DESENCUENTROS INÚTILES

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27 de marzo de 2022
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12:22 am
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DESENCUENTROS  INÚTILES

POR principio de cuentas todo país, en cualquier parte del globo terráqueo, necesita estabilidad interna con la mira de crecer económicamente, y asimismo madurar mucho en lo que concierne a los conocimientos cerebrales. Para que ello ocurra se requiere de grandes iniciativas individuales y colectivas, y dejar por un lado aquellos ruralismos extremos, el espíritu de tugurio sectario y las actitudes anárquicas que son las que generan rencores que a veces parecieran insalvables, y que hunden a las sociedades en la desgracia, en el atraso y, en otros momentos, en la mera incertidumbre, inclusive en países poderosos o desarrollados, tal como lo hemos observado en estos últimos años.

Los hondureños, para colocar por ahora un solo ejemplo, poseemos muchas cosas buenas que debiéramos compartir con actitud creativa. Contamos con dos mares hermosos, cuyas coordenadas permiten localizar lugares profundos para embarque y desembarque de naves de fuerte calado. Al sur, cerca de la capital, se localiza el Océano Pacífico, que aparte de la ciudad-puerto de Amapala con todas sus potencialidades turísticas y comerciales, exhibe un “Golfo” cuyas oleadas pueden producir energía eléctrica, y cuyas aguas, en un plazo prudencial, podrían ser desalinizadas y transformadas en agua potable tanto para toda la zona sur-oriental del país, como para la misma Tegucigalpa. Es decir, estamos hablando de grandes proyectos estatales de largo alcance, en caso que algún día superemos los desencuentros inútiles y estériles, y nos pongamos de acuerdo en las cosas vitales que realmente beneficiarían a toda la sociedad.

Las ofensas continuas y las verborragias demagógicas pueden favorecer el morbo de unos pocos hondureños y extranjeros que viven de tal morbosidad y de atizar enemistades que hace unos tres lustros eran casi inexistentes, por lo menos en el contexto del frágil experimento democrático de las últimas cuatro décadas. Las groserías extremas, el egoísmo grupal y el irrespeto creciente a nuestros prójimos e incluso el irrespeto a la vida, simplemente mantendrán a la sociedad hondureña encadenada al árbol seco del atraso, con la posibilidad nada descartable de hundirse en el abismo. En consecuencia, debiéramos madurar y alcanzar la conciencia plena que sólo los hondureños estaremos verdadera y profundamente interesados en salvar a los hondureños, sin excluir la amistad sincera eventual de ciertos grupos humanos extranjeros.

En Honduras, pese a los repartos injustos de propiedades, cuya práctica nociva se ha venido repitiendo desde el lado negativo de la vieja “reforma liberal” decimonónica (que también exhibió un aspecto altamente positivo), todavía existen tierras más o menos fértiles que podrían ser aprovechadas desde el ángulo de la seguridad agroalimentaria, y desde la perspectiva de la competitividad nacional e internacional. Ahí están esas tierras ociosas o abandonadas de manera improductiva. También existen, en Honduras, altas y hermosas montañas que pueden resguardar la biodiversidad y el agua dulce, lo mismo que ofrecer, además de la apertura turística, la posibilidad real de producir energía eólica con alcances que vayan más allá de las pequeñas esferas municipales.

Por otro lado, desde el ángulo del factor humano, en nuestro país han nacido algunos de los cerebros más prodigiosos en la historia de América Central, aislados en distintos quehaceres humanos. El problema es que casi nunca les hemos prestado la suficiente atención. Mucho menos les hemos dado continuidad a sus proyectos, hayan sido intelectuales o de orden práctico. Un solo ejemplo que pocas veces se menciona es el de Pompilio Ortega, un profesor y literato que estuvo interesado en establecer escuelas agrícolas en distintos puntos geográficos de Honduras, particularmente en las colinas montañosas del departamento de Comayagua, con el objeto de educar a las nuevas generaciones de catrachos, y salir adelante con las actividades agroforestales y sobre todo con la industria del café, la cual tuvo que esperar varias décadas para desarrollarse.

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