, un problema en apariencia técnico lo ubica en su dimensión política de poder desde un enfoque de la territorialidad en la que los territorios son una construcción social. No solo un espacio físico “objetivamente existente”, sino como un conjunto de relaciones sociales que dan origen y a la vez expresan una identidad y un sentido de propósitos compartidos por múltiples agentes públicos y privado.

En esta misma línea de análisis técnico se ubica también el estudio: Análisis Crítico de las Condiciones Técnicas de los Ferrocarriles de la Standard Fruit Company (1973), que consiste en la política de esta compañía respecto de la construcción, funcionamiento, administración y mantenimiento del ferrocarril contenidos en los contratos, las obligaciones a ejecutar y que el actor evalúe el grado y forma de cumplimiento de dicha empresa con respecto al estado hondureño, como lo plantea Meza (1973:5): “A lo largo de los siete capítulos en que está dividido el estudio atraviesa como un hilo rojo la sistemática conducta de la empresa norteamericana tendiente a violar e irrespetar todas las obligaciones contraídas por ella misma frente al Estado de Honduras, en base a los diferentes contratos de concesión”.

Esta primera etapa la cierra con su monumental obra publicada en 1972, Sociología de la desintegración regional, como una obra síntesis de las anteriores y en la cual se hace un planteamiento sobre la sociología bárbara en Honduras, y hasta ahora, el mayor esfuerzo que se ha hecho por comprender e interpretar la constitución o integración social de Honduras. A lo largo de unas seiscientas páginas, el autor estudia la ciencia sociológica y el proceso de integración; define la sociología regional de la desintegración, la dialéctica de la geografía y la dialéctica interna de la historia; la contradicción regional externa; el espacio tensor; la sociología bárbara; y la teoría de la integración regional. Se trata de una de las pocas obras escritas en Honduras desde una perspectiva abiertamente marxista, tanto en el uso del lenguaje como en las categorías de análisis. El mismo Díaz Chávez define este libro como un análisis sociológico, pero sobre todo es, “en no menor grado, una doctrina sobre el subdesarrollo del país hondurense del istmo centroamericano” (Díaz, 1972:12).

La tesis del autor sobre ciertos aspectos sociales de la realidad hondureña es la siguiente: “Los hombres para producir contraen determinados compromisos o relaciones con el objeto de transformar la naturaleza a través de instrumentos. Esas relaciones de producción se llevan a cabo mediante el lenguaje, que, como se sabe, presupone relaciones sociales. Se puede concluir que la conciencia social, siendo un reflejo del mundo exterior adquirido a través de la producción social, involucra en su estructura las relaciones de producción, y de igual manera estas se hallan implícitas en el lenguaje. Entonces, si las relaciones de producción cambian, igualmente cambia la conciencia social y el modo de expresarla, el lenguaje” (Díaz, 1972:391).

Los hondureños no han logrado desarrollar un alto grado de conciencia social, es decir, de nacionalidad, lo que ha generado históricamente los problemas de integración de la sociedad hondureña: “Una notable desintegración nacional, es porque existen fuerzas internas y externas que provocan su desfiguración económica” (Díaz, 1972:391). La desintegración es la ausencia de una conciencia nacional, cuyo fondo, de acuerdo con el autor, se encuentra en “las seculares raíces de esas viejas estructuras, y que opera como activa agente de desintegración, el hambre igualmente secular de nuestro pueblo” (Díaz, 1972:391).

Así, la tesis central de Díaz Chávez es que el régimen económico subdesarrollado de Honduras (como producto de la deformación en la tenencia de la tierra y, posteriormente, la desfiguración capitalista interna y la penetración extranjera) es el causante de la injusticia social; de ahí que el hambre y la rebeldía contra la explotación son las dos consecuencias más inmediatas de esa injusticia, y a su vez son dos situaciones que catapultan y explican el hecho social más significativo de la historia de Honduras: las guerras internas, producto de la anarquía del hondureño: “En un estadio más exacerbado, la anarquía, junto con la frustración, desprendimiento directo de la raíz sociológica del hambre, determinan las luchas armadas intestinas” (Díaz, 1972: 435).

La inestabilidad política propia de la historia del país es producto de la anarquía, la cual tiene su origen en la estructura social que provoca el subdesarrollo económico. Pero la consecuencia mayor de la inestabilidad política ha sido la corrupción administrativa: “A mayor inestabilidad política, mayor inmoralidad política, y a mayor inmoralidad política, mayor inestabilidad política” (Díaz, 1972: 439).

Para Díaz Chávez, la constante inestabilidad política tiene su causa en la ausencia de una actividad económica subdesarrollada. Ello a su vez ha causado una deformación de la superestructura en el expansionismo de la actividad política, que termina definiéndose más bien por el asalto al poder de grupos oligárquicos. De hecho, para este autor la sociedad hondureña funciona en una especie de círculos viciosos: estructura económica débil – hambre – alcoholismo – rebeldía – anarquía – inestabilidad política – corrupción administrativa – debilidad económica. Por ello, concluye que “es en los mismos eslabones de hambre y privación espiritual, de explotación y anarquía pertenecientes a la miserable cadena de la economía agraria feudal, donde encontramos la exégesis de las revueltas armadas, que por más de una centuria le dieron fama a Honduras en el exterior, como la nación díscola y anárquica” (Díaz, 1972: 447).

