Las bases quieren convención

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26 de marzo de 2022
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12:05 am
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Las bases quieren convención

Por: Edgardo Rodríguez
Politólogo y Periodista

El desprestigio de los partidos políticos es un fenómeno real de las últimas décadas, se aprecia en todas partes del mundo, el Latinobarómetro muestra esa caída de confianza, las miserias materiales y morales en las que nadamos acentúan ese desencanto de los ciudadanos hacia la llamada “clase política”. El descrédito hacia la política y los partidos tienen variadas explicaciones, existen muchos estudios desde la ciencia política que lo explican. Entre algunos de los males más destacados está el ego personalista de algunos líderes, que olvidan el interés general y trabajan por el particular. También la corrupción en la que caen los dirigentes al tener acceso al poder, a ello hay que sumarle la falta la formación de oligarquías que se enquistan en el control de las organizaciones y a ello sumemos la poca transparencia en el manejo de las decisiones fundamentales.

La politóloga argentina, Flavia Freidenberg, tiene muchas publicaciones sobre otro de los aspectos que golpean duro a los partidos y los hacen decaer en la popularidad frente a sus adeptos y los electores. Freidenberg explica que la poca democracia interna debilita a estas entidades, llamadas a ser un vehículo de representación de los intereses de las personas frente al Estado. Algo de esto le está ocurriendo al Partido Nacional, al que se le reconoce su pujanza, su estructura, pero también los grandes y graves errores y corruptelas en los que incurrió en los últimos doce años y que pareciera no querer enmendar. La dirigencia actual del “cachurequismo” carga sobre sus espaldas pesadas culpas y se esfuerza por no botarlas, tercamente quiere seguir en una cuesta cada vez más empinada.

Freidenberg señala que un aspecto de la democracia interna de los partidos es el “control efectivo, por parte de los militantes de los dirigentes, a través de procesos que castiguen o premien su toma las decisiones”. Un partido efectivamente democrático abre las puertas al cambio. Y agrega la politóloga, que para su sano funcionamiento, los partidos deben fomentar que los diversos grupos internos discutan y construyan las propuestas y estrategias. Los dirigentes verdaderos no se aferran al control de las organizaciones, en especial en tiempos de duros cuestionamientos como el actual, cuando sus bases reclaman cambios profundos. El oponerse al necesario relevo de liderazgos acentúa aún más los problemas y eso está sucediendo dentro del Partido Nacional.

La gran mayoría de su militancia quiere, exige, un cambio total de autoridades, pero a sus bases les falta testosterona para organizarse, plantarse y hacer valer su justo reclamo. Sin lugar a dudas debe haber cambio de mando, porque los actuales dueños del Comité Central son herederos de una etapa muy cuestionada del nacionalismo, porque fueron nombrados de forma poco inclusiva, porque representan una sola corriente dominante del nacionalismo y eso está ocasionando un peligroso ambiente de resquemor interno. Ante esa demanda la respuesta de los que controlan los “sellos”, fue nombrar una Comisión de Notables, pero eso no es lo que la mayoría del nacionalismo quiere. Siempre recuerdo a Matías Funes, que decía, parafraseando a Napoleón, que cuando no se quiere resolver un problema y fingir que se está haciendo algo, se debe nombrar una “comisión”.

Es más que evidente que se está frente a un conflicto entre los intereses personales y de pequeñas élites que controlan el poder dentro del Partido Nacional, versus el interés general de la institución y de la democracia en general del país. Esa contradicción no la puede resolver una comisión, por muy buenas intenciones que tenga y por muy buenas personas que la integren. Los verdaderos líderes, los demócratas y los que quieren a su institución, se hacen a un lado, para propiciar una transición y renovación ordenada. Ese camino redimiría muchos de los errores cometidos por algunos de la cúpula azul, renovaría el cariño, el reconocimiento que les tiene la militancia y más adelante podrían volver a subirse a las tribunas con honor, con la frente en alto, hoy no lo pueden hacer y ellos lo saben.

¿Por qué el nacionalismo recuerda con tanto cariño y respeto a Ricardo Maduro? Primero, porque no fue ladrón, por su sencillez e inteligencia, porque no llegó a imponer su mando, porque cumplió dignamente su papel como presidente y como líder de su partido. Se retiró del gobierno y no impuso una estructura posterior que le obedeciera a él, más bien dejó que su institución siguiera su rumbo natural, así actúa un líder, un demócrata. El seguirse aferrando a la dirección del Comité Central le hará daño a los que están allí, pero más a esa formación política centenaria, de las pocas que quedan con vigencia en el continente. Ya hay cachurecos hablando de formar otro partido, uno de ellos me habló de nombres, así de delicadas están las cosas, están jugando con fuego.

El camino del Partido Nacional solo es uno, en orden, en base a sus estatutos, se debe proceder a convocar a una Convención Extraordinaria inmediatamente, no en noviembre ni el otro año, para que dentro de ella se debata la necesaria salida de todas las autoridades actuales, así propiciar nuevos espacios de diálogo y reconstrucción institucional. De manera consensuada se debe nombrar una nueva autoridad transitoria, limpia, con experiencia, representativa de las distintas corrientes y edades, para que impulse, sin ataduras de ningún tipo, todas las reformas necesarias para que esa institución supere los duros señalamientos actuales que ponen en peligro su centenario prestigio.

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