Eduardo Enrique Fuentes Cálix
Abogado y Master en Gobierno y Administración Pública
Twitter: eefuenteshn
El pasado sábado 12 de marzo, el Colegio de Abogados de Honduras celebró un proceso electoral cuya finalidad fue la elección de sus autoridades a nivel nacional y a nivel local; la fiesta cívica democrática en la que, como se apunta, los togados elegían las autoridades de su centenaria institución, se vio empeñada por la presencia de un grupo de choque denominado “Motorizados de Libre” en razón a su simpatía con el partido de gobierno; evento nunca visto en la historia del colegio, según aserto de profesionales egresados en los años cuando la Facultad de Derecho funcionaba en la Plaza de La Merced. No hay duda que esa intromisión de elementos ajenos al gremio de abogados, fue la nota negra en esta contienda electoral; bochornoso acontecimiento que fue difundido en abundancia, en varios videos en las redes sociales y teniendo como testigo a los presentes. Los “Motorizados de Libre”, tal como dan fe los videos, agredieron física y verbalmente a los profesionales del Derecho que de manera cívica se encontraban en las instalaciones del CAH ejerciendo su derecho de elegir y ser electo. Esa antidemocrática conducta de los integrantes del grupo perteneciente al partido que gobierna al país, no deja ningún asomo de duda, que no es más que una falta de respeto, no solo para los agredidos, sino que para el gremio en general y a todos los amantes de la democracia, porque bajo ninguna circunstancia, se justifican la violencia e intimidación, máxime si esta viene de sujetos extraños al gremio que lleva adelante su proceso democrático.
El vergonzoso hecho que aquí se denuncia, lejos de ser un hecho aislado, se va propagando como un mecanismo sistemático, ya que el miércoles 16 de marzo del corriente, se vivió algo igual a lo ocurrido en el Colegio de Abogados; esta vez, teniendo como escenario la Secretaría de Estado en los Despachos de Salud, donde a vista y paciencia de los medios de comunicación y la Policía Nacional; los motorizados interrumpieron de manera violenta y agredieron físicamente, sin ningún miramiento, a empleados de esa institución gubernamental. En ambos casos existe un común denominador: defender el interés del partido de gobierno en una causa en la que evidentemente, no cuentan con el consentimiento de la mayoría de la población y ante esto, los motorizados recurren a la fuerza, violencia e intimidación de los sujetos que reclaman sus derechos.
El fenómeno político que se está implantando en Honduras, no es nuevo, tiene un precedente nefasto que son los denominados “colectivos” fomentados por Hugo Chávez y utilizados aún, en la actualidad para contrarrestar, en Venezuela, las voces opositoras al oficialismo y a lo largo de los años que ha gobernado la dictadura chavista, los miembros de estas organizaciones, han tenido múltiples denuncias por haber atacado a protestantes, periodistas, estudiantes, religiosos y a personas sospechosas de ser críticas al gobierno, a veces con la anuencia de fuerzas de seguridad y en algunos casos, incluso, coordinando abiertamente con ellas. ¿Casualidad?
Ante esta situación y emulación de una práctica tan funesta, es imperativo elevar la voz y hacer un llamado de cordura; no se pueden atacar las ideas agrediendo a los hombres y mujeres; no se pueden atacar los sentimientos mayoritarios ecuánimes y sensatos, sirviéndose de minorías violentas e intransigentes. En este espacio escribimos sobre las condiciones de gobernabilidad con las que asumía el actual gobierno las riendas de la administración pública y las ventajas que esta condición ofrecía; con el uso de la fuerza y la presencia violentamente de estos “colectivos” y cualquier otro grupo similar, no solo atenta contra su propia legitimidad como gobierno que a pesar de estos hechos persistan, atentan con la paz y tranquilidad de un pueblo y de sectores opositores que exigen de manera unísona, no confundir la prudencia con debilidad. En una democracia, las ideas siempre deben de ser rebatidas con ideas y jamás, intentar doblegar las libertades de pensamiento a través de la violencia.