El análisis técnico en cuanto la infraestructura hidráulica y ferroviaria construida por las empresas norteamericanas lo completa con dos libros de carácter histórico como, Carías: El Último Caudillo Frutero (1982) y El soplo… en la fuente (o los diez capítulos que se olvidaron a Kissinger (1985). En el primer libro, analiza cómo este llega al poder en 1933 y logra sostenerse por 16 años, especialmente con el apoyo financiero y político de las compañías fruteras norteamericanas y el enclave bananero. Es necesario recordar que la exportación tuvo un crecimiento acelerado y que Honduras pasa a convertirse en el segundo productor mundial, y desde 1924, fue el primer exportador. En 1900 Honduras exportaba 2 millones de racimos de bananos; en 1913, 8 millones; y en 1930, 29 millones de racimos. Honduras, exportaba cerca de 70% de bananos en Centro América (Ellis, F. 1983). También analiza como el régimen cariísta se sostiene y se legitima culturalmente el caudillismo. Para ello, parte analizando la participación política de Carías en Honduras desde inicios del siglo XX y su transformación como personaje político hasta convertirse en un caudillo frutero: “Pero hay que creer que Carías que su pasta de tirano sanguinario solamente surgió después de tres derrotas electorales sucesivas y cuando ya estaba en el poder, lo cual nos dice que fue el perfecto simulador de sus verdaderos sentimientos. Y porque la historia de este hombre que enlutó a la familia hondureña no siempre fue así, es decir, no se sabía de su cualidad de saber disimular sus, odios y rencores, es preciso indagar cómo es él supo calar en el pueblo hondureño para erigirse en Caudillo” (1982:74).

En el libro El soplo… en la fuente (o los diez capítulos que se olvidaron a Kissinger en 12 capítulos realiza un ejercicio hermenéutico para analizar el texto del informe de Kissinger ubicándolo en su pretexto en los antecedentes históricos del intervencionismo norteamericano en la región centroamericana en el contexto de las revoluciones y contrarrevoluciones con el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua en 1979 y las revoluciones en El Salvador y Guatemala. En este libro realiza una deconstrucción en los diez capítulos que le olvidaron a Kissinger mediante un abordaje de la situación centroamericana, donde pone énfasis en las causas y factores de la inestabilidad histórica del istmo, los intereses que los norteamericanos persiguen con su intervención y el papel de Honduras. “Los anteriores diez capítulos que se le “olvidaron” a Kissinger, ni con mucho son la historia presente, actuante, de la política intervencionista del gobierno de EE. UU. en la región. No lo son porque aún hemos dejado de lado, como caso típico centroamericano, a los hombres de la comedia heroica cuya escena es la desventurada Honduras. Un país que mueve a risa por la calidad de la locura viviente en cada payaso que logra alzarse con los destinos de la nación, a quien le aplauden los desatinos otros iguales de su corte. Basta que se medió miren en el espejo del amo extranjero, para imaginarse que son iguales a este: aceptan como verdad el error, como realidad la mentira, como belleza y justicia, la fealdad y la violencia, la abyección como heroico” (Díaz, 1985:223).

La obra intelectual de Díaz Chávez tiene como correlato otra de las grandes líneas de su trabajo intelectual concerniente a la figura de la Federación Centroamericana como lo fue Francisco Morazán. En 1965, publicó el primer libro de una serie titulado: La revolución morazanista, y en una segunda edición en 1981. En 1986 publicó una nueva obra titulada Pobre Morazán pobre, en la que entra en polémica y defensa de la figura de Morazán respecto de las argumentaciones del historiador norteamericano William Griffith en su libro el archivo personal de Francisco Morazán: Pobre Morazán pobre, que fue editado nuevamente en 1988 por la editorial Guaymuras. En 1989 publicó el ensayo titulado Morazán la pasión por la política, en el que ubica a Morazán como el más apasionado político de las figuras de la construcción de la República Centroamericana por ser quien con más pasión buscó transformar la sociedad colonial y que la región entrara a la modernidad política. Cierra este corpus de obras sobre Morazán con el libro: En el frente de la tragedia (1995), en el que hace una lectura de la “previa política” de Morazán desde la contradicción que significa la tragedia en su vida y con ella de la región centroamericana.

Otra línea de investigación y de análisis se refiere al análisis de la política, la identidad nacional y la educación en Honduras como propuesta de transformación de la sociedad hondureña, como puede verse en sus escritos: Acerca del proceso educativo en la enseñanza primaria: sus contradicciones esenciales y su ley interna de subdesarrollo (1970), De la identidad nacional (1985), Patrimonio, identidad y escuela morazánica (1995) y De los bienes patrimoniales salvadoreños de Honduras con su nombre (2002).

