Nunca lanzarse hacia el vacío

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31 de marzo de 2022
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12:03 am
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Nunca lanzarse hacia el vacío

BARLOVENTO

Por: Segisfredo Infante

Me parece que hace varios años elogié a un presidente salvadoreño por las reformas económicas y financieras graduales que pensaba ejecutar en aquel país vecino, con el cual exhibimos casi el mismo tipo de mestizaje. Sin importarme para nada el color ideológico del caso específico. Lástima grande que el personaje aludido defeccionó hacia territorios demasiado reñidos con la ley. Aquí vale la pena introducir que el “Producto Interno Bruto” de El Salvador en los últimos años (por lo menos hasta finales del mes de diciembre próximo pasado) ha sido muy inferior al de Honduras. Encima las exportaciones salvadoreñas han decrecido en sus productos tradicionales, y han aumentado un poco en el capítulo “maquilero”. De hecho, El Salvador requiere de los mil peros hondureños para abastecer su necesidad de granos, al extremo que sus comerciantes compran maizales completos (“de a topón” dicen los campesinos) cuando las milpas catrachas apenas comienzan a florear. Habría que indagar si estos granos hondureños son incluidos en el “PIB” salvadoreño, como para que parpadeen los ojos de los técnicos de la “CEPAL”, del Banco Mundial y del Fondo Monetario, a los cuales es difícil engañar con falsos informes.

El párrafo anterior adquiere sentido cuando se trata de la administración pública, en tanto que los verdaderos estadistas o los servidores públicos, o aquellos que desean serlo, nunca dan saltos al vacío en materia económica, sino que antes de dar un paso miden todas las consecuencias directas o colaterales que pudieran favorecer o perjudicar a los inversionistas (que son los que dan empleo) y al grueso de la población. Sobre todo, a las clases medias que son las principales consumidoras en cualquier país del mundo, ya sea desarrollado, de término medio o atrasado. Es decir, son las que mantienen los mercados vivos. Cuando se atenta contra los intereses de las clases medias de la ciudad y del campo, por regla general las economías y las finanzas se vienen a pique. Tal cosa está demostrada históricamente, incontrovertiblemente, al margen de las consignas, de la publicidad y de los condimentos ideológicos de cada quien. Recordemos, para solo traer un ejemplo, la crisis financiera burbujeante desencadenada en el año 2008, que golpeó severamente a los segmentos medios de la sociedad, tanto en las grandes metrópolis como en el resto del mundo, en un momento de enajenación triunfalista.

Para los efectos de esta reflexión puntual, nada poética ni literaria en general, vale la pena penetrar en el caso de la administración pública hondureña hasta donde lo permita un breve artículo. A mediados del siglo veinte la mayoría de los empleados y funcionarios públicos de nuestro país, eran peritos mercantiles y contadores públicos, con sus respectivas secretarias. Todos egresados de colegios de secundaria en donde enseñaban excelentes profesores de contabilidad. En mi caso personal (como perito mercantil) gocé todavía de la oportunidad de recibir clases con dos buenos profesores de contabilidad general y uno de bancaria. Tales peritos se desempeñaban con gran destreza y conocimiento en los ministerios de “Hacienda” o de “Economía”. E incluso en el Banco Central de Honduras. Pero los buenos profesores y los excelentes peritos incorporados a la administración pública y privada que realmente sabían del comportamiento económico y financiero de Honduras, fallecieron en la década del setenta del siglo pasado. O se retiraron. También fallecieron o se retiraron la mayoría de los buenos y excelentes economistas universitarios chapados a la antigua, que sabían del funcionamiento de las economías reales o de base. Creo que hoy por hoy apenas subsisten Jorge Bueso Arias y Manlio Martínez Cantor. Tal vez se me escapen algunos otros nombres valiosos de la zona norte del país. O de la zona sur-oriental. Pues tales peritos y economistas ayudaron a elaborar muy buenos proyectos nacionales, públicos y privados, que valdría la pena volver a revisar, sobre todo los de la década del setenta. Algunos de esos proyectos quedaron truncos por inestabilidad política. (La “carrera de comercio”, de peritos y contadores públicos se masificó, se distorsionó y cayó en desgracia).

Durante las décadas del ochenta, del noventa y de comienzos del siglo veintiuno, apareció una nueva oleada de licenciados en economía, en finanzas y en administración; algunos con maestrías. Su característica principal es que la mayoría de ellos y ellas son personas bien informadas y con bastante habilidad en el renglón de las deudas internas y externas y en el manejo de las tecnologías digitales. Aunque muchos son brillantes, a veces se les olvida el funcionamiento de las economías reales de base.

Un Estado nacional necesita garantizar cuando menos tres cosas: 1) Seguridad agroalimentaria para toda la población. 2) Conservar las reservas internacionales o facilitar su crecimiento. Y 3) Nunca lanzarse al vacío mortal de burbujas monetarias, sin los respectivos respaldos de oro y plata, y de circulación productiva verdadera.

 

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