Fallece Enrique Ortez Colindres: Una vida dedicada al intelecto y la política

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31 de marzo de 2022
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05:00 am
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Fallece Enrique Ortez Colindres: Una vida dedicada al intelecto y la política

El intelectual y político liberal fue un hombre de buena memoria, carácter jovial y dicharachero.

Considerado uno de los políticos hondureños más ilustrados y dueño de una personalidad única, controvertida y folclórica, el jurisconsulto hondureño Enrique Ortez Colindres falleció ayer en la capital a los 90 años de edad por causas naturales.

“Son momentos difíciles, mi padre fue un hombre que luchó por Honduras, por la integración centroamericana y por el Partido Liberal”, dijo su hijo Enrique Ortez Sequeira al anunciar el deceso de su padre en un canal de televisión, ayer por la mañana.

“En estos momentos, recuerdo que me decía: Solo te voy a heredar dos cosas: Un buen nombre y a mis amigos, así que a todos ellos les aviso que ha muerto ese hombre extraordinario”, agregó “Kikito”, el más conocido de sus tres hijos.

Los restos del político fueron velados en la funeraria “Espíritu Santo”. Después del mediodía fueron trasladados a una misa de cuerpo presente en una sala de la Basílica de Suyapa y de ahí a Jardines de Paz Suyapa, en la misma zona, al oriente la capital, donde fueron enterrados en medio del pesar de los dolientes.

A las exequias se dieron cita sus familiares y amigos de diversos círculos sociales que lo recordaron como todo un personaje de la vida nacional.

Una bandera de Partido Liberal cubría su féretro en reconocimiento de su destacada militancia desde los años cincuenta hasta mediados de la pasada década, cuando se retiró por achaques de su edad.

Encima había un retrato de sus años mozos y a la par tres arreglos florales, uno de su partido, otro del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), al que presidió durante 15 años, y de Diario La Tribuna, del que fue socio fundador y columnista destacado.

INTELECTUAL Y POLÍTICO

Ortez Colindres nació en Juticalpa, Olancho, el 29 de octubre de 1931, cursando sus estudios en el instituto Manuel Bonilla de esa ciudad.

A principio de los años 50 se trasladó a estudiar a la universidad francesa La Sorbona, donde se doctoró en Derecho Internacional con la tesis “La República Federal de Centroamérica a la Luz del Derecho Internacional Público”, un tema que lo obligó a leer todos los libros de historia posible y que luego incorporó a su propia biblioteca, una de las más grandes y ricas de Honduras.

Sobre esta faceta, “Kikito” recordó que era un bibliófilo por excelencia, incluyendo documentos históricos, entre ellos, escritos originales de los próceres Francisco Morazán y José Cecilio del Valle.

A lo largo de 60 años de vida activa, mantuvo el bufete Ortez Colindres y Asociados en un edificio histórico del centro de la capital, donde atendía a sus clientes y amigos en interminables charlas. Fue también embajador de Honduras en Francia, precandidato presidencial en los años ochenta y canciller fugaz del gobierno interino de Roberto Micheletti en 2009.

El “Chief” (jefe en inglés), como le decían sus amigos más cercanos, hablaba perfectamente inglés, francés y un poco de italiano. Sus mejores virtudes, sin embargo, eran su buena memoria, carácter jovial, abierto, dicharachero, bravucón en ocasiones y amante de contar anécdotas y soltar dichos sin importarle romper la diplomacia.

Familiares y amigos durante las honras fúnebres de Ortez Colindres.

“EL NEGRITO DEL BATEY”

La última de ellas fue siendo canciller de Micheletti cuando le dijo al presidente Barack Obama, que no apoyaba el golpe de Estado contra el expresidente Manuel Zelaya, “El negrito del batey”.

La frase fue traducida al inglés como un trabajador negro de una plantación y el influyente New York Times, le hizo una caricatura.

Por su parte, el embajador de Estados Unidos en Honduras, Hugo Llorens, expresó su indignación logrando que Ortez Colindres, enviara una carta de disculpas a la Casa Blanca.

A los días siguientes, fue reasignado al cargo de ministro de Justicia y posteriormente despedido en plena tensión política.

Otra de sus dichos recordados ocurrió a mediados de los ochentas cuando se postuló como presidente en una corriente liberal. Entonces, dijo, al calor de la campaña, que ganarles a sus rivales era “más fácil que pegarle a un bolo”.

Por supuesto, que perdió la contienda abrumadoramente, pero su frase al igual que sus anuncios televisivos- vestido de campesino, sombrero de ala ancha, machete al cinto y un cumbo cruzado al pecho, para atraer al elector de tierra adentro-siguen siendo comentados en los círculos políticos de ahora.

También recordaba con orgullo que sus primeros pasos en política fueron de la mano de su padre, Enrique Ortez Pinel, un opositor liberal a la dictadura de Tiburcio Carías (1934-1949) con cuyos partidarios terminó aliándose a mediados de los años 50 en contra de su correligionario y posterior presidente, Ramón Villeda Morales, en 1957.

Fue durante esta época que se fue a estudiar a Francia, animado por el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Esteban Mendoza, durante el gobierno de Juan Manuel Gálvez, Según contaba, su profesor de tesis le aconsejó que, en lugar de investigar sobre derecho, mejor contara sobre Honduras “porque nadie sabe dónde queda”.

En sus últimas entrevistas a medios nacionales también se refiero a la identidad del hondureño como que “no somos chicha ni limonada, porque no existe un mínimo común denominador que defina al hondureño.

Esta mezcla de razas nos hace que pensemos como negros en parte, como indios en parte, como mayas en parte, y algunas veces, como españoles”. (EG)

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