Para Díaz Chávez la preocupación principal fue sobre todo la soberanía nacional por la presencia del ejército de la contrarrevolución nicaragüense y las tropas norteamericanas en Palmerola, durante la década de los ochenta. El objeto de sus escritos durante la década de los ochenta y noventa fue sobre la soberanía, la identidad nacional y la ciudadanía activa. En 1986 publicó el ensayo De la Identidad Nacional, en el cual realiza una síntesis de la historia de Honduras y como esta ha dificultado en el país por la sociología bárbara expuesta en sus tesis sobre Honduras, la fragilidad frente a la intromisión extrajera y la conformación de un yo fuerte como país. Define la identidad nacional en relación con la cultura popular y la contrapone a la cultura de masas: “Decir identidad nacional es referirse a una cultura popular. Donde existe una cultura popular en proceso de integrarse, simultáneamente hay una identidad nacional en desarrollo. Viceversa, donde la cultura popular es, por el contrario, puesta bajo la manipulación y represión por la cultura de masas de la clase dominante, la identidad nacional tiende a disiparse. Por tanto, para explorar el terreno abrupto de nuestra identidad nacional tenemos que definir primero los conceptos de Cultura e identidad nacional” (Díaz, 1986:3).

De este modo, se encuentra en la trayectoria intelectual de este autor un análisis e interpretación de la sociedad hondureña desde una visión dialéctica de la historia, en la que presenta una serie de tesis centrales sobre Honduras. El resignifica a la figura de Francisco Morazán para retomar la importancia de la educación y de la identidad nacional como elementos principales para la transformación de Honduras.

Aunque Díaz Chávez fue consciente que su obra intelectual y libros fueron publicados en un ambiente intelectual y cultural como el hondureño muy deficitario y subdesarrollado, en la entrevista realizada por Roberto Sosa respondió: “Atendiéndose a nuestra propia experiencia, podríamos concluir que, pese a la pobreza editorial, a la crisis general que el desarrollo del anti desarrollo imprime al país, a la inversión de valores intelectuales y espirituales que lo anterior ocasiona y, por tanto, al escaso universo de lectura para proponer publicar libros en este ambiente culturalmente muy atrasado, o más bien acultural, y aunque sea para pasto de los ratones, es posible su realización” (Díaz, 1993: 69).

Más allá de que en Honduras no hubiera un ambiente intelectual y cultural adecuado y que como intelectual y escritor no se pudiera vivir de ello, si consideró como fundamental que el trabajo intelectual en el país tenía que desarrollarse con la debida autonomía y libertad para ejercer un pensamiento crítico de la sociedad, y la universidad tenía que ser un espacio para ello: “Los que sabiéndose “escritores” de la época presente, aceptan altos cargos es porque no lo son en realidad. Para ser intelectual orgánico de verdad en el momento actual, se precisa de la más alta libertad en el ejercicio del escritor. De otra forma se autolimita en la crítica de los poderes dominantes y esto, con toda seguridad, no puede producir una “consciencia ética” capaz de trascender los linderos del aprecio a sí mismo. Los “escritores” que han aceptado y aceptan cargos de amanuenses del estatus quo, son todos ellos carentes de moral ciudadana, en la cual, y por la cual se sacian, bailando la cuerda floja, el estómago” (Díaz, 1993: 77).

Para este autor, ser intelectual en un país como Honduras significaba ante todo una vida de sacrificio y de penas por mantener en la línea weberiana una ética de la convicción, de decir la verdad a cualquier precio: “El precio de ser intelectual orgánico en Honduras por la lucha social, comporta espíritu de sacrificio y, en última instancia hasta aguantar hambre. Todavía no se ha dado el caso de la ejecución por vía violenta de un intelectual de esa talla, en esta Honduras que no ha dejado de ser “un oasis de paz” (Díaz, 1993: 78).

Sin duda, Díaz Chávez fue fiel a su propia visión del quehacer intelectual con una perspectiva crítica permanente, como se puede ver a lo largo de sus escritos. Tuvo la impavidez reclamada por el filósofo Julián Marías para escribir con valentía sobre los grupos de poder, la débil burguesía y corrupta clase política hondureña frente a los intereses extranjeros. Analizó la sociedad hondureña en clave dialéctica y escribió como él veía las cosas. No se dejó llevar por modas o enfoques de coyuntura. Su interoperación de la sociedad y temas de análisis fueron continuos, como su tesis sobre Honduras y la lucha por la soberanía nacional. Como expresó de su propia trayectoria intelectual: “Pues bien, sobre ese telón de fondo y hablando un lenguaje más directo en cuanto a mi persona, manifiesto que me sacrifiqué en el despeñadero de crear varias obras, de cuyo contenido siempre solicité crítica, incluso demoledora, debido a que uno cree poseer la verdad social y también, supongo, científica, por las cuales me llevaron a defenderlas. Soy polémico por naturaleza sanguínea en la más peligrosa de la actividad intelectual, la política, ahora que las voces han callado sobre los antiguos caídos muros berlineses” (Díaz, 2002).

Dado su pensamiento crítico y su visión progresista de la universidad y la educación fue que en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras para Ramón Oquelí, logró una “notable influencia doctrinaria en la juventud universitaria, pese a utilizar en forma deliberada un lenguaje no fácilmente asequible, aunque preciso” (Oquelí, 1985:37).